Ante la próxima apertura de las elecciones primarias, los 7 candidatos a la nominación republicana se hayan inmersos en una verdadera escalada neoconservadora en materia de política exterior. Veamos el siguiente recuento:
Mitt Romney, a quien los sondeos sitúan en segundo lugar y considerado uno de los precandidatos más moderados, llamó a «pasar a la acción secreta dentro de Siria para lograr un cambio de régimen».
Rick Santorum, ex senador por Pensilvania, estimó que la reciente explosión de un depósito de misiles en Irán era obra de Washington y anunció que él mismo proseguiría por ese camino si llegara a la Casa Blanca. También se pronunció después a favor de los asesinatos selectivos: «Todo científico extranjero que trabaje en Irán para el programa nuclear será considerado como un combatiente enemigo y estará condenado (…) como Osama ben Laden, a la eliminación. Varios científicos han aparecido muertos en Rusia e Irán. Han aparecido virus informáticos. Hay problemas en esas instalaciones. Espero que Estados Unidos esté implicado», dijo Santorum.
La precandidata del Tea Party, Michele Bachman, dijo que debe reanudarse la práctica del ahogamiento simulado [waterboarding], forma de tortura a la que el presidente Obama puso fin a su llegada al poder, a principios de 2009.
El gobernador de Texas Rick Perry declaró ante la Republican Jewish Coalition que «todas nuestras leyes emanan de la Torah» y que Estados Unidos debería ayudar a Israel a atacar Irán.
Pero el gran premio de la retórica neoconservadora se lo lleva sin dudas el actual favorito en los sondeos, Newt Gingrich, quien reafirmó sus posiciones después de sus controvertidos comentarios sobre los palestinos, de quienes dijo que eran un pueblo «inventado», además de calificarlos de «terroristas» en medio de un debate en Des Moines.
Newt Gingrich prometió financiar a «todos los grupos disidentes en Irán» y sabotear la refinería más grande de ese país.
También reprochó a la actual dirección del Departamento de Estado por «proceder al desarme moral de la tradición judeo-cristiana» y prometió poner al neoconservador John Bolton en el puesto de secretario de Estado, que actualmente ocupa Hillary Clinton.
Gingrich, quien ya fue presidente de la Cámara de Representantes, dice que de convertirse en presidente de Estados Unidos se las arreglaría para mantenerse «de varias maneras» muy cerca de Benyamin Netanyahu, el actual primer ministro de Israel. Según Gingrich, «Bibí es un tipo duro. Para él, la seguridad de Israel es lo primero».
Para terminar, el señor Gingrich quiere que el Congreso devuelva su «libertad» a los servicios de inteligencia estadounidenses, sugiriendo así que se levante la actual prohibición de asesinar a los dirigentes en funciones en los países que se oponen a la política imperial.
Más allá de la acostumbrada retórica sionista y antiiraní tendiente a ganarse la simpatía del poderoso lobby proisraelí, esta avalancha de declaraciones demuestra que los aspirantes a la presidencia estadounidense ya asumen abiertamente la dimensión criminal de la política exterior de los Estados Unidos de América.
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