No hay imágenes más tradicionales y espantosas que las de Beatriz Paredes (Partido Revolucionario Institucional, PRI), César Nava (Partido Acción Nacional, PAN) y Jesús Ortega (Partido de la Revolución Democrática, PRD), festejando la victoria en las pasadas elecciones (4 de julio).
Bety dijo que habían ganado en 11 estados, dando por perdido (sin decirlo) Oaxaca. El novio de Patylu afirmó que el PAN iba rumbo a un triunfo en 2012. Y el supuesto líder perredista, como siempre tartamudeando, expresó algunas frases sin mayor sentido.
Los que no intervinieron fueron los importantes: Manuel Camacho, el arquitecto del que parecía inútil Diálogo para la Reconstrucción Nacional (reunión del PRD, Partido de Trabajo y Convergencia) y las satanizadas alianzas; Manlio Fabio Beltrones, que supo jugar soterradamente sus cartas en Aguascalientes (donde le levantó el brazo a Carlos Lozano) y otros lugares y, sobre todo, Elba Esther Gordillo, quien abierta o calladamente triunfó en muchos estados, aunque primordialmente en Puebla y en Oaxaca, en este último lugar, mediante la declinación de Irma Piñeiro (Partido Nueva Alianza, Panal) a favor de Gabino Cué, en la recta final de la contienda.
Derrotados abiertos hay muchos: los impresentables Ulises Ruiz (que hizo de la represión el signo de su administración), Mario Marín (el negociante y acomplejado seductor de jovencitas, a quien, extrañamente, Felipe Calderón fue a darle respaldo pasados los comicios en un acto de la Volkswagen), Amalia García, la antes mujer de izquierda que hizo de Zacatecas su negocio familiar, y hasta Enrique Peña Nieto, el cual no obstante sus decenas de millones de pesos invertidos, cientos de mapaches electorales enviados a todo el país y aspiraciones faraónicas para 2012, ve que el próximo año no la tiene fácil en el Estado de México, su feudo.
Pero ante la euforia de muchos y el silencio de otros tantos, hay lecciones negativas que no debemos olvidar: la presencia irrefrenable del narcotráfico tanto en acciones sangrientas como bajo cuerda (apoyando a Vizcarra en Sinaloa, ejemplo notorio), el gasto desmesurado de gobernadores y la imposición de sus incondicionales, algunos de los cuales fracasaron; la intromisión del gobierno federal mediante instituciones como la Secretaría de Desarrollo Social y otras, incluso los anuncios espectaculares de Felipe Calderón días antes de las votaciones; la falta de medios independientes en los diferentes estados y el manejo faccioso de los sistemas de radio y televisión en cada entidad; la no independencia de los institutos electorales; el reparto de materiales de construcción y alimentos por parte de aquellos que, al tomar posesión, dicen que respetarán a sus gobernados, y la incredulidad en las casas encuestadoras, que mostraron que a la mayoría les interesa más el negocio que la credibilidad.
Es cierto que donde el narcotráfico domina, ganó el PRI: Tamaulipas y Chihuahua; pero la votación fue menor al 40 por ciento, la legitimidad, entonces, de Torre y Duarte, es muy limitada. Mientras en Sinaloa, otro de estos lugares clave, la batalla entre el caído Vizcarra y el ganador Malova posibilitó una alta votación, pero la fractura tricolor es notoria, pues Francisco Labastida y Juan Millán, exgobernadores de la entidad, y Manlio Fabio Beltrones, opositor a Peña Nieto, apoyaron a López Valdez.
También hay fractura del antiguo partidazo en Oaxaca, donde hicieron unión los antes distanciados exmandatarios Diódoro Carrasco, José Murat y Heladio Ramírez, entre otros. Pero incluso antiguos golpeadores y cercanos a Ruiz, como Jorge Franco, apoyaron bajo cuerda a Cué. Éste, por cierto, mostró que es un hábil político, conciliador y audaz, tanto que algunos lo ven con posibilidades en la izquierda para 2012, algo que no será.
La izquierda antaño con ideología mostró que tiene personajes corrompibles al primer hervor. Un prototipo, Amalia García, quien hace muchos años lo mostró, incluso desde que militaba en el Partido Comunista Mexicano, aunque ya de gobernadora hizo lo peor: usar el gobierno para sus familiares –especialmente su hija Claudia Corichi–, amigos, negociantes y hasta artistas de su predilección, incluido Joaquín Sabina. Terrible. El descrédito de ella es total.
Nadie ha dicho que los jóvenes casi no participaron en estas aventuras por las urnas, no obstante que por medio de Facebook y Twitter hicieron ver muchos de los despropósitos de los grillos: que la televisión resultó un instrumento avejentado con los mismos de hace años, sin análisis de fondo y con ausencia de nuevos ángulos, y que la clase política quedó satisfecha, a pesar de que no haya planteado un asunto novedoso, un problema serio por resolver y cómo encarar el futuro.
Sorpresas: la batalla librada y casi ganada por Xóchitl Gálvez con nada y un lenguaje popular al que no le dio miedo decir las cosas; el Partido del Trabajo es igual al Panal, apoya a unos, se deslinda de otros, hace perder a aliancistas, como en el caso de Durango con José Rosas Aispuro; y que, finalmente, 2012 no está escriturado para don Copetón, el cual ya puso sus barbas a remojar. Lo más evidente es que los partidos están fracturados al máximo: en ninguno hubo cohesión, más bien sus militantes saltaron con quien veían mayores posibilidades de triunfo.
El sistema político está, realmente, en crisis, sobre todo porque los profesionales de esta actividad son ricos en un pueblo miserable. Pero la transformación, como siempre, no vendrá de las alturas. Es hora de sacudir árboles.
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