La Iniciativa de Salud Mundial: Próxima etapa del liderazgo mundial de Estados Unidos en materia de salud
Gracias. Bien, es un gran placer estar aquí en SAIS otra vez, y deseo darle las gracias a la decana Einhorn por su muy cálida y amable presentación. Es esta una institución educativa excepcional y no tenía idea de que teníamos a 300 de sus ex alumnos, aunque lo veo en acción todos los días cuando veo los resultados del trabajo, la investigación, el estudio, y la preparación que se llevan a cabo aquí en SAIS. Somos el orgulloso empleador de muchos ex alumnos de SAIS, y espero que más de entre ustedes vayan a unirse a nosotros en los años venideros.
Además de las contribuciones que Johns Hopkins ha hecho en los campos de la diplomacia y el derecho internacional, deseo añadir que a lo que la decana Einhorn ha mencionado sobre las contribuciones en materia de salud. Hopkins es, por supuesto, el hogar de excelentes escuelas de medicina y enfermería, y hogar de la Escuela Bloomberg de Salud Pública. El lema de esta escuela: “Proteger la salud, salvar vidas, de millones a la vez” captura tanto la posibilidad y la responsabilidad inherentes al intento de lograr una mejor salud, ya sea aquí en nuestro país o en comunidades en todo el mundo. Nuevos descubrimientos y nuevos conocimientos sobre la manera de luchar contra la enfermedad y salvar vidas solamente aumentan nuestra responsabilidad como investigadores, maestros, estudiantes, funcionarios gubernamentales, y como país. Cada uno de nosotros, considero, responde a una llamada para encontrar maneras de llevar estas soluciones a las personas que las necesitan, en donde sea que estén estas personas.
Y hoy aquí con nosotros hay muchos contribuyentes a la salud mundial, entre ellos representantes de varios países asociados y donantes, ONG, el sector privado, instituciones multilaterales, y empresas público-privadas. Deseo hacerles un reconocimiento a estos así como a sus extraordinarias contribuciones para salvar vidas en todo el mundo, con frecuencia de millones a la vez.
Y esta es la misión de la que me gustaría hablarles hoy: La manera en que la administración Obama está aprovechando el compromiso que nuestro país tiene desde hace mucho tiempo con la salud mundial al llevar prevención que salva vidas, tratamiento y cuidados a más personas en más lugares.
Esta es la rúbrica del liderazgo estadounidense en el mundo hoy día. Es también un asunto que me llega al corazón. He tenido el privilegio de visitar muchas partes del mundo en nombre de nuestro país durante los últimos 20 años. Y en mis viajes, he llegado a conocer a incontables personas que son prueba viviente de lo que pueden hacer programas con éxito en la salud mundial.
He conocido a agricultores seropositivos en Kenia que ahora tienen la fuerza para pasar su día en los campos ganándose la vida gracias a los fármacos antirretrovirales; niños en Angola que se despiertan todas las mañanas bajo sus mosquiteros y se van a la escuela listos para aprender, sin ser afectados por la malaria; madres primerizas en Indonesia que muestran con orgullo a sus bebés sanos que han venido al mundo con la ayuda de comadronas capacitadas; hombres y mujeres que han crecido y llegado a la vida adulta resistiendo enfermedades porque habían sido vacunados en su infancia contra la polio o el sarampión.
Ahora, estas son algunas de las caras de la salud mundial que he visto; personas que no sólo están vivas, sino que contribuyen como padres, trabajadores, y ciudadanos, gracias a los gobiernos, organizaciones, y universidades como Johns Hopkins que colaboran para llevar cuidados médicos y educación sobre comportamientos saludables a más lugares del mundo.
Estas son también las caras del compromiso de Estados Unidos. Ningún país en la historia ha hecho más para mejorar la salud mundial. Hemos liderado el camino para algunos de los logros en materia de salud más grandes de nuestros tiempos. La viruela plagó a la humanidad durante miles de años hasta que ayudamos a terminar con ella por medio de la campaña de erradicación de la Organización Mundial de la Salud en las décadas de 1960 y 1970. El Programa de Expansión de la Inmunización ha llevado vacunas que salvan vidas a casi el 80 por ciento de los niños del mundo, un aumento desde menos del 5 por ciento al comienzo del programa hace 36 años, y lo ha hecho en gran parte gracias al apoyo y los dólares estadounidenses. La distribución mundial de micronutrientes, que hemos ayudado a iniciar, ha protegido la salud de muchos millones de niños pequeños y mujeres embarazadas.
