Existen textos que, al contarnos hechos nacidos de la más cruda realidad con una dramática y trágica envoltura, causan un tremendo dolor. Esto por la desesperante impotencia ante la impunidad que prevalece, el abuso del poder político y de cómo elude el Poder Judicial impartir justicia, porque se trata de responsables coludidos con esos poderes donde el factor común es el cargo del todopoderoso inquilino de Los Pinos. En este caso, del señor Calderón que, por salvar a la prima de su esposa, está arriesgando lo último que le resta de su infame presidencialismo, negándose a, cuando menos, cesar a los dos funcionarios federales que (con el desgobernador Bours y su clon Padrés, en Sonora) están implicados, jurídica y políticamente, como presuntos cómplices del pavoroso incendio de la Guardería ABC, donde murieron 49 niños y 79 más quedaron marcados de por vida. Es un libro en el que, página a página, Diego Enrique Osorno, periodista, escritor y poeta, nos cuenta con las voces de los padres de esos niños y la suya, lo que no debemos ni podremos olvidar.
El libro lleva por nombre la lapidaria frase de uno de los padres a los que el reportero da la palabra para decir lo que saben de las causas y fatales desenlaces, con nombres de los más que presuntos responsables de ese infierno dantesco, peor que la amenaza bíblica, en donde niños casi recién nacidos y no mayores de cinco años fueron asesinados. Otros más quedaron con lesiones físicas y daños sicológicos de por vida. En la bodega, almacén de papelería comprometedora de la administración de Bours que colindaba con la Guardería, hacía más de 10 días que soldaban, y el techo era de material altamente inflamable. Palabras menos, palabras más, asegura Daniza López, maestra de la Guardería ABC.
El autor nos ofrece juicios, informaciones… y el llanto de los padres entrevistados. Uno a uno, ponen los puntos sobre las íes. Y exponen su yo acuso hasta desconocer como presidente a Calderón que les ofrece 30 monedas por las vidas de sus hijos y ni un centavo de justicia, en complicidad con los ministros de la Suprema Corte, jueces de primera instancia, el desgobernador panista Guillermo Padrés y el presidente municipal de Hermosillo, Javier Gándara (primo de Ernesto Gándara, entonces alcalde del mismo municipio), que ignora la tragedia. Son testimonios desgarradores que Diego Enrique Osorno logró capturar. Con su epílogo, completa cuanto le dijeron de viva voz las madres, padres y familiares de ese infanticidio que sigue sin deslindar responsabilidades a los de arriba, que son protegidos por el mismo Calderón, quien se niega a cesar a Molinar y Karam; a Padrés, que no mueve un dedo para, con su Procuraduría, acusar a Bours penalmente; a la prima de la esposa de Calderón; a los familiares de Bours y demás beneficiarios que, con sus descuidos, pusieron las condiciones para el incendio.
Ficha bibliográfica Título: Nosotros somos los culpables. La tragedia de la Guardería ABC Editorial: Grijalbo |
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