Felipe Calderón está dispuesto, a pesar de todo, a ganar la batalla por “su país”. No el que desean millones de pobres y empobrecidos, sino el que se imagina va adelante en buque de gran calado o que ilusiona como la quinta potencia mundial. Sueños de un mexicano, diría un Chava Flores (¿religioso y privatista?).
Tres elementos han sido los característicos en los recientes días: el uso indiscriminado y costoso de la televisión y el teléfono para mensajes (cuyas erogaciones se desconocen hasta ahora), los cambios aparentes de piel y elevar los impuestos ante un país que desfallece por los excesos burocráticos, políticos y de corrupción.
Lo primero ha sido evidente. En un solo día, de forma sistemática, aparecen en la pantalla de la ilusión lo mismo Felipe –a una hora que no estaba programado–, anunciando el recorte de secretarías estatales, y el siempre fatigado aunque sonriente (“de qué se ríe señor ministro”), Agustín Carstens.
En el segundo asunto, llegó el cambio en el equipo de Los Pinos, aunque no como se esperaba (de fondo y plural), sino más bien decepcionante (formal y de bajo perfil).
Se fue, como estaba previsto, debido a su pugna con Genaro García Luna, el procurador general Eduardo Medina Mora; llega Aturo Chávez Chávez. Le dicen adiós al llamado Bebeto, Alberto Cárdenas, y arriba Francisco Javier Mayorga. Despiden a Jesús Reyes Heroles, el pequeño, por una disputa con Georgina Kessel, y aparece en escena José Suárez Coppel.
La larga ceremonia de relevos fue como si estuviéramos en un acto improvisado y de último momento: sólo Calderón tenía muy ensayado lo que dijo, aunque se deshizo en elogios (¿entonces por qué desechar a los eficientes?), particularmente a Medina Mora (aseguran que irá a una embajada) y al Cárdenas de Jalisco, aunque con Reyes Heroles dejó abierta la puerta a una posición futura en el gobierno. El exdirector de Petróleos Mexicanos (Pemex) llevaba una carta pequeña en su saco, la cual leyó nerviosa y atropelladamente, mientras que su relevo, Suárez Coppel, hizo señalamientos en contra de la paraestatal en la cual, dijo, no se han realizado las funciones adecuadamente; ello, cuando menos, es una falta de respeto a su antecesor. Cárdenas, quien fue motejado como El caballo negro, dijo algo inusitado: que gracias a sus esfuerzos, agricultura fue el único sector en la crisis que aumentó su producción; ello no corresponde a la realidad según el precio de la tortilla que aumentó imparablemente durante su gestión; y el nuevo encargado de ese sector, el señor Mayorga, sacó unos apuntes en un block amarillo congo que seguramente redactó minutos antes.
Esta apresurada relación muestra claramente que Los Pinos impone tiempo, ritmo, forma, circunstancia… y los demás, lacayunamente, cumplen.
No hay en el trío que llega nada que sobresalga de las limitadas concepciones panistas. Tienen padrinos importantes: Chávez, a Diego Fernández de Cevallos; Suárez Coppel, a Francisco Gil Díaz; y Francisco Javier, al propio Alberto Cárdenas.
Chávez y Chávez fue procurador cuando el sexenio de Francisco Barrio, en Chihuahua. Queda en su historial que no sólo vio con desdén el asunto de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, sino que en una ocasión dijo que a dichas féminas “las violan o las matan por prostitutas”. El hecho real es que sus antecedentes son oscuros.
Con dichos antecedentes (y otros) no puede ser Chávez el nuevo “abogado de la nación”. Hay inconformidad en los grupos de derechos humanos, y legisladores perredistas y priistas impugnan la designación calderonista. Bueno, hasta el mordaz senador Beltrones dijo: “Ni siquiera lo conozco”.
El caso de Suárez Coppel es peor. Formado entre los Chicago Boys, es decir en la escuela de Milton Friedman (cuyo fracaso en el mundo es evidente), manejó los derivados financieros de varias empresas, los cuales llevaron a la ruina financiera al orbe. Su paso en Televisa, Grupo Modelo y Banamex, perfila cuáles son sus tendencias y amistades.
Del señor Mayorga, quien fue secretario en los dos últimos años de Vicente Fox en el mismo puesto que nuevamente operará, hay mucho que decir. Lo único que anotamos es: las organizaciones campesinas se han inconformado, nuevamente, ante individuos poco conocedores de una problemática compleja y desdeñada.
La situación está, sin duda, del cocol, pues hasta la Arquidiócesis de México señaló negativos dichos cambios, que en realidad son más regresivos y con el fin de seguir jugando a la casita en Los Pinos.
Pero no se apure, ya el señor Carstens nos dijo que para salir del hoyo no importa el equipo de Felipe, sino más impuestos en todo: alimentos y medicinas, telefonía e internet, energéticos y luz.
Mientras tanto, felices días ante la pantalla casera donde la burocracia informará que salimos exitosamente adelante.
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