Y somos el líder mundial en la lucha contra enfermedades tropicales desatendidas, al tratar a 59 millones de personas sólo en los últimos cuatro años. Hemos ayudado a prevenir y tratar la malaria para más de 50 millones de personas cada año y proporcionamos casi el 60 por ciento, el 60 por ciento de las donaciones de fondos mundiales para VIH y SIDA. En total, el 40 por ciento de la financiación mundial total para ayuda al desarrollo para la salud proviene de Estados Unidos.
Este asunto claramente no es ni demócrata ni republicano; es un asunto no partidista que realmente surge del corazón de Estados Unidos, y nuestro liderazgo en este campo ha sido posible debido al fuerte apoyo de ambos lados del pasillo. Elogio a la administración Bush por su trabajo para romper el hielo en material de salud mundial, y en particular en dos de los programas destacados de nuestro país: el Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA, o PEPFAR, y la Iniciativa del Presidente para la Malaria [PMI]. Me gustaría reconocer a dos personas que ayudaron a hacer posibles estos programas: Mark Débil, el ex coordinador mundial para asuntos del SIDA, y el almirante Tim Ciemar, que actualmente dirige PMI.
Ahora, además del gobierno, organizaciones estadounidenses están haciendo contribuciones extraordinarias. Desde la Fundación Bill y Melinda Gates, que ha entregado miles de millones para revivir campañas de inmunización y descubrir nuevas vacunas y otros instrumentos para prevenir y tratar enfermedades, pasando por el Centro Carter, que ha encabezado la campaña mundial para erradicar el debilitante parásito del gusano de guinea, hasta la Fundación Clinton que ha trabajado con compañías farmacéuticas para hacer que los fármacos de tratamiento del SIDA sean más asequibles para millones, y otros cientos de otras organizaciones en todo Estados Unidos que están encontrando maneras innovadoras de aportar cuidados que mejoran y salvan vidas a personas en todo el mundo.
Las Iglesias y comunidades de fe también han estado a la cabeza de la lucha para llevar tratamientos a aquellos que lo necesitan, incluyendo el destacamento de voluntarios que ofrecen cuidados de salud que a veces se enfrentan a circunstancias peligrosas para server a personas en lugares en los que no existen cuidados o existen muy pocos. Justo hace dos semanas, voluntarios médicos de varios países, incluyendo Estados Unidos, fueron asesinados en Afganistán mientras se trasladaban de aldea a aldea para tratar condiciones oculares y atender una clínica dental. Esta fue una terrible pérdida para sus familias, una pérdida terrible para el mundo, y una pérdida terrible para aquellos que se estaban beneficiando y podían haberse beneficiado de su ayuda.
Por tanto, historias como esta nos recuerdan que fortalecer la salud mundial no sólo es una alta prioridad para nuestro gobierno, sino para muchos ciudadanos estadounidenses y nuestro país en su totalidad. Y esta es una parte importante de nuestra historia nacional, una que no se cuenta tan frecuentemente y en todo el detalle que debería contarse.
Hoy, en nombre de la administración Abana, me gustaría compartir con ustedes el próximo capítulo en el trabajo de Estados Unidos en la salud mundial. Se llama la Iniciativa de Salud Mundial, la denominamos GHI para abreviar, que representa un nuevo enfoque, informado por el nuevo pensamiento y dirigido a una nueva meta: Salvar el mayor número de vidas posible, tanto incrementando nuestros programas de salud existentes como aprovechándolos para ayudar a países a desarrollar sus propias capacidades de mejorar la salud de sus propias poblaciones.
Ahora, y antes de comentar las especificidades de la iniciativa, permítanme recapacitar. Algunos podrían preguntarse porque una secretaria de Estado está dando un discurso sobre la salud mundial; hay muchas otras crisis en el mundo, y estoy bien consciente de ello. Algunos me podrían acusar de estar tomándome un descanso de esas crisis para [risas] venir a SAIS a hablar de la salud mundial. ¿Qué es exactamente lo que tienen que ver con la política exterior la salud materna, las inmunizaciones o la lucha contra el VIH y el SIDA? Bien, mi respuesta es: todo.
Invertimos en salud mundial para fortalecer estados frágiles o fallidos. Hemos visto el impacto devastador del SIDA en países que se han visto privados de sus agricultores, maestros, soldados, trabajadores de salud y otros profesionales, así como millones de niños que han quedado huérfanos y vulnerables, cuyas necesidades exceden en mucho lo que cualquier organismo de un gobierno pueda aportar. El impacto desestabilizador del SIDA llevó a la administración Clinton a categorizarlo no sólo como una amenaza de salud sino como una amenaza a la seguridad nacional, una posición de la que más tarde hizo eco el entonces secretario de estado Colín Powell. Y el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales [CSIS], un centro de pensamiento que se centra en la seguridad nacional, lanzó una Comisión de política sanitaria mundial inteligente copresidida por Helen Gayle de CARE y el almirante retirado William J. Fallon, para encontrar nuevas estrategias para la salud mundial, puesto que consideramos que nos ayudará a construir un mundo más a salvo y más seguro.
