En entrevista concedida a nuestros colegas de Mecanopolis, entrevista que reproducimos a continuación, Thierry Meyssan aborda la ofensiva internacional contra Siria, la dramática situación de Libia y la campaña electoral en Francia. Ya se hace patente que el «éxito» francés en Libia es en realidad un desastre. Por el contrario, el fracaso de Alain Juppé en Siria preserva las posibilidades de poder desempeñar un papel en el mundo de mañana. La batalla de Siria nos anuncia el fin del mundo unipolar y un profundo cambio en las antiguas alianzas, lo cual pone a Francia ante una disyuntiva histórica: emprender la reconquista de su soberanía o mantenerse en el callejón sin salida de la globalización.
Mecanopolis: Thierry Meyssan, hace meses que usted viene observando la situación en Siria para la Red Voltaire. ¿Qué puede decirnos sobre los últimos acontecimientos que se han producido en el terreno?
Thierry Meyssan: A lo largo de un año, Siria ha enfrentado una «guerra de baja intensidad». Miles de mercenarios, provenientes de toda la región y portadores de la experiencia militar adquirida en Irak y en Libia, han saboteado la infraestructura energética y las telecomunicaciones. Armados hasta los dientes por la OTAN, provistos de datos de inteligencia recogidos y entregados a ellos por vía satelital, entrenados y dirigidos por instructores occidentales, esos elementos han tratado de sembrar el terror y el caos perpetrando crímenes de inusitada violencia. Simultáneamente, los medios de prensa occidentales han inventado una historia de revolución/represión que sus lectores y espectadores se han tragado por asimilación, creyendo que el esquema tunecino simplemente se reproduce en todos los países de lengua árabe.
No existe hasta este momento un claro balance en lo tocante a las víctimas. La única fuente creíble que podemos tomar como referencia es la Misión Observadora de la Liga Árabe. Dicha Misión se componía mayormente de expertos de alto nivel (oficiales superiores y diplomáticos) de diferentes nacionalidades y se desplegó libremente por todo el país.
Según aquella Misión nunca hubo manifestaciones masivas en contra del régimen y, por lo tanto, tampoco hubo represión. Lo más importante es que los grupos armados causaron tantas víctimas entre los civiles como entre los miembros de las fuerzas de seguridad (ejército y policía). Estos hechos comprobados, que contradicen las alegaciones de las potencias occidentales y de los países del Golfo, fueron rechazados por esos mismos actores, a pesar de haber sido ellos mismos quienes propugnaron y conformaron aquella Misión de Observación.
La «guerra de baja intensidad» se terminó con la retirada estadounidense después del doble veto ruso-chino y del despliegue del equipamiento antiaéreo ruso. La OTAN, al verse obligada a renunciar a sus planes de bombardeo contra Siria, carecía ya de razones para proseguir su estrategia terrestre de preparación del terreno. Los últimos combatientes se atrincheraron en un barrio de Homs, donde proclamaron el emirato islámico de Baba Amro.
Durante un mes ofrecieron al mundo un show televisivo para hacer creer que las fuerzas sirias estaban «bombardeando» su bastión, cosa que jamás sucedió y que simplemente no podía suceder porque un destacamento militar sirio había quedado atrapado dentro del emirato islámico. Finalmente, como resultado de un acuerdo global entre [el ministro del Interior de Francia] Claude Gueant y el general [sirio] Assef Chawkat, los instructores franceses salieron de Baba Amro y la mayoría de los mercenarios se rindieron.
Como casi siempre sucede al final de una guerra, todavía quedan individuos y grupúsculos aislados, movidos por un deseo de venganza, que siguen atacando a la población. En todo caso, todo está volviendo paulatinamente a la normalidad. Dentro de unos días habrá elecciones pluralistas, las primeras en el país en medio siglo. Los nuevos partidos políticos están aprendiendo a tener la posibilidad de expresarse a través de la televisión y de hacer debates públicos. En definitiva, Siria sale de esta dura prueba empobrecida pero también más fuerte.
Mecanopolis: Hasta el momento, los esfuerzos de la OTAN por derrocar el régimen de Bachar al-Assad han fracasado. Podemos pensar, sin embargo, que esta coalición occidental no renunciará a sus planes. ¿Cuáles serán, a su entender, las próximas acciones de desestabilización contra Siria?
Thierry Meyssan: Al desplegar en Siria el sistema de defensa antiaérea más sofisticado del mundo, la Federación Rusa ha puesto fin al predominio aéreo de Estados Unidos e Israel en el Medio Oriente. Y el poderío de las fuerzas armadas estadounidenses se basa principalmente en la capacidad aérea de destrucción, ya que las fuerzas terrestres han demostrado ser incapaces de ocupar el terreno. O sea, ya Washington no cuenta con los medios que necesita para imponer su política.
La presencia rusa es masiva. En este momento hay más de 100 000 ciudadanos rusos estacionados en Siria y se trata de militares rusos a cargo del funcionamiento del equipamiento de defensa antiaérea.
