Al insistir en el tema que lo apasiona y, seguramente, le produce mayor dolor de cabeza (la lucha contra el narcotráfico o la seguridad, dependiendo del cristal con que se mire), Felipe Calderón llevó a cabo dos encuentros, el lunes 3 y el martes 4 de agosto, con un buen número de asistentes.
En el primero se invitó a varios de los que se habían reunido hace dos años para hablar de la inseguridad existente, donde el secuestro fue parte esencial. Cabe recordar que desde la consigna lanzada por Alejandro Martí –“si no pueden, renuncien”–, nadie se movió de sus asientos y ningún burócrata de alto nivel ha salido del cargo por cuenta propia o cese.
Ahora –donde las organizaciones no gubernamentales que han trabajado años el asunto, como el Fray Francisco de Vitoria, no fueron invitadas nuevamente–, el encuentro fue una serie de reclamos a Calderón, aunque nunca a su persona, sino más bien a sus “ineficientes” colaboradores, algo tradicional del priismo más arcaico.
La combativa señora Isabel Miranda de Wallace dijo que ejercicios como el realizado se hubiera hecho “desde un principio”, lo mismo que efectuar “una política incluyente a nivel federal, estatal, municipal”, pues “los estados se lavaron las manos y no absorbieron la responsabilidad que les correspondía”.
Eduardo Gallo, quien ha hecho un monitoreo del asunto, mencionó, en materia de seguridad, el gobierno federal tiene 5.2 de calificación en logros, y las entidades federativas, 3: reprobados.
Hasta Valentín Díez Morodo, empresario, reclamó que se debe “luchar mucho para convencer, sobre todo al inversionista extranjero, de que las cosas no están mal como dicen los medios”. Es decir, las percepciones famosas son tomadas en cuenta por los que antes traían sus capitales, por lo que los 2 mil 700 millones de pesos que se gastan en promover México (Contralínea, 191) sirven de poco.
Al día siguiente, el martes 4, los invitados fueron otros, pero las críticas no cesaron. Tanto, que el Ejecutivo hizo dos anuncios inusitados: aceptar que no sabe explicar la lucha antinarco y que están abiertos a debatir la legalización de la mariguana.
Empecemos por lo último. El 28 de marzo, ante un periodista de CNN, Felipe se había opuesto rotundamente a siquiera considerar dicha opción. Ello, no obstante que en 16 entidades de Estados Unidos hay iniciativas tendientes a ello, y en Arkansas y Texas ya se aprobó la medida.
Después en Twitter –tal vez para recalcar que la administración federal no sabe informar, ya que la comunicación es casi nula–, Calderón explicó que él no está porque haya libre consumo de mota, sino únicamente acepta que el asunto se discuta.
Algunos dicen que su cambio notorio de opinión se debe a dos cuestiones: la insistencia del presidente electo de Colombia, Juan Manuel Santos, a entrarle al espinoso asunto, y la necesidad electoral de mostrarse tolerante. Como sea, nuevamente encontramos a un funcionario rebasado, el cual no prevé lo que viene, sino reacciona, tarde, ante los acontecimientos. Y mal, pues en Estados Unidos, al socio mayoritario la “apertura” no gustó.
Felipe lamentó que en los estados de la república no tuviera “el control de la información” (sic que recuerda al Partido Revolucionario Institucional, PRI), algo inusitado en esta época. Comentó que no oculta datos e insistió que ha respecto de la lucha contra las drogas (solo de batería a cargo del panista Maximiliano Cortázar).
Justamente en este aspecto se centraron y fueron destacados en los medios las intervenciones de los articulistas de El Universal, Jorge Chabat; Excélsior, Jorge Fernández Menéndez, y Milenio, Héctor Aguilar Camín. No apareció ninguno de Reforma, El Financiero, La Jornada, Proceso y de este semanario, por citar algunos.
Los tres oradores dijeron que se está perdiendo la batalla por la información o de plano ya se perdió. Un ejemplo: el 28 de junio asesinaron a Rodolfo Torre, candidato del PRI al gobierno de Tamaulipas, y es la hora que no hay una explicación plausible. Otro que yo anoto: qué pasó realmente en el enfrentamiento donde perdió la vida Ignacio Coronel.
Al decir Eduardo Guerrero que la guerra contra el narco se llevó a cabo apresuradamente, fue interrumpido abruptamente por Calderón. Éste insistió que no se podía efectuar de otra manera. Lo que muestra que la tolerancia y el diálogo tienen límites y destinatarios.
En una misiva circulada por internet, atribuida a Lydia Cacho, la escritora y reportera le toma la palabra al señor de Los Pinos, y le dice que es conveniente debatir acerca de los peligros sociales que padecemos.
Señala la autora de Los demonios del edén que “Mario Marín protege redes de pornografía infantil a cambio de recursos para campañas políticas; su protegido Jean Succar Kuri sigue en sentencia por trata sexual y pornografía infantil (de niñas de hasta cuatro años) desde 2005”. Más adelante pregunta: “¿Cree usted que el procurador Chávez, a quien designó abogado de la nación, tenga tiempo e interés en revisar el caso?”.
La colaboradora promotora social también se refiere al asesinato de Brad Will en Oaxaca y las acusaciones del caso contra Ulises Ruiz, el pendiente de la Guardería ABC, la muerte de los niños Martín y Bryan Almanza, los refugios de derechos humanos atacados por la policía y, lógicamente, la desaparición y asesinato de periodistas que va en aumento.
Las intenciones de Felipe Calderón, no obstante las limitaciones que hubo en los actos mencionados, donde se excluyeron voces independientes, pudieron ser muchas y favorables para su estrategia política, aunque abrió la caja de Pandora. Tanto, que personajes defensores de su estrategia contra el narcotráfico están inconformes, no se diga sus adversarios.
La sociedad, con todo, abre los ojos y se mueve.
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