Invertimos en la salud mundial para fomentar el progreso social y económico, así como para apoyar el aumento de socios capaces que puedan ayudarnos a resolver problemas regionales y mundiales. Hemos visto lugares en los que la gente que sufre de salud deficiente tiene dificultades en muchos aspectos. La pobreza normalmente se extiende. La infraestructura normalmente está incompleta. La producción de alimentos y la matriculación escolar suelen ser bajas. Personas que en otros casos estarían a la cabeza en llevar adelante el progreso para sus familias y países se ven rezagadas por la enfermedad, las privaciones y la pérdida de oportunidades.
Invertimos en la salud mundial para proteger la seguridad de nuestro país. Por citar un ejemplo, la amenaza que implica la diseminación de enfermedades en nuestro mundo interconectado en el que miles de personas todos los días se suben a un avión en un continente y se bajan en otro. Necesitamos un sistema integral y eficiente para hacer seguimiento de los datos de salud, vigilar las amenazas y coordinar las respuestas. La necesidad de tal sistema se puso de manifiesto a nivel interno en los años recientes con el contagio de SARS y del virus H1N1. Es más barato y más eficaz parar un brote cuando surge antes de que se convierta en una amenaza mundial. Sin embargo eso es muy difícil de hacer en lugares en los que los servicios de salud y la sanidad pública son escasos o inexistentes.
Invertimos en salud mundial como herramienta de diplomacia pública. Para millones de personas en todo el mundo, la prevención, tratamiento o cuidados que Estados Unidos hace posible es su principal experiencia respecto a nosotros y nuestro país y nuestra gente. Y puede ser una muy potente. Ofrecer a la gente la oportunidad de tener una vida larga y sana o ayudarles a proteger a sus hijos de las enfermedades es tanto más muestra de nuestros valores como lo podría ser cualquier visita de estado o diálogo estratégico.
Invertimos en la salud mundial como una expresión clara y directa de nuestra compasión. Millones de personas mueren todos los años porque sencillamente no tienen acceso a intervenciones muy básicas, como por ejemplo mosquiteros o alimentos fortificados con vitaminas o terapia de rehidratación oral. Como país y como pueblo no podemos, no debemos, aceptar esas muertes sin sentido. No lo tenemos en nuestro ADN. Por ese motivo, los estadounidenses a menudo informan que apoyan la idea de que el dinero de sus impuestos se destine a programas de salud mundial, no por lo que ese dinero pueda hacer por nosotros, sino por lo que puede hacer, y hace, por los demás. Pocas inversiones se ajustan tan bien a nuestros valores y son tan racionales. La salud mundial es un ejemplo excelente de cómo la inversión estratégica de nuestros recursos puede tener un impacto inmediato y duradero en las personas, las comunidades y los países.
La lista de enfermedades y trastornos que ponen en peligro vidas y medios de subsistencia en el mundo es casi infinita, pero nuestros recursos no lo son. Por lo tanto, tenemos que pensar estratégicamente y tomar decisiones basadas en la evidencia a la hora de luchar contra las amenazas más peligrosas, para asegurarnos de que nuestras inversiones, que a fin de cuentas provienen del contribuyente, den resultado. Y también tenemos que enfocarnos en el panorama a largo plazo, y no sólo atender las necesidades urgentes de la gente hoy, sino sentar las bases de una mejor salud para mañana y para la próxima generación.
Esta manera de pensar influye en todos los aspectos de la Iniciativa de Salud Mundial sobre la que el presidente Obama habló el año pasado. Estados Unidos está invirtiendo 63.000 millones de dólares, en primer lugar, para mantener y fortalecer nuestros programas de salud vigentes, y en segundo lugar, para aprovechar esos programas y llevar su trabajo al siguiente nivel mediante la colaboración con los gobiernos, las organizaciones, los grupos de la sociedad civil y particulares a fin de ampliar las mejoras en la salud pública que esperamos.
Hemos modificado nuestro enfoque de la solución de problemas, uno por uno, a la atención a las personas, considerando más a fondo las circunstancias de su vida y garantizando que puedan obtener la atención que más necesitan en el transcurso de sus vidas.
