Los árabes libios de religión musulmana han parado las hostilidades durante el mes de agosto por motivo del Ramadán. Nada de importancia va a suceder entonces en el frente o militarmente en Libia hasta el 28 de agosto. Pero... ¿quién se beneficia con el tiempo que pasa?
En el inicio de la fiesta religiosa musulmana del Ramadán, la operación militar de la OTAN en Libia se va hundiendo cada día un poco más, como presagio de un naufragio anunciado, y todo esto va ocurriendo en la más grande confusión, escribe Alexis Crow.
Alexis Crow es un analista del instituto Chatham House experto y conocedor de la historia de la Alianza Atlántica (la OTAN), también uno de los principales expertos occidentales trabajando en un think-tanks que anunció públicamente la función realizada por Al Qaida en el seno de las «fuerzas rebeldes" en Libia.
Hoy, la OTAN ha «metido la pata» como se dice: los principales dirigentes políticos de la Alianza Atlántica han abandonado sus objetivos de guerra, sean estos de carácter oficial (formal) o no oficial (informal).
No tienen ninguna otra alternativa o estrategia de recambio, no único que están sondeando es donde encontrar una puerta de salida a esta crisis para salvar su honor y dignidad, para no perder la cara. Está claro, no se trata solamente [de la reputación] del Comando Conjunto del ejército francés sino también de Londres, que se preocupa también de ver sus tropas empantanadas en Libia, sin ninguna solución a la vista.
La «protección a los civiles» sólo ha sido una bonita frase hueca utilizada como propaganda (y pretexto) por la OTAN, frase completamente desconectada de la realidad. Pero no hay duda de que la OTAN ya no piensa ni espera conseguir un «cambio de régimen» en Trípoli, o incluso dividir el país en dos estados separados, cada uno con su respectivas capitales: Trípoli y Bengasi. En el mejor de los casos, Bruselas (es decir la Unión Europea) espera obtener un estatuto de autonomía en algunos enclaves territoriales a los que puedan ejercer un control.
Consciente del desastre político-militar en Libia, Washington busca una solución negociada, al mismo tiempo que quiere dejar bien en claro que, no porque ha perdido la guerra los bombardeos de la OTAN van a parar.
El tiempo está de nuestro lado, dicen los emisarios y consejeros estadounidenses, mientras que el Consejo Nacional de Transición (CNT, es decir los «rebeldes») vacían las cuentas bancarias de la Jamahiriya (Estado libio), cuentas congelados por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
De todos modos, si Washington cometió un error y ya no llega a controlar la situación en Libia es porque los EEUU no entienden nada del comportamiento [ni sicología] de los libios. Intoxicado por su propia propaganda, los Estados Unidos creyeron que se enfrentaban a una dictadura centralizada y vertical, pero descubren más bien un sistema [estatal] horizontal y opaco, en donde el Poder está esparcido y repartido [dentro del pueblo y las tribus], incluso el poder militar. Y los oficiales estadounidenses que se reúnen en ciudades de Europa con emisarios libios [enviados para negociar] son incapaces de medir la representatividad e importancia de sus interlocutores. Y por encima de todo esto, ellos no entienden ni una jota de las reacciones y comportamiento de Muammar Gaddafi, personaje indescifrable y quién está también convencido de que el tiempo juega a su favor.
La estrategia occidental era simple: sacar provecho de la normalización de Libia y su apertura económica [con Occidente] para formar una burguesía, una clase de chicos golden boys u otros tecnócratas libios que finalmente hubiesen optado por el modelo de vida estadounidense tipo American Way of Life en vez del modelo anunciado en el Libro Verde de Gaddafi. Una vez que este proceso estaba bastante maduro, la CIA organizó las revueltas en Bengasi y la distorsión de la realidad en los medios de comunicación comerciales. Los franceses y los británicos fueron lanzados como punta de lanza a la misma vez que se escuchaban sus discursos humanitarios, discursos que debían justificar la carne de cañón derramada en caso de una posible invasión terrestre. El Consejo Nacional de Transición (los «rebeldes» del CNT) fue creado y fue recuperando a toda esta gente «americanizada» de la clase dirigente, añadiendo a los viejos exiliados conducidos por la CIA desde que cayó la monarquía. Hay que añadir también a los combatientes de Al Qaida entrenados por una facción [de sabotaje] de Arabia Saudita.