El equilibrio estratégico se ha invertido en unos cuantos años. Washington, que no logró entrar en guerra en el Líbano en 2005, libró allí una guerra a través de un intermediario en 2006, guerra que terminó con la vergonzosa derrota de Israel ante el Hezbollah. Posteriormente, el Pentágono se vio obligado ha abandonar en 2011 las gigantescas bases militares que había construido en Irak con intenciones de usarlas durante un siglo. La OTAN acaba de retroceder en Siria y ya no se habla de atacar Irán.
Más que Estados Unidos et Israel, los grandes perdedores en esta nueva coyuntura son les regímenes árabes sionistas. Me refiero sobre todo a las dictaduras wahhabitas de Arabia Saudita y Qatar. No estoy seguro de que puedan sobrevivir por mucho tiempo después de esta derrota.
Mecanopolis: ¿Puede usted explicarnos en pocas palabras a qué intereses sirve la OTAN en la desestabilización contra Siria y cuál es el objetivo final de esos intereses?
Thierry Meyssan: Lo único de alianza defensiva que tiene la OTAN es el nombre. Es en realidad una organización de lacayos de Estados Unidos, al servicio de sus ambiciones imperiales. La decisión de atacar Siria se tomó el 15 de septiembre de 2001, en Camp David, justo después de los atentados de Nueva York y Washington. Siria figuraba en una lista de 7 objetivos.
Después de Afganistán e Irak, estaba previsto atacar Libia y Siria, después Somalia y Sudán, y finalmente Irán. Los preparativos de la guerra contra Siria comenzaron después de la caída de Bagdad, con el voto de la Syria Accountability Act [en el Congreso estadounidense], el 15 de octubre de 2003. Inmediatamente se adoptaron las primeras sanciones.
El pretexto era que se estaba perpetuando la presencia de la Fuerza Siria de Paz desplegada en Líbano para poner fin a la guerra civil. Damasco retiró sus tropas, dejando el país del cedro al descubierto ante el enemigo israelí. Sin embargo, se mantuvieron las sanciones. Desde entonces, se ha hecho de todo para provocar el conflicto.
Hay que recordar, por ejemplo, el uso de testimonios falsos, hoy desechados, para tratar de acusar al presidente Bachar al-Assad de haber ordenado asesinatos en Líbano, entre ellos el del ex primer ministro Rafik Hariri. En su intento por lograr un juicio contra al-Assad, los países de la OTAN y los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo financiaron entonces un tribunal de excepción, cuyas reglas violan los principios más elementales de la justicia y del derecho internacional. Y así siguieron con otros intentos.
La coalición antisiria se basa fundamentalmente en 4 componentes.
– Estados Unidos quiere seguir adelante con el rediseño del «Medio Oriente ampliado». Para EE.UU. se trata de desmantelar los grandes Estados históricos y reemplazarlos por pequeños Estados étnicamente homogéneos, más fáciles de manipular. Estados Unidos pretende amputar el noreste de Siria para crear un Kurdistán con elementos iraquíes, turcos e incluso iraníes. Y amputar también la costa siria para desplazar el Líbano hacia el norte y ofrecer parte de su actual territorio a Israel.
– Por su parte, la colonia judía de Palestina pretende quebrar el «Eje de la Resistencia». Para ello tiene que cambiar el régimen, derrocar a Bachar al-Assad, sustituirlo por un títere que sería Burhan Galioun, cuyo único programa consiste en romper la alianza siria con el Hezbollah e Irán, como él mismo se encargó ya de explicarlo al [diario] Wall Street Journal.
– En cuanto a las dictaduras religiosas del Golfo, su supervivencia exige imperativamente la eliminación del modelo laico sirio. Se trata de un modelo laico muy diferente del que nosotros conocemos en Europa bajo ese vocablo, sobre todo en Francia. El laicismo sirio no es una cohabitación, o una tolerancia, entre comunidades religiosas –y menos aún una máscara para esconder el racismo, como tiende a convertirse en Europa– sino una verdadera cooperación entre creyentes para garantizar la libertad de cada cual para desarrollarse espiritualmente siguiendo la fe de sus antepasados.
– Para terminar, las transnacionales de la energía ambicionan el gas de la región. Se han descubierto reservas considerables en el Mediterráneo, bajo la costra de sal, y en el continente. Esos yacimientos están compartidos entre los territorios de Egipto, de la Palestina ocupada, el Líbano, Siria, Turquía y Chipre, pero tienen su centro en Qara, no lejos de Homs. Así que lo que acabamos de ver es la primera gran guerra por el gas, que deja entrever la aparición de nuevas reglas geopolíticas muy diferentes de las del petróleo. Es también por esa razón que las grandes potencias del gas están tan interesadas: Rusia, Irán y Qatar.