Consideremos por ejemplo la vida de una mujer en uno de los países que colaboran con nosotros.
Vive en un pueblo remoto en el que ha vivido su familia durante generaciones. Sus padres vivieron toda la vida sin acudir al médico, pero ahora, gracias a la ardua labor de la comunidad internacional, tiene a su disposición algún tipo de atención sanitaria de calidad. A poca distancia, hay una clínica que recibe fondos de PEPFAR, y es donde se enteró que tiene el VIH y ahora recibe medicamentos antirretrovirales que le mantienen sana. Si hace un recorrido más largo en bicicleta o en autobús, hay otra clínica en la que puede recibir atención prenatal y donde sus hijos pueden recibir vacunas. A veces, los servicios de salud la atienden directamente en casa, en forma de voluntarios sanitarios que traen mosquiteros para proteger a su familia de la malaria.
Pero si bien tiene acceso a la atención para determinados problemas de salud, otros problemas corren a cuenta de ella. Su clínica local está bien surtida con medicamentos antirretrovirales, pero no tiene antibióticos ni anticonceptivos. Si se presentan problemas en el parto, el centro más cercano equipado para realizar operaciones de emergencia se encuentra a cientos de kilómetros de distancia, por lo que corre el riesgo muy real de convertirse en esa mujer de cada 22 del África subsahariana que mueren en el parto. Y si bien su casa ha sido rociada contra los mosquitos, ella no tiene acceso a agua limpia, con lo cual puede que sus hijos escapen a la malaria sólo para morir de enfermedades diarreicas.
No hay duda de que este panorama de salud ha mejorado mucho respecto a hace unos años. Sin embargo, las carencias son significativas.
Hay muy poca coordinación entre los países y organizaciones, incluso en nuestro propio gobierno, que prestan servicios de salud, de modo que carencias críticas en el cuidado se dejan sin tratar.
Hay muy poca integración. Las enfermedades se tratan a menudo de forma aislada, en lugar de agruparse, obligando a gente como esta mujer tener que desplazarse a varias clínicas distintas para atender sus necesidades básicas de salud y las de sus hijos.
Hay muy poca innovación centrada en el diseño de tecnologías y estrategias que puedan dar resultado en lugares con pocos recursos y ayudar a las personas más difíciles de alcanzar.
Si nos remontamos aún más surge otro problema: la falta de capacidad en el país. En muchos lugares, los países donantes y las organizaciones no gubernamentales externas han intervenido para proporcionar servicios críticos que, por falta de dinero o experiencia, los mismos países no podían brindar. Pero si bien esa es totalmente la respuesta correcta ante una situación de emergencia, es un arreglo temporal, no una solución a largo plazo. Sin embargo, en demasiados lugares se ha convertido en una solución a largo plazo.
Como consecuencia, el acceso real de esta mujer a la atención de la salud es errática, y su futuro acceso a la atención es incierto. Es vulnerable a las vicisitudes de los ciclos de financiación y tendencias de desarrollo que se producen en lugares lejos de donde vive. Tiene poco control sobre la calidad de la atención que se le proporcionan a ella y a su familia, mientras que si sus líderes electos tuvieran más inversiones directas y elevadas, ella y sus conciudadanos tendrían más de una voz en el sistema.
El propósito fundamental de la Iniciativa de Salud Mundial es hacer frente a estos problemas mediante la vinculación de programas de salud individuales en un sistema de atención integrado, coordinado y sostenible, dirigido por los propios países. Estamos tomando las inversiones que nuestro país ha hecho en PEPFAR, en la Iniciativa del Presidente contra la Malaria, la salud materno-infantil, la planificación familiar, las enfermedades tropicales desatendidas y en otros aspectos críticos de salud –a partir de la labor de los organismos del gobierno federal, como por ejemplo los Centros para el Control de las Enfermedades– y estamos ampliando su alcance al mejorar el entorno general en el que se prestan los servicios de salud. Así, nuestras inversiones tendrán mayor impacto y los pacientes podrán tener acceso a más servicios, de mejor calidad, y en consecuencia, llevar una vida más saludable.
Para ilustrar cómo funcionará la Iniciativa de Salud Mundial, consideremos cómo afectará a PEPFAR, uno de nuestros programas de salud más exitosos.
