Padece la nación las sangrientas embestidas de homicidios, secuestros, desapariciones, censura y mil y una agresiones más por parte de dos delincuencias. La cada vez más violenta y retadora de los narcotraficantes y de los que, en el río revuelto de esa violencia, cometen otros delitos, y de los delincuentes-funcionarios que abusan del Poder Judicial y Ejecutivo: jueces, magistrados y ministros a la par de presidentes municipales, gobernadores y quienes, auxiliados militar y policiacamente, integran con sus estertores autoritarios la Presidencia de la República. Penal y administrativamente, esas modalidades de la “moderna” conducta delincuencial someten a la población a oleadas de terror, donde todos los días afloran cadáveres en fosas clandestinas (mineros sepultados); mujeres y hombres asesinados (por ajuste de cuentas entre narcotraficantes) que asistían a una fiesta, caminaban por las calles, y víctimas de los retenes soldadescos o revisiones policiacas.
Cientos de miles (según el calderonismo, más de 40 mil; aunque otros conteos denuncian una cifra cercana a 100 mil, con los feminicidios, niños con sus madres, estudiantes, periodistas, campesinos, turistas, migrantes, etcétera) han caído en una no guerra que va en aumento y pone las condiciones para el golpe de Estado que favorecerá la coronación del ingeniero Genaro García Luna, pistolero que tiene amartillada su arma contra la periodista Anabel Hernández y su periodismo de investigación. Ese protegido de Calderón fue pillado en tremenda corrupción, abuso de poder policiaco e investigaciones (en Francia, Estados Unidos y otros países, presuntamente por depósitos en efectivo).
Con su tartamudez disminuida por su impunidad para hablar y actuar, ¡dicta desayunos-conferencias sobre seguridad!, como la que presentó en la capital de Sonora el pasado martes 24 de mayo, cobrando 500 pesos con recibos deducibles de impuestos y cuya “invitación” apareció en el diario El Imparcial (7 de mayo de 2011). Este personaje siniestro y tenebroso al que protege su jefe, amigo y socio, Calderón, con toda la impunidad panista-presidencial, sigue amenazando a la reportera Anabel Hernández para que ya no investigue los vasos comunicantes de su vida pública y de funcionario, que sigue abusando de su poder (junto con su segundo de a bordo: Luis Cárdenas, con una investigación suspendida en la Procuraduría General de la República) para matar delincuentes y civiles.
Foxista, calderonista y panista, pero, sobre todo, como los nazis: siempre amartilla la pistola cuando escucha la palabra periodista, y más cuando se trata de la reportera Anabel Hernández. El que goce de tanta impunidad y que una marcha –no obstante de plantear la petición constitucional de su renuncia o cese– no logre su separación del cargo significa que existe una complicidad entre él y Calderón (Anabel Hernández, Los cómplices del presidente, editorial Grijalbo).
Ya la periodista ha informado sobre las amenazas del policía García Luna. Ya la sociedad, por medio de manifestaciones y cuestionamientos a su sangriento desempeño, ha solicitado su remoción. Ya se han publicado en los medios de comunicación (incluso en los duopolios de televisión) los abusos del ingeniero-amigo de Calderón. Pero Televisa, saliendo al paso de esos cuestionamientos y en pago a los favores recibidos por Calderón, la Comisión Federal de Telecomunicaciones y la Comisión de Competencia, en el pleito a muerte contra el imperio de Slim (donde Televisa y Telmex son una oligarquía plutocrática), le ha dedicado programas telenoveleros para defenderlo.
El asunto es mucho muy grave. García Luna trata de cumplir sus amenazas contra la reportera. Y es que el policía de la impunidad (el poder es el poder de matar) sabe que tiene una cola muy larga y que la investigación periodística de Anabel Hernández continuará, cumpliendo con su trabajo y su deber, ya que la prensa y el periodismo son contrapoder para exhibir a los canallas que abusan del poder. Y uno de ellos es García Luna, a quien responsabilizamos de lo que le suceda a Anabel Hernández, pues tiene amartillado el abuso del poder policiaco y éste, como dijo Calderón, es “la fuerza” con visos de golpismo.
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