Termina la mitad del sexenio de Calderón entre una guerra mal avenida y peor conceptualizada contra el narcotráfico, descrédito en las instituciones, influenza y pandemias políticas disfrazadas de alianzas entre el Partido Acción Nacional y ese nuevo Frankenstein (con perdón del personaje) de izquierda, integrado por el Partido de la Revolución Democrática, Partido del Trabajo, Convergencia y los que se quieran anotar, con un balance totalmente desfavorable para el segundo gobierno panista que dirige los destinos de la nación.
De 2007 a 2009, la tasa media de crecimiento anual (TMCA) del Producto Interno Bruto (PIB) fue de -1.6 por ciento. En este promedio juega un papel relevante la crisis económica iniciada en el segundo semestre de 2008 y que perdura hasta la fecha. En 2009, la economía se desplomó en 7 por ciento. Esta crisis ha sido mal enfrentada por las autoridades correspondientes, lo que la avivó aún más.
Para que la economía pueda crecer, requiere de inversiones, sobre todo las canalizadas al sector productivo en la compra de maquinaria, equipo, herramienta, etcétera. Este rubro, la formación bruta de capital fijo o acumulación de capital, creció en -1.8 por ciento anual (Instituto Nacional de Estadística y Geografía, Inegi, página web, 2010). Es decir, es tan frágil la estructura económica mexicana que no es capaz de posibilitar inversiones significativas, lo que trae como consecuencia los datos negativos en materia de producción.
Para completar el cuadro desde el punto de vista de la oferta agregada de la economía, se observa que las importaciones también cayeron en estos tres años a razón de -0.9 por ciento en promedio anual.
Ahora bien, si se presta atención al comportamiento de la demanda, se tiene lo siguiente: el consumo privado (donde nos encontramos todos los que consumimos) cayó en -1.1 por ciento al año, lo que se explica por la caída del PIB, del empleo, la falta de ingresos, la caída en los salarios reales, entre otros aspectos. Todo esto indica la incapacidad para satisfacer las necesidades de los consumidores; de la acumulación de capital ya dimos cuenta de su proceder; el consumo gubernamental creció 0.9 por ciento al año; y las exportaciones tuvieron una TMCA de -6.1 por ciento.
Podemos percatarnos cómo la economía no crece internamente ni tampoco lo hace hacia el exterior, con lo que los sueños aperturistas y globalizadores de las autoridades no se cumplen del todo.
Veamos, con un afán ilustrativo, más de cerca la actuación de un sector industrial: la manufactura. Según la Encuesta industrial mensual que elabora el Inegi, la cual representa el 30 por ciento del PIB, el comportamiento de sus variables centrales en los años que se están analizando fue el siguiente:
La TMCA del valor de la producción de la industria manufacturera fue de 5.6 por ciento entre 2007 y octubre de 2009 (Inegi, página web, 2010).
Esto fue posible con una productividad (relación entre el valor de la producción y el número de trabajadores) en promedio anual de 9.7 por ciento. Para lograr este nivel de crecimiento se generaron excedentes (diferencia entre el valor de la producción y los salarios pagados a los trabajadores) en el orden del 6 por ciento de TMCA.
Si a los excedentes se les divide entre los salarios, nos da un aproximado de la tasa de explotación a la que son sometidos los trabajadores. Ésta tuvo un crecimiento anual entre 2007 y 2009 de 4.5 por ciento. Visto de otra manera, cuando Calderón asume la Presidencia de la República, por cada peso pagado a los obreros, éstos generaban 44.40 pesos (en 2007); para octubre de 2009 (último dato disponible), el excedente que obtenían los empresarios era de 53.27 pesos. Esta cifra es escandalosa y nos lleva a pensar, entre otras cosas, en la necesidad de una reforma fiscal radical en donde los capitalistas paguen 40 o 50 por ciento de sus ingresos. Cabe señalar que estos niveles de explotación se encuentran en pocos países en el concierto internacional.
Los excedentes producidos por los trabajadores, y que quedan en manos de los empresarios, crecieron anualmente a una tasa de 4.5 por ciento, en tanto que la contratación de mano de obra lo hizo en -9.7 por ciento. Si hay menos obreros trabajando y el valor de la producción y de los excedentes aumenta, esto nos muestra que el nivel de explotación en que se encuentra la clase obrera se exacerba y por eso encontramos que los empresarios se embolsan más de 50 pesos por cada peso que pagan a los trabajadores.
Pero hay más: desde el punto de vista de los trabajadores, ya dijimos que bajó su número en -9.7 por ciento anual; los salarios nominales disminuyeron en 0.6 por ciento; las horas-obrero laboradas tuvieron un insignificante crecimiento de 0.2 por ciento; todo ello con un uso de la capacidad instalada que decreció en 0.5 por ciento: en 2006 se utilizaba el 81.7 por ciento y en 2009, el 80.1 por ciento de dicha capacidad. Estos datos nos están indicando que hay menos trabajadores, se les paga menos, trabajan casi las mismas horas en 2009 que en 2007 y utilizan la misma capacidad instalada de las empresas. Resultado: se incrementa la explotación y el nivel de generación de excedentes.
He aquí una primera aproximación de la debacle económica de los tres primeros años del gobierno de Calderón.
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