En los últimos siete años, PEPFAR ha proporcionado servicios de prevención a millones de personas en África, Asia y el Caribe. También ha cambiado la sabiduría convencional sobre el tratamiento. Antes de que existiera PEPFAR, muchos creían que el tratamiento de personas que padecen VIH en países pobres era imposible, porque los medicamentos eran eficaces sólo si se tomaban obedeciendo a un horario diario preciso y con suficiente alimento. Para las personas que viven en lugares con escasez de alimentos y sin clínicas de salud, farmacias o profesionales de la salud, parecía que el tratamiento estaría siempre fuera de su alcance.
Pero Estados Unidos no podía aceptar la injusticia de permitir que millones de personas se murieran si teníamos los medicamentos para salvarlos. Así que a través de PEPFAR, hemos establecido clínicas, entrenado a profesionales de la salud y mejorado el envío y el almacenamiento. De modo que el experimento funcionó. Hace siete años, el número de personas en el África subsahariana que tenían acceso al tratamiento con antirretrovirales era menos de 50.000. Hoy en día, más de cinco millones de personas en países en vías de desarrollo utilizan estos fármacos de forma segura y eficaz, y el PEPFAR apoya a casi la mitad de esas personas.
Bajo la Iniciativa de Salud Mundial, vamos a continuar el éxito de PEPFAR mediante el aumento de sus fondos. En el año 2008, la financiación de PEPFAR era de 5.000 millones de dólares. Para 2011, el presidente Obama ha solicitado más de 5.700 millones de dólares, la cantidad más grande que jamás ha invertido un país en la lucha contra el SIDA en el mundo.
Estamos incrementando nuestros objetivos de tratamiento. A través de la Iniciativa de Salud Mundial, pretendemos respaldar directamente el tratamiento de más de cuatro millones de personas en el mundo, es decir, más del doble del número de personas que recibieron tratamiento durante los primeros cinco años de PEPFAR.
Estamos aumentando también nuestros objetivos para la atención, a más de 12 millones de personas, incluidos cinco millones de huérfanos y niños vulnerables.
Y estamos incrementando nuestros objetivos de prevención. A través de la Iniciativa de Salud Mundial, queremos prevenir 12 millones de infeccionas nuevas del VIH. Para ello, estamos adoptando un enfoque más amplio y expandiendo lo que sabemos que dan resultado. Estamos pasando de las normas básicas de abstinencia, fidelidad y uso correcto del preservativo, a un enfoque integral para la prevención. Porque tenemos que utilizar todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance, la combinación total de intervenciones médicas, de comportamiento y estructurales. Ello incluye la circuncisión masculina, la prevención de la transmisión de enfermedades de madre a hijo, las mejoras e inversiones para que la detección sea más fácil y asequible, la educación y, cuando sea necesario, los cambios jurídicos, normativos o reglamentarios que hagan más fácil proteger a las poblaciones.
A pesar de todas las inversiones que Estados Unidos y el mundo ya han hecho, para frenar esta epidemia sabemos que nos enfrentamos a 2,7 millones de infecciones nuevas al año. Así que si vamos a ganar esta guerra, tenemos que conseguir mejores resultados en la prevención, y nuestra estrategia en el marco de la Iniciativa de Salud Mundial nos permitirá hacerlo.
Así que el impacto inmediato de PEPFAR es evidente. Su financiación se incrementará, con lo cual su impacto aumentará y sus estrategias de prevención serán más extensas.
Del mismo modo, estamos fortaleciendo nuestro apoyo a los demás programas de salud que financiamos en todo el mundo.
Hemos aumentado los fondos a la Iniciativa presidencial contra la Malaria, con el objetivo de reducir la carga de la malaria en un 50 por ciento para 450 millones de personas.
En lo que respecta a la tuberculosis, tenemos la intención de salvar 1,3 millones de vidas aumentando el acceso al tratamiento.
Estamos también incrementando nuestras actividades en temas de planificación familiar y salud materno-infantil, aspectos ambos en los que Estados Unidos puede y debe ser líder. Todos los años, cientos de miles de mujeres mueren por complicaciones relacionadas con el embarazo o el parto, casi todas ellas en países en vías de desarrollo, y por cada mujer que muere, otras 20 sufren lesiones graves o infecciones. Todos los años, millones de niños en países en vías de desarrollo mueren de causas totalmente prevenibles.
Salvar las vidas de mujeres y niños requiere una gama de cuidados, desde la mejora de la nutrición, hasta la capacitación de parteras que puedan ayudar a las mujeres a dar a luz en condiciones seguras. También exige un mayor acceso a la planificación familiar. La planificación familiar es una de las intervenciones sanitarias públicas más rentables en el mundo actual. Previene tanto la mortalidad infantil y materna al ayudar a las mujeres a separar sus nacimientos y tener hijos durante sus años más saludables. También reduce las muertes de mujeres por abortos peligrosos.