Aunque esta coalición de «rebeldes» y opositores al régimen de Gaddafi sea heteróclita esta coalición tiene una historia común, los miembros que la componen en su mayoría han trabajado para los Estados Unidos desde hace mucho tiempo y han cambiado varias veces de campo político según las circunstancias y conveniencias de las tácticas que Washington les ordenaba. Muchos son secretamente miembros de la Hermandad Musulmana [Frères musulmans en francés].
Fiel al Libro Verde, Muammar Gaddafi conscientemente acentuó la fractura al interior de clase social libia al anunciar el 22 de febrero la disolución de varios ministerios y la distribución de su presupuesto en partes iguales entre todos los ciudadanos (o sea 21 000 USD por persona). Al ver al «Hermano Líder» revivir su proyecto anarquista, los privilegiados que se enriquecieron durante la liberalización económica se asustaron. Algunos optaron por huir a Occidente con sus familias y sus ahorros, mientras que otros creyeron en una victoria rápida de la Alianza Atlántica y se unieron al CNT, es decir los «rebeldes», con la esperanza de gobernar en el futuro en Libia.
Para llevar a cabo esta insurgencia de color, Washington disponía de una sola carta: captar a su causa a un compañero de Muammar Gaddafi, se trata del General Abdel Fatah Younes, Ministro del Interior. Es este cambio de campo por parte del General lo que hizo posible transformar una operación de desestabilización política en una aventura militar en Libia. Pero el asesinato del General Younes, el 28 de julio de 2011 por sus rivales «rebeldes», ha provocado el colapso total del «ejército rebelde» y pone de manifiesto el carácter artificial del Consejo Nacional de Transición (CNT).
En la actualidad hay más de 70 grupos armados conocidos como «rebeldes». Casi todos reconocían la autoridad del General Younes Abdel Fatah, quien trataba de coordinar los diferentes grupos. Desde que se anunció su muerte [su asesinato], cada grupo ha recuperado su propia autonomía. Algunos de los cuales han creado su propio gobierno y tratan de obtener el reconocimiento de los Estados miembros de la Coalición que han atacado Libia, —por ejemplo exigiéndole a Qatar—, de la misma manera que ha sido reconocido el CNT. Cada localidad tiene su señor de la guerra que quiere proclamar la independencia. En pocos días, la región de Cirenaica fue «irakisée». El caos es tal que el propio hijo del General Younes, en su funeral, pidió el regreso de Gaddafi y la bandera verde, según dijo, la única forma de restaurar la seguridad de la población civil.
Por lo tanto, basta con escuchar los discursos de Muammar Gaddafi, para comprender su estrategia. Mientras que las calles en Bengasi se han vuelto vacías como si se tratara de un pueblo fantasma, gigantescas manifestaciones populares callejeras se están organizando en toda la región de Tripolitania y de Fezzam para abuchear a la OTAN.
El «Hermano Guía» interviene por los altavoces y dialoga con la multitud.
Gaddafi explica que una tregua rápida sería perjudicial para la unidad nacional, mientras que la continuación de la guerra da el tiempo para derrocar el poder ilegítimo del CNT (los «rebeldes») y por lo tanto de preservar la integridad territorial de Libia.
El coronel Gaddafi, que ya logró reunir a todas las tribus a su favor, espera ahora poder recuperar a su causa a todas las personas que siguen apoyando al CNT. En sus intervenciones radiales, él llama a su pueblo, a todos los ciudadanos a prepararse para liberar las ciudades ocupadas por el invasor. Y este pueblo tendrá que moverse en multitud, sin armas, para recuperar el control de los focos «rebeldes» de una manera no violenta.
Muammar Gaddafi que ya ha venció políticamente al poderío militar aéreo de la OTAN, cree ahora que puede ganar también políticamente en el terreno contra los «rebeldes».
En esta situación complicada, donde la mayoría de los protagonistas no saben qué hacer, los reflejos remplazan a los pensamientos. Los partidarios del Libro Verde quieren aprovechar la desbandada de los tecnócratas libios para volver a los fundamentos mismos de la Revolución, y aquellos que están en el entorno de Saif al Islam Gaddafi, creen poder cruzar el gaddafismo y globalización y negocian con sus amigos occidentales, mientras que la OTAN bombardea una vez más, los sitios que ya bombardeó ayer y antes de ayer.
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