Dos importantes acontecimientos se entrecruzaron en fechas pasadas: el debate acerca de la propuesta de reforma política que envió Felipe Calderón y la gran alharaca acerca de las casi seguras alianzas del Partido Acción Nacional (PAN) con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en diversos estados. Ambos acontecimientos fueron opacados al máximo por el ataque por arma de fuego al goleador Salvador Cabañas, asunto de primera importancia en los medios y en la vida nacional, pues la patabola es el escape-adicción más importante de los mexicanos.
Respecto del decálogo calderonista para modificar varios reglamentos políticos, la mayoría de las intervenciones en el Senado –exceptuando la de militantes y legisladores panistas– fue de rechazo en uno o varios puntos. Incluso el expresidente del Instituto Federal Electoral, José Woldenberg, con antelación, había señalado su oposición a las candidaturas independientes, elevar la votación para obtener el registro partidario, la reelección y hasta la segunda vuelta presidencial.
En diferentes rubros, pero con argumentos sólidos, también se opusieron Jorge Alcocer, Miguel Ángel Granados Chapa, Diego Valadés y José Antonio Crespo, entre otros conocedores de esos problemas.
Más críticos fueron los dirigentes del PRD y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Jesús Ortega y Beatriz Paredes, respectivamente. Él, hablando de la necesidad de otras modificaciones que favorezcan al ciudadano; ella, denunciando que lo pretendido por Calderón es hacer más fuerte el presidencialismo, reducirle atribuciones al Legislativo y, en otro terreno, oponiéndose enfáticamente a las candidaturas ciudadanas. Ambos, extrañamente, coincidieron en señalar que es indispensable hacer cambios en los medios para que dichos instrumentos no se sobrepongan a la política. Asunto de primera importancia para democratizar el sistema.
Fue tal la andanada contra lo planteado por Felipe, que él mismo tuvo que salir a defender su proyecto en una reunión de legisladores albiazules en Puebla. En su alocución dijo: “Ciudadanos y ciudadanas” más de 80 veces, lo que muestra que está recurriendo a una estratagema ampliamente utilizado en los últimos nueve años (de Fox para acá): el señalar a los políticos como responsables de que no avance la democracia en el país. Esquema que ha dado diversos resultados, sin modificar un ápice la realidad del país.
Resulta que la mal llamada reforma política posiblemente saldrá adelante, pero como dijo el senador Carlos Navarrete, modificada en lo sustancial y sin las pretensiones de Los Pinos. Estaremos, sin duda, ante una nueva reforma de la reforma.
Antes de que se discutieran los planteamientos calderonistas, tanto César Nava, que encabeza el PAN, como Jesús Ortega, al mando aparente del PRD, se habían reunido para fraguar una serie de coaliciones en diferentes estados. Existe la posibilidad de que en Oaxaca, Hidalgo, Puebla, Durango y en alguna otra entidad vayan de la mano para oponerse al PRI. Aunque en la tierra de los Rojo Gómez, los Chuchos insisten en imponer al cacique José Guadarrama.
Esto, como era lógico, trajo la respuesta contundente de Enrique Peña Nieto –no se descarta una liga azul-negroamarilla el próximo año en el Estado de México–, Manlio Fabio Beltrones y Beatriz Paredes, entre los más conspicuos tricolores. Los adjetivos fueron lo sobresaliente: unión contra natura, mal acuerdo entre las “cópulas”, dijo Fidel Herrera –aunque después rectificó y dijo cúpulas–; un desatino y una larga serie de pronunciamientos vacíos.
Por el otro lado, los ahora grandes compañeros de viaje señalaron que su unión era “veneno puro” y esto haría temblar al PRI.
Quien primero censuró y luego matizó acerca de tales alianzas fue el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, lo cual muestra que no existe una posición oficial al respecto. Y el que francamente se irritó fue Diego Fernández de Cevallos, quien, no se olvide, hizo la primera concertacesión en el poder, al llevar a cabo un casi romance con Salinas de Gortari.
César Nava dijo que con el PRI tenían “diferencias profundas, históricas”, que les impide pactar con ellos. Declaración insólita, pues gracias a Manlio Fabio, el señor Felipe Calderón entró a la Cámara de Diputados y tomó protesta. Es más, en los primeros años de esta administración, varias reformas –Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, Petróleos Mexicanos, Ley de Ingresos, Impuesto Empresarial a Tasa Única, etcétera– se aprobaron como deseaban los panistas gracias a las facilidades priistas.
Las asociaciones entre los tres partidos mencionados y otros, hay que ser muy claros, han ocurrido en diferentes momentos y por razones muy distintas. Es más, en ellas han participado otros, como los desaparecidos Partido Sinarquista y el Popular Socialista, asimismo los más pequeños que están presentes. Los más activos: el tramposo Verde Ecologista y Nueva Alianza.
Por lo tanto, no hay que asombrarse de nada, menos si es con el fin –declarado por Manuel Camacho y Santiago Creel– de evitar que el PRI vaya como jamelgo de hacienda rumbo a 2012. Hay algo notorio: se acabó la hermandad entre PAN y PRI. Las tareas para la administración central se dificultarán en grado extremo.
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