Estados Unidos estuvo alguna vez a la vanguardia del desarrollo y ofrecimiento de exitosos programas de planificación familiar. Pero en años recientes, no hemos rezagado. Con la Iniciativa de Salud Mundial, estamos recuperando el tiempo perdido.
Tomando todo en cuenta, salvaremos millones de vidas adicionales por medio de un mayor apoyo a los programas existentes de salud de Estados Unidos en todo el mundo a través de esta iniciativa.
Pero ¿qué hay con respecto a todos los desafíos sistémicos que rodean a los programas PEPFAR y USAID y los demás programas de salud existentes financiados por Estados Unidos? El conjunto de problemas logísticos, estructurales, legales y políticos que merman la salud y hacen la vida tenue para la mujer que describí hace unos minutos. Mientras persistan, eso limitará nuestro impacto o el de cualquier donante. Las mujeres que salvemos del SIDA morirán en el parto. Los niños que salvemos de la poliomielitis morirán de rotavirus. Además, en un nivel más amplio –en términos del alcance y calidad de los servicios de salud médicos y públicos disponibles en comunidades y países–, el futuro no será muy diferente del presente.
Necesitamos poner los cimientos ahora para un progreso mayor en el futuro al abordar algunos de esos problemas sistémicos, y colaborar con nuestros países socios para arrancar de raíz la mayoría de los obstáculos profundamente arraigados que dificultan la salud de su propia gente. Así es como podemos lograr que nuestras inversiones obtengan los rendimientos más significativas y salven la mayor cantidad de vidas, el día de hoy y en el futuro.
De manera que permítanme explicar varias medidas importantes a través de las cuales buscamos alcanzar este objetivo.
Primera, estamos colaborando con países para crear y aplicar estrategias para servicios de salud que estén a la vanguardia con un diseño basado en sus propias necesidades y fortalezas existentes, al igual que les estamos ayudando a desarrollar su capacidad de administrar, supervisar, coordinar y operar programas de salud a largo plazo.
Ahora, en la práctica, esto significará cosas diferentes en lugares diferentes. En algunos países, nuestros especialistas en desarrollo están capacitando a trabajadores de salud comunitarios para ofrecer cuidado básico y responder preguntas de salud básicas. En otros, estamos estableciendo cadenas de abastecimiento y protocolos de fármacos para garantizar que la medicina llegue a los pacientes de manera eficaz. Aún en otros, estamos ayudando a establecer sistemas de información de servicios de salud, de manera que los trabajadores del sector salud puedan juntar y analizar más información – desde la cantidad de nacimientos y muertes hasta información más compleja, como la cantidad de mujeres que reciben cuidado prenatal en una clínica y regresan posteriormente para a dar luz a sus bebés. Los países necesitan un sistema sostenible para capturar y entender la información, para vigilar constantemente y mejorar su propio desempeño.
Segunda, nos estamos enfocando en las necesidades y contribuciones de mujeres y niñas, que aún con frecuencia son ignoradas y mal atendidas por profesionales de salud que no notan su sufrimiento o no escuchan sus preocupaciones. Nuestro compromiso con promover la salud de mujeres y niñas es, por supuesto, por su bien, pero también por el bien de sus familias y comunidades. Porque cuando la salud de una mujer sufre, su familia sufre y entonces se da una repercusión a través de una aldea también. Pero cuando una mujer está saludable, los beneficios son ampliamente similares.
Con mucha frecuencia, los factores sociales, económicos y culturales que restringen su acceso a servicios de salud, tales como violencia de género, matrimonio infantil, mutilación de los órganos genitales femeninos, falta de educación, falta de acceso a oportunidad económica y demás formas de discriminación siguen sin reconocerse ni solucionarse. Estamos vinculando nuestros programas de salud con nuestras iniciativas más amplias de desarrollo para enfrentar esos subyacentes problemas políticos, económicos, sociales y de género. Asimismo, estamos colaborando con gobiernos, grupos de la sociedad civil e individuos para garantizar que las necesidades de mujeres y niñas sean reconocidas como críticas no sólo por nosotros, sino por los ministros de salud y las personas a nivel local que administran el cuidado de salud todos los días, y para que sean tomadas en consideración en los presupuestos y la planificación de ministros de Finanzas, primeros ministros y presidentes.