Al embarcar a Francia en esa aventura, Nicolas Sarkozy y Alain Juppé no han hecho más que tratar de satisfacer a cada uno de los 4 componentes de la coalición, a pesar de que París no tiene ningún interés directo en el conflicto. Francia creyó que lograría desempeñar un papel como ex potencia colonial que en algún momento tuvo un mandato y que podría obtener algo a cambio de ese papel. Sin embargo, la esperanza de alcanzar la victoria ha cedido lugar a la realidad de la derrota y los franceses van sufrir une desagradable sorpresa cuando tengan que pagar la factura por los crímenes cometidos en su nombre.
Mecanopolis: Varios meses después de la intervención de la OTAN en Libia, ¿puede usted decirnos cuál es la situación en ese país y quién lo dirige?
Thierry Meyssan: Nadie está gobernando Libia. Y nadie podrá gobernarla en mucho tiempo. Yo mismo expliqué en el momento del asesinato de Muammar el-Kadhafi, que murió torturado un día después de que los franceses atacaran su convoy, que la desaparición del «Líder» ponía fin a la noción de autoridad en una sociedad tribal. Se alcanzó el objetivo trazado: la sociedad libia está destruida, al igual que se ha destruido la sociedad en Somalia y en Irak.
Los partidarios del «rediseño» han extendido su estrategia hacia el norte de África. El contagio está llegando ahora a Malí y amenaza con extenderse a Argelia.
Permítame repetir que nunca hubo en Libia una revolución contra Kadhafi, quien contaba con la estima de su pueblo y nunca planeó masacrar a sus conciudadanos. Lo que sí hubo fue una secesión de la región de Cirenaica, por iniciativa de Francia y del Reino Unido, que actuaban a su vez por cuenta de Estados Unidos y de Israel. Libia se dirige ahora hacia una división del país: restablecimiento de la monarquía de los Sanussi en la región de Cirenaica, instalación de la Hermandad Musulmana en la región de Tripolitania y repliegue de los antiimperialistas hacia la región de Fezzan.
Mecanopolis: En Francia, nos acercamos a la primera vuelta de la elección presidencial. Marine Le Pen y Jean-Luc Melenchon se autodesignan como candidatos de la antiglobalización. ¿Cree usted que realmente lo sean?
Thierry Meyssan: Si abordamos el tema de los programas políticos tenemos que pensar en términos de partidos, de equipos, no de personas. Por el contrario, si hablamos de candidatos, tenemos que juzgar sus personalidades, sus capacidades y sus virtudes republicanas.
No dudo que Marine Le Pen y Jean-Luc Melenchon sean antiglobalistas. Pero lo importante es saber si lo son sus equipos. Las posiciones del Frente Nacional y del Frente de Izquierda son por lo general contrarias a la globalización, pero son a menudo ambiguas y a veces contradictorias. De esas dos formaciones, el Frente Nacional es el único que ha condenado las aventuras militares de Nicolas Sarkozy en Afganistán, Costa de Marfil, Libia y Siria, pero se ha esforzado mucho en no aclarar su actitud hacia Estados Unidos e Israel. Para mí está claro que, a pesar de los esfuerzos de su candidato, el Frente de Izquierda no es antiglobalista. En cambio, tengo mis dudas en lo que concierne al Frente Nacional, que en el plano interno ha evitado cuidadosamente toda clarificación sobre este tema central.
Mecanopolis: Nuestro amigo y compañero Pierre Hillard se prepara para lanzar, en una acción de continuidad con el texto de Adrien Abauzit, un «llamado a la abstención» con vistas a la segunda vuelta de esta elección que, de no producirse una sorpresa, sería un duelo entre Nicolas Sarkozy y Francois Hollande. La idea es que el próximo presidente tenga la menor legitimidad posible para poder cuestionar después una autoridad que no dejará de ponerse al servicio de la oligarquía globalista. ¿Estaría usted dispuesto a firmar ese llamado, junto a otros intelectuales franceses?
Thierry Meyssan: En primer lugar, por una cuestión de principio, yo me niego a discutir públicamente una estrategia para la segunda vuelta antes de que el sufragio universal se haya pronunciado en la primera vuelta.
Pienso, en segundo lugar, que el paso del voto en blanco a la abstención debe ser objeto de profunda reflexión. El primero expresa una negativa a legitimar la alternativa propuesta, mientras que la segunda expresa una voluntad de deslegitimar las instituciones. Hace un momento hablábamos de Libia. Allí pude ver lo que significa el derrumbe de un Estado, la anarquía que Hobbes describía al decir que convierte al hombre en «lobo del hombre», y yo no deseo que ningún pueblo tenga que pasar por eso, ni ningún otro ni el mío.
Yo pienso como Pierre Hillard, y seguramente como muchísimos franceses, que nuestra República ha dejado de ser laica, que ha dejado de ser democrática y que ha dejado de ser social. Pero si lanzamos un llamado a deslegitimar las instituciones, no podemos limitarnos a eso. Tenemos que ir hasta el final, ¡hasta la Revolución! ¿Estamos listos para eso?
«Thierry Meyssan sur les tentatives de déstabilisation de la Syrie et sur l’élection présidentielle française », Mecanopolis, 19 avril 2012.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter