Es archisabido que Calderón y su eclipsado director de comunicación Cortázar (huéspedes de Los Pinos, que los columnistas Eva Makivar de El Financiero y Julio Hernández de La Jornada rebautizaron como Los Vinos, y que este tecleador echa el “bolo” para la confirmación) a nadie odian más (después de al pueblo llano, con sus clases medias degradadas económicamente a niveles de pobreza) como a los periodistas, en particular de la prensa escrita que, sobre información verídica, contrastada y de interés público, apoyan las libertades constitucionales para la crítica y el análisis de los hechos irrefutables.
Y detestan la tarea de los reporteros, al grado que con su silencio, son cómplices de la delincuencia que, con fines de venganza y amedrentamiento, cometen un rosario de homicidios contra ellos. Ni siquiera por cinismo Cortázar y Calderón, encerrados a piedra y lodo con protección militar propia de gobernantes dictatoriales, pronuncian una palabra de censura, ya que desde hace tres años han concluido una sola investigación, en su indiferencia a los feminicidios y a los más de 20 mil homicidios (que se sabe, pero se oculta la cifra real) por la fallida estrategia militar que ha provocado mayor virulencia de las delincuencias.
En esa total inseguridad, también los periodistas son sus víctimas, como inauguraron el nuevo año Calderón-Cortázar con el secuestro y asesinato de Valentín Valdés Espinosa, de cuya tragedia dieron detallada información los medios de comunicación escrita (La Jornada, El Universal y El País, 9 de enero de 2010). Era reportero, fundador del periódico Zócalo de Saltillo en Coahuila, otra entidad de las 24 que domina el narcotráfico y escenario de una guerra donde mueren mexicanos inocentes por el fuego cruzado y la necedad calderonista a ejercer el artículo 29 de la Constitución.
Este reportero cumplía con su deber de informar a los lectores sobre los sicarios de los narcos y los baños de sangre entre ellos y con los militares. Sobre su cadáver, torturado antes de privarlo de la vida, había un mensaje: “Esto les va a pasar a los que no entiendan, el mensaje es para todos”. Obviamente, para todos los periodistas.
Ninguna investigación ha llevado la Procuraduría General de la República, a través de la Subprocuraduría de Derechos Humanos y su apéndice, la Fiscalía para Investigar Delitos contra Periodistas (donde sus titulares, Castro y Orellana, cobran sumas millonarias), y menos ahora que Chávez decretó el desmantelamiento de la fiscalía, como informa y critica Ernesto Villanueva (Proceso, 10 enero de 2010); para que la impunidad sea la nueva impartición de justicia para los mexicanos en el ámbito de competencia federal.
El rencor, fastidio y no tragar el desempeño de la prensa por parte de Cortázar y Calderón ya quedó comprobado: que los delincuentes hagan el trabajo sucio de quitar de en medio a los reporteros para que ambos, al ser asesinado un periodista, se sacudan a un “enemigo”.
El homicidio de Valentín Valdés Espinosa aumenta la lista de asesinatos desde Fox a Calderón, con 64 periodistas vilmente eliminados, mientras 10 más están supuestamente desaparecidos, ensangrentando a la prensa y haciendo de la impunidad la respuesta de la ojeriza calderonista contra la libertad de expresión.
Con esa aversión, los panistas de la derecha se aprestan a celebrar, del bicentenario y el centenario, al factor común de esos derechos constitucionales que es Francisco Zarco y quienes en ese periodo los conquistaron. Mejor que Calderón-Cortázar guarden silencio por su complicidad ante esos hechos.
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