Tercera, estamos mejorando cómo medimos y evaluamos nuestro propio impacto. Esto incluye cambiar nuestro enfoque de “aportación” a “resultados y efectos” –eso es, determinar nuestro éxito no simplemente por cuántos mosquiteros para camas distribuimos, sino en cuántas personas en realidad evitan ser contagiadas de malaria al usar los mosquiteros de la forma correcta– un panorama más completo que exige que invirtamos en mejorar cómo juntamos, analizamos y compartimos información nosotros mismos.
Cuarta, estamos invirtiendo en innovación, con un enfoque en el desarrollo de mecanismos que ayudarán a diagnosticar, prevenir y curar enfermedades en las comunidades donde trabajamos, que con frecuencia son remotas y de escasos recursos. Muchos de los mecanismos y técnicas que usamos para mantener a la gente saludable aquí en Estados Unidos, no son adecuadas para la realidad de la vida en otros lugares. De modo que necesitamos ser innovadores con respecto a cómo llegar a la gente de una manera eficaz. Un ejemplo es con el uso de teléfonos celulares. En algunos países, colaboramos con socios públicos y privados para ayudar a prevenir la muerte de madres y recién nacidos al enviar mensajes de salud oportunos y críticos vía teléfono celular a mujeres embarazadas y madres que acaban de dar a luz. El teléfono celular tiene un alcance donde las clínicas de salud no lo tienen.
En otro emocionante ejemplo del impacto de la innovación, hemos logrado un importante avance justo el mes pasado, cuando científicos en Sudáfrica probaron exitosamente el primer gel microbicida que ayuda a prevenir la transmisión del VIH. Esta prueba de concepto fue posible con financiación del programa PEPFAR por medio de USAID y el Departamento Sudafricano de Ciencia y Tecnología, y tiene la posibilidad de ser uno de los avances importantes en la prevención del SIDA, debido a que es un mecanismo asequible que la mujer puede usar sin necesidad de tener permiso de su pareja. Con mucha frecuencia, el hombre decide si se usará un condón. Pero con tal gel, la mujer tendrá la capacidad de proteger su propia salud.
Quinta, estamos mejorando la coordinación e integración. Eso comienza con alinear todos los programas gubernamentales de Estados Unidos en un país por medio de encontrar oportunidades para integrar servicios – muy parecido a lo que se hizo en Kenia con PEPFAR, al vincular programas de VIH y SIDA con salud materna e infantil, tuberculosis y planificación familiar.
La coordinación empieza desde arriba, aquí en Washington. La Iniciativa de Salud Mundial reúne a especialistas de todo nuestro gobierno. El día de hoy están aquí presentes tres extraordinarios jefes de agencias –que también son tres excepcionales doctores– que encabezan las operaciones diarias de la iniciativa: El doctor Raj Shah, administrador de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional; el doctor Eric Goosby, coordinador mundial de Estados Unidos para el SIDA en el programa PEPFAR; y el doctor Tom Frieden, director de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades. Sus agencias, junto con los Institutos Nacionales de Salud y demás agencias de los departamentos de Salud y Servicios Sociales, Defensa y los Cuerpos de Paz, entre otros, trabajarán de manera conjunta bajo la guía y dirección del vicesecretario de Estado Jack Lew, que también nos acompaña el día de hoy. Ahora, esta es una estructura de liderazgo única e integra nuestro compromiso con la coordinación en todos los niveles, desde la Casa Blanca hacia abajo.
Sexta, estamos colaborando con socios existentes y buscando nuevos socios. Queremos alinear nuestras iniciativas con las de otros países y organizaciones multilaterales donantes, muchas de las cuales realizan un trabajo sobresaliente para mejorar la salud mundial. Permítanme sólo mencionar una en particular: El Fondo Mundial para Combatir el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria. Esta organización ha tenido un impacto transformador en el mundo, no sólo en las millones de vidas que ha salvado, sino en la creación de un modelo nuevo sobre cómo la comunidad mundial puede unirse para contribuir y coordinarse en la lucha contra las epidemias. Estados Unidos tuvo el orgullo de ser el primer y más grande donante del fondo. Seguimos siendo el donante más grande conforme a la solicitud del presidente Obama para 2011.
Pero nuestras colaboraciones más decisivas serán con nuestros países socios, por lo que les solicitaremos que aporten su compromiso pleno con esta iniciativa. Porque, después de todo, sus contribuciones determinarán si tenemos éxito con nuestro objetivo de desarrollar sistemas integrados, coordinados y sostenibles de cuidado de salud para la mayoría de la gente en el mundo.
Sólo necesitamos mirar al mundo actual para ver qué tan decisivo es el liderazgo en un país. En lugares donde gobiernos invierten en la salud de su pueblo, donde grupos de la sociedad civil están facultados y comprometidos, donde se reconoce a la salud como una prioridad en cada sector y en cada nivel de la sociedad, la salud mejora y la gente prospera.
