En momentos en que medios de prensa basados en Francia destilan diversos rumores sobre la muerte en Siria del reportero Gilles Jacquier y la procuraduría de París abre una investigación por homicidio voluntario, no está de más señalar una faceta importante de este caso.
Contrariamente a lo estipulado en las normas jurídicas internacionales, la autopsia de la víctima no se hizo en el lugar de los hechos –o sea, en Siria– a pesar de que Francia hubiese podido nombrar su propio médico legal para que supervisara el trabajo de los especialistas sirios. En vez de hacerlo así, Francia repatrió el cuerpo en un vuelo especial y realizó la autopsia en París, inmediatamente después de su llegada, sin dejar a Siria el tiempo necesario para nombrar su propio experto encargado de supervisar dicho procedimiento.
A pesar de que el gobernador de Homs había anunciado el 12 de enero de 2012 la creación de una comisión investigadora encargada de aclarar la muerte del periodista francés, el gobierno sirio se ve por lo tanto imposibilitado de comprobar las causas del deceso.
En derecho penal, lo que Francia acaba de hacer al repatriar indebidamente el cuerpo del periodista Gilles Jacquier se llama apropiación fraudulenta del cuerpo. Asimismo, la forma en la que Francia repatrió el cuerpo y realizó la autopsia fuera de la presencia de un especialista nombrado por Siria es un intento de destrucción y deterioración de pruebas.
El comportamiento del gobierno francés obligará en todo caso a la justicia a invalidar el informe resultante de dicha autopsia, lo cual hace desde ya imposible que se pueda determinar la verdad.
Más allá de la evidente voluntad del actual gobierno de Francia de manipular sistemáticamente los hechos para usarlos en contra del Estado sirio, todo lo anteriormente señalado conduce inevitablemente a plantear otra interrogante: ¿Qué es lo que Francia está tratando de ocultar sobre la muerte de nuestro colega de France 2?
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