Ha quedado claro que izquierda revolucionaria tienen un espacio y un protagonismo en la vida política del país, que tiene una importante acogida en amplios sectores populares, en los cuales crece la confianza y se construye una identificación con un proyecto político revolucionario.
Listos los resultados de las elecciones del 26 de abril, no cabe duda que estamos ante una nueva victoria de la tendencia de cambio, de esa corriente popular democrática, patriótica, progresista y de izquierda que ha vuelto a expresar, por quinta vez consecutiva en estos dos últimos años, su deseo de transformaciones profundas para el Ecuador.
Es una victoria contundente que supera el 51% de la votación presidencial y es, además, histórica, puesto que por primera vez en el Ecuador un candidato gana la presidencia en la primera vuelta. Este resultado expresa una importante afirmación de esta tendencia, una conciencia política del pueblo que tiene puesto sus miras en la posibilidad y necesidad de un nuevo Ecuador, de una Patria Nueva y que supo discernir y tomar posición frente a la gran ofensiva anticomunista, anti izquierda y anti-Correa que desarrollaron las diversas facciones de la derecha, que se presentaron dispersas orgánicamente pero unidas ideológica y políticamente a la hora de enfrentar al pueblo y a la corriente de cambio. A la final, la mayoría de la oligarquía y toda la derecha sumaron fuerzas y recursos para impulsar la candidatura de Gutiérrez, que alcanzó un 28%.
La particularidad de este triunfo está dado porque varias fuerzas sociales y políticas, que antes apoyaron a Correa, hoy no lo hicieron y buscaron otras opciones. Pachakutik, por ejemplo, realizó en algunos lados una campaña contra Correa e indujo a votar por Gutiérrez. Por otro lado, Martha Roldós y La RED, quienes se opusieron a la nueva Constitución y se oponen al gobierno, no lograron convencer -como se pensaba- a sectores medios de la población descontentos con la acción gubernamental. Todas las demás candidaturas a la presidencia que alcanzaron ínfimos resultados, hicieron campaña teniendo como blanco de ataque al gobierno y, por ende, a la tendencia democrática y patriótica.
Es necesario destacar que de las fuerzas de la tendencia fue el MPD, partido de izquierda revolucionaria, quien supo sostener una postura política clara, quien ubicó como objetivo central el fortalecimiento de la tendencia patriótica, democrática y de izquierda, y contribuir a su crecimiento y calificación; desde ese ángulo ha mantenido el apoyo crítico al gobierno de Rafael Correa y llamó a votar él en estas elecciones.
Esta posición ha sido sostenida en medio de ataques y estigmatizaciones realizadas a esta organización política por parte del imperialismo, de las fuerzas de la derecha ecuatoriana, de la de la vieja y nueva socialdemocracia, de algunos sectores del oportunismo de izquierda y aún del mismo Presidente, quien atacó a sus dirigentes y a la política del MPD, a lo que se sumó las provocaciones de ministros como Raúl Vallejo (Educación).
Este es un mérito importante del MPD, que supo mantener y explicar sus objetivos, que estableció ante su militancia y base social, los alcances revolucionarios de su consigna estratégica: “Patria Nueva y Socialismo”. Desde este ángulo se presentó como una fuerza revolucionaria auténtica, con identidad ideológica y política, con organización en todo el Ecuador, la misma que ha sido reconocida ampliamente y que le ha significado también una importante victoria.
Se puede establecer con cierta claridad que el MPD le aporta un 3 ó 4% a ese 51% que alcanzó Rafael Correa y con el cual ganó la Presidencia de la República. Pero no solo eso, sino que es la única organización política que duplica su votación en este proceso. Ha duplicado también el número de asambleístas, de 3 a 6, convirtiéndose en la segunda fuerza de la tendencia, luego de Alianza País en la Asamblea Nacional y en la primera fuerza de izquierda a nivel general. Una mayoría de candidaturas de prefectos y alcaldes a los que apoyaron en provincias han triunfado; el número de concejales municipales crece de 25 a más de 40, en las alcaldías crece de 4 a 10.
Según informaciones de sus dirigentes, su victoria se extiende también a los ámbitos organizativos, pues sus unidades políticas de base, “las brigadas”, han tenido un crecimiento importante, así como el número de nuevos afiliados que alcanzan a cerca 100 mil. Estos resultados son otro significativo componente de la calificación de la tendencia, constituyen un aval del pueblo a las posiciones políticas revolucionarias, abren el cause para profundizar el debate y la lucha por el socialismo, por la revolución.
El momento es trascendente, también, porque sectores populares, cada vez más amplios (los trabajadores, la juventud, las mujeres, los indígenas, entre otros), ven a la izquierda revolucionaria como un referente en el cual puede confiar, como una fuerza en desarrollo que puede ganar y que es una alternativa para asegurar los cambios.
Ha quedado claro que izquierda revolucionaria tienen un espacio y un protagonismo en la vida política del país, que tiene una importante acogida en amplios sectores populares, en los cuales crece la confianza y se construye una identificación con un proyecto político revolucionario.
El escenario poselectoral tendrá sus particularidades, como toda nueva circunstancia, pero lo que va a seguir marcando la vida política del país es la lucha entre el pueblo y la oligarquía, entre la derecha y la izquierda, entre el Ecuador, sus pueblos y el imperialismo, entre los que quieren y luchan por los cambios y los que quieren detenerlos, desviarlos y retroceder.
Es decir, la confrontación social y política va a continuar, tendrá ribetes altos en la medida en que el gobierno profundice, como ha ofrecido, las medidas como el cobro de impuestos, entregue las tierras incautadas a los banqueros corruptos, y otras que apunten al bienestar del pueblo y al desarrollo soberano del país.
En la medida que esto suceda, el rol de la izquierda en general, y de la izquierda revolucionaria en particular, debe seguir calificándose, su influencia debe crecer, su organización debe enraizarse y multiplicarse, su política debe ser afinada y recreada constantemente; en definitiva, sus fuerzas deben crecer a fin de que puedan conducir la movilización popular por el cambio revolucionario.
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