Consideren el progreso en Sudáfrica con respecto al VIH/SIDA. Este país tiene una de las cargas más pesadas del mundo de VIH. Por mucho tiempo, algunos de los líderes sudafricanos tuvieron la perspectiva de la epidemia que negaba el vínculo entre el VIH y el SIDA. Pero ahora eso ha cambiado. Bajo el presidente Zuma, el gobierno sudafricano ha dado un paso al frente con un compromiso real y renovado para combatir la epidemia, con una mayor financiación y sólidos objetivos para aumentar las pruebas y el tratamiento. Estados Unidos ha demostrado nuestro apoyo con financiación adicional para ayudar a Sudáfrica a desarrollar su capacidad para alcanzar esos objetivos y enfrentar la epidemia a largo plazo.
Para impulsar el liderazgo de un país, estamos poniendo en uso todo el peso de la diplomacia estadounidense. Nuestros diplomáticos colaboran estrechamente con sus contrapartes en todo el mundo para integrar un profundo compromiso con la salud – no sólo en la oficina del ministro de Salud, sino en la del ministro de Relaciones Exteriores, del ministro de Defensa, del ministro de Finanzas, y en especial primeramente, en las oficinas de primeros ministros y presidentes. Con mucha frecuencia, hemos visto a la salud relegada al margen y tratada con menos prioridad en términos de cuánta financiación se le asigna y cuánta atención se le presta. De hecho, hemos visto que Estados Unidos y otros donantes entregan financiación y los países de hecho toman fondos del sector salud pensando que van a recuperar la diferencia. Estados Unidos tiene la voluntad de invertir nuestros fondos, nuestro tiempo y nuestra experiencia para mejorar la salud en otros países. Pero ahora pedimos a sus gobiernos que demuestren un compromiso similar, en términos de recursos humanos, serios compromisos para desarrollar capacidad, y donde sea factible, apoyo financiero.
Esperamos que estos países brinden su compromiso. Y sus pueblos esperan lo mismo.
Ahora, esto no será fácil. Los cambios que estamos trabajando para lograr por medio de la Iniciativa de Salud Mundial son amplios y profundos, y existen muchos obstáculos en el camino. Pero si tenemos éxito, habremos transformado cómo se prestan y reciben los servicios de salud en todo el mundo.
Ahora, ya hemos llegado tan lejos como nación y como una comunidad mundial salvando y mejorando vidas. Estamos agradecidos con todos los que nos trajeron hasta este punto, en particular con los heroicos trabajadores del sector salud, los líderes visionarios, los decididos científicos e investigadores y los activistas comprometidos. Gracias a ellos, podemos –y debatiría, que estamos obligados– a avanzar aún más; para salvar más vidas, para llevar a cabo tareas más difíciles, para comprometernos a nosotros mismos con la paciente y persistente labor de desarrollar la base para un futuro más saludable.
Este es un desafío digno de nosotros, como una nación y como un pueblo. Y nos estamos preparando para enfrentarlo, como lo hemos hecho en muchas ocasiones en el pasado. Juntos, podemos brindar a millones de personas la oportunidad de una vida saludable, al igual que crear un mundo más saludable, más estable y más pacífico.
El venir a SAIS a hablar sobre esto es en verdad un privilegio porque este es un lugar del que saldrán los líderes que necesitamos en el futuro para realizar esta visión, para hacer las preguntas difíciles con respecto a por qué es esta la manera en que siempre lo hemos hecho antes y hemos logrado algo de éxito, y si ésta es la forma en que debemos continuar. Para desafiar al Congreso, cuya propia estructura con frecuencia crea restricciones que impiden a nuestro gobierno trabajar de manera conjunta. Para llevar a cabo la difícil pero esencial labor de convencer a los líderes de las naciones de que invertir en la salud de su propio pueblo no es sólo un objetivo digno, sino decisivo para el futuro de la seguridad, paz y prosperidad que claman buscar.
De modo que estamos conscientes de todas las dificultades y todos los obstáculos, tanto internos como externos. Pero no podemos quedarnos sin hacer nada. Tenemos que hacer todo lo que nos sea posible en este momento para marcar una diferencia. Eso es lo que sé del porqué vinieron a SAIS con el fin de encontrar su propia forma de avanzar para lograrlo. Y recibimos con agrado su participación y los invitamos a ser parte de la ayuda para resolver algunos de los problemas más grandes del mundo ahora y en el futuro.
Muchas gracias a todos.
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