El Tratado de Lima, de fecha 3 de junio de 1929 y su inseparable Protocolo Complementario de la misma fecha, dice en su artículo inicial:
“Artículo Primero
Los Gobiernos del Perú y de Chile no podrán, sin previo acuerdo entre ellos, ceder a una tercera potencia la totalidad o parte de los territorios que, en conformidad con el Tratado de esta misma fecha quedan bajo sus respectivas soberanías, ni podrán sin ese requisito, construir, a través de ellos, nuevas líneas férreas internacionales.”
Es decir, tal como lo entendería cualquier persona común y corriente, se estipula, subraya, establece, que el trato es entre dos países: Perú y Chile, ningún otro. ¿Y con qué objetivo?: para ceder a una tercera potencia la totalidad o parte de los territorios que el Tratado establece quedan a perpetuidad bajo sus respectivas soberanías, Tacna para el Perú y Arica para Chile.
Perú y Chile en virtud de este artículo quedan dependientes el uno del otro, para cualquier otorgamiento habrán de conversar, discutir, negociar, acordar previamente. Que Chile haga sus tratos sobre cualquier tema con otro país, es un asunto particular y soberano de aquél. Que la nación austral ofrezca, como lo ha hecho varias veces, lo que no es suyo y como presea si acaso en un conflicto así se convierte como regalía de la exacción, no es una materia que deba sorprendernos, la historia revela que hubo pactos secretos que luego fueron descubiertos de cómo Chile encandiló a Bolivia con Arica si el Altiplano se plegaba al país que le enajenó todo el acceso al litoral. Recuérdese que Perú NO limitaba con Chile hasta la guerra de rapiña de 1879. ¿Alguna vez, los cabezas gachas que se llaman historiadores, dejarán de ser cautivos de su servilismo cuando llaman “guerra del Pacífico” a lo que fue una invasión monda y lironda?
Entonces, lo entendería cualquier epígono de barra brava del más humilde equipo deportivo del villorrio más modesto: ¡éste es un asunto entre Perú y Chile y sólo el previo acuerdo podría dar paso a alguna decisión sobre dominio territorial! Pero no es al revés ¡de ninguna manera Perú está sentado en la butaca esperando a ver qué deciden otros países sobre Arica, en que aún se tiene soberanía restringida y servidumbres inalterables, y que nos vengan a consultar!
Ha dicho el canciller García Belaunde:
“Tenemos que ser consultados y conocer. Una vez que seamos consultados, haremos pública nuestra opinión. No creo que uno pueda hacer pública su opinión si no conoce la materia de qué se trata. Esperemos que, una vez que seamos consultados, hacer prontamente pública nuestra opinión. Por ahora es prematuro”. Agencia Oficial Andina.
Tal parece que la ignorancia del diplomático de marras es indiscutible. La dinámica que estipula el Tratado de 1929 dice otra cosa muy distinta: previo acuerdo entre Perú y Chile, si es que éste se genera para cualquier decisión, atendiendo, además, a que los convenios de límites como éste, no deben ser tocados y más bien defendidos y jamás violados como quiere hacer, inventando la delimitación marítima, el país del sur y por eso es que Perú ha planteado el tema ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Entre lo que diga, con pusilánime desverguenza y falta de cálculo, el mismísimo titular de Relaciones Exteriores y lo que propone el Tratado de 1929, todo buen peruano sabe ¡qué camino escoger y a quién anotar para juzgar y castigar por apóstata! ¡Y con él, a todos los que han profanado y vienen haciéndolo contumazmente, los sagrados mandatos constitucionales de defender la pétrea contextura de ese Tratado que sirve ¡precisamente! como uno de los considerandos más importantes en La Haya.
¿De qué consulta habla García Belaunde? ¿será que él tiene alguna cuita en particular con los acuerdos a que arriben otros gobiernos? No se entiende de otro modo su falta de entereza con respecto a la contextura soberana del Tratado de 1929 que dice también –para su información- lo siguiente:
Artículo Segundo
El territorio de Tacna y Arica será dividido en dos partes. Tacna para el Perú y Arica para Chile. La línea divisoria entre dichas dos partes y, en consecuencia, la frontera entre los territorios del Perú y de Chile, partirá de un punto de la costa que se denominará “Concordia”, distante diez kilómetros al Norte del puente del Río Lluta, para seguir hacia el Oriente paralela a la vía de la sección chilena del Ferrocarril de Arica a La Paz y distante diez kilómetros de ella, con las inflexiones necesarias para utilizar, en la demarcación, los accidentes geográficos cercanos que permitan dejar en territorio chileno las azufreras del Tacora y sus dependencias, pasando luego por el centro de la Laguna Blanca, en forma que una de sus partes quede en el Perú y la otra en Chile.”
Es posible que seamos modestos ciudadanos, no obstante la bandera tremolante y llama de fuego perpetuo en homenaje a los que murieron por la patria, son posturas irrenunciables, hoy y siempre. ¡Allá ellos a quienes el escupitajo del desprecio, por su deshonor y carencia de valores, alcanza con el ácido letal de su vitriolo!
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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