Los mexicanos, en su mayoría, no menos de 100 millones (el resto, según el último censo de más de 103 millones, son los multimillonarios, los ricos, la élite política y las delincuencias vertebradas en su cúspide por los narcotraficantes, viviendo económicamente a sus anchas), tras el desbordamiento de la corrupción, decadencia del presidencialismo e ineficacia de la política al abandonar sus fines democráticos y republicanos, a partir del lopezportillismo, su aborto delamadridista y los abusos del autoritarismo sangriento del salinismo-zedillista, llegaron al límite con la fallida alternancia foxista-calderonista.
Esta derechización panista se incubó en la derechización priista a partir de 1968; 1971 puso las condiciones para ese viraje con el echeverriato, cuyos síntomas y hechos irrumpieron con el alemanismo. Fue así que en 1946 la conducción política-económica del país cortó de tajo el nudo de los compromisos conquistados por la Revolución de 1910, que culminó con las reformas a los fines de la Constitución de 1857 y puso en vigor la ahora contrarreformada por más de 400 cambios, Constitución de 1917.
Las crisis amontonadas a las puertas desvencijadas del sistema político se presentan en el relajamiento constitucional, renacimiento del caciquismo de los Estados, rompiendo con sus autonomías feudales, la coordinación del federalismo y enfrentándose para rivalizar con el supremo poder del Estado federal.
Elites políticas pasadas fraudulentamente por las urnas y funcionarios por nombramiento constituyen la clase beneficiada por detentar el poder y los toma y daca con los poderes fácticos de los medios de comunicación (sobre todo el duopolio televisivo y las radiodifusoras, cuyas concesiones son, por la vía de las amenazas cumplidas, ya de su propiedad).
El malestar social se presenta con más intensidad por las nuevas desgracias: un Estado policiaco-militar que de facto constituye un golpe militar tras el presidencialismo calderonista y un panista que afirma seguirá combatiendo a las delincuencias, atropellando el federalismo y “sin permiso” del artículo 29 constitucional.
Desempleo alimentado con despidos masivos; desplome del consumo; empobrecimiento devastador; falta de credibilidad en los funcionarios; desprecio de las elecciones… Millones de mexicanos sin acceso a las instituciones de salud, otros tantos rechazados en las escuelas de estudios superiores y arrojados a la drogadicción… Ciudades sitiadas por ladrones para drogarse; tribunales de a tanto por cuanto para impartir injusticia a las víctimas; policías corruptas… El Instituto Federal Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en total desprestigio; los Azcárraga y Salinas Pliego apoderándose, desde el poder inmenso de sus televisoras, de cuanto negocio hay; los multimillonarios, con Slim y la dueña de la cervecería más importante, dedicados a las inversiones inmobiliarias… La plutocracia en su apogeo.
Ya no tarda en estallar la violencia social: por hambre, falta de trabajo, por abusos en las juntas de Conciliación y Arbitraje; por jueces vendidos, abusos de Hacienda por exceso de impuestos y cobros-robos de la Comisión Federal de Electricidad y Luz y Fuerza del Centro, las dos empresas que venden electricidad con recibos leoninos.
Y no es que la historia se repita, pero sí que “el terreno ganado por una generación puede ser perdido por la siguiente… todo lo que adviene es, en realidad, nuevo; todo presente se transforma de infinita e imprevisible manera; la realidad es más pródiga que la más febril fantasía” (Herbert A. L. Fisher, Historia de Europa, y Veit Valentin, Historia universal).
Porque lo que pasa en nuestro país presenta nuevas causas de las rebeliones que se anuncian contra el mal gobierno. Es la violencia contra la concentración de la riqueza y, desde López Portillo, contra el ejercicio del poder federal en manos de quienes se han salido del acatamiento constitucional. Y de la descomposición de los gobernantes, vorazmente corruptos, en las entidades de la federación donde su integración municipal ha dejado de ser “su organización política y administrativa”.
No tenemos políticos, tenemos ladrones. No tenemos funcionarios, tenemos depredadores. No tenemos jueces, tenemos delincuentes en los tribunales. No tenemos legisladores y, los que hay con visión de Estado, se pierden en ese grupo que vomita leyes, que son una telaraña para hacer víctimas a los mexicanos.
Los poderosos del dinero y poder político-administrativo en las cúpulas sólo se sirven para su beneficio, y usan al Estado mexicano como una cueva de Alí Babá, donde sus tesoros son para su familia, cómplices, empresarios, banqueros y dueños de los inmensos capitales.
En consecuencia, aumenta la pobreza a extremos de miseria, hambre, drogadicción, enfermedades, desempleo, en medio de la cual se levantan centros comerciales y mansiones… rodeados por millones de pobres que aisladamente roban, asaltan, cometen homicidios; en tanto las pandillas secuestran, son narcotraficantes, sicarios, tratantes de mujeres, roban niños y los venden o prostituyen.
La violencia social en un Estado policiaco-militar, con un presidencialismo débil, alcohólico, corrupto, anticonstitucional (el teatro Jiménez Rueda ha presentado lo que en su tiempo fue el precedente calderonista: Eduardo II, el drama teatral de Christopher Marlowe), está por estallar ante la indiferencia de gobernantes y millonarios que usan al Estado para sus fines, olvidando que la Revolución inconclusa de 1910-1917 (Orlando Fals Borda, Las Revoluciones inconclusas en América Latina: 1809-1968) llega a su centenario como la piedra de toque para el estallido de la violencia social y que ocurre cuando “la desadaptación surge en la sociedad, quiérase o no, cuando ésta se halla inmersa en momentos de conflicto y tensión como los actuales” en México.
“Se dice que no hay peligro, porque no hay agitación. Se dice que, como no hay desorden material en la superficie de la sociedad, las revoluciones están lejos de nosotros… se ha hablado de cambios en la legislación. Yo me siento muy inclinado a creer que esos cambios no sólo son muy útiles, sino necesarios: así, creo en la utilidad de la reforma electoral, en la urgencia de la reforma parlamentaria, pero… muy pronto, la lucha política se entablará entre los que poseen y los que no poseen…
“Cuando trato de ver, en los diferentes tiempos, en las diferentes épocas, en los diferentes pueblos, cuál ha sido la causa eficiente que ha provocado la ruina de las clases que gobernaban, veo perfectamente tal acontecimiento, tal hombre, tal causa accidental o superficial, pero podéis creer que la causa real, la causa eficiente que hace que los hombres pierdan el poder es que se han hecho indignos de ejercerlo… por su indiferencia, por su egoísmo, por sus vicios”. Son palabras de Tocquevielle, hace dos siglos.
El último malestar social mexicano tuvo lugar hace un siglo. Estalló por las causas y circunstancias nuevamente presentes en el México de la derechización que empezó hace 33 años.
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