Hasta ahora, uno de los casos más notorios es el de Roberto Gil Zuarth, exsecretario privado de Calderón, a quien se acusa de haber recibido una suma millonaria para hacer posible la instalación de casinos en beneficio de algunos empresarios.

Sin embargo no es el único, y seguramente no será el más importante, pues cabe pensar que durante el gobierno de Calderón –personaje turbio y sanguinario, opuesto siempre al pueblo y apoyado por empresarios y jerarcas católicos– el saqueo del erario y el tráfico de influencias alcanzó dimensiones insólitas.

Desde que el Partido Acción Nacional (PAN) comenzó a llegar al poder en la década de 1990, en ayuntamientos y algunos estados de la República, se evidenció, con prácticas como el nepotismo y los manejos irregulares de los recursos públicos, la voracidad y falta de escrúpulos de los persignados panistas.

Casinos y pronósticos

A sólo 2 meses de que el PAN dejó el gobierno federal, comienzan a darse a conocer casos de corrupción, como el del senador Roberto Gil Zuarth y el del exdirector de Pronósticos Deportivos, Jesús Villalobos López.

Al primero de ellos se le ha acusado públicamente de haber recibido, en 2011, 800 mil dólares para garantizar la apertura de casinos de manera irregular. En ese tiempo, él era secretario particular de Felipe Calderón Hinojosa (www.sdpnoticias.com/nacional/2013/01/10/vinculan-a-gil-zuarth-con-trafico-de-influencias-en-casinos-como-me-puedo-defender-si-no-hay-ninguna-prueba-indica).

Quien divulgó esos hechos fue Talía Vázquez, exesposa del empresario casinero Juan Iván Peña Neder, quien fuera coordinador de asesores del entonces subsecretario de Gobierno en la propia Secretaría de Gobernación, Abraham González.

Peña Nader fue uno de los beneficiados por la apertura de los casinos, maniobra que, evidentemente, en el fondo involucra al propio Calderón; además de que, actualmente, la Procuraduría General de la República investiga con relación a ese asunto –que suponía una verdadera red de corrupción– a otros personajes, como Roberto Correa Méndez, exjefe de Juegos y Sorteos; y Guillermo Santillán Ortega, exdirector de la Unidad de Enlace de Gobernación (http:// noticierostelevisa.esmas.com/nacional/546166/ratifica-talia-vazquez-acusaciones-contra-gil-zuarth/).

Con relación a estos hechos, también ha salido a relucir el nombre de Lizette Clavel, quien es senadora suplente de la hermana de Calderón (Luisa María Calderón), dada la relación personal que mantiene con Peña Neder, a quien visita en el reclusorio, donde purga una condena por un problema que tuvo con su exesposa Talía.

Por otra parte, el exdirector de Pronósticos para la Asistencia Pública, Jesús Villalobos López, fue inhabilitado por 10 años y castigado con una multa de 161 mil pesos por haber dispuesto, en su propio beneficio, de recursos del erario.

El par de casos mencionados (Gil Zuarth y Villalobos) representa sólo la punta del iceberg de la corrupción calderonista, que comenzó antes de que Calderón llegara al poder.

Hay que recordar episodios como el del empresario chino Zhenli Ye Gon, quien denunció haber sido amenazado por Calderón y su gente (“copelas o cuello”) para aportar sus recursos a la campaña del panista, así como los malos manejos de Hildebrando Zavala, cuñado de Calderón, que fueron revelados en 2006 por el entonces candidato presidencial del Partido de la Revolución Democrática, Andrés Manuel López Obrador.

Podemos, pues, imaginar la magnitud que pudo haber alcanzado la corrupción derechista en el sexenio pasado.

Una larga historia

Antes de que Calderón llegara al poder, la entonces familia presidencial formada por Vicente Fox, Marta Sahagún y los hijos de ésta, los Bribiesca Sahagún, habían escandalizado a la opinión pública por la forma en que, al amparo de la Presidencia de la República, hicieron florecer sus propios negocios.

Uno de ellos fue Vamos México, la famosa fundación seudofilantrópica creada por Sahagún, al igual que las empresas y los negocios de sus hijos.

Empero, en el periodo foxista hubo cierta libertad para criticar al presidente y a sus allegados, lo cual no sucedió en el sexenio de Calderón, mandatario ilegítimo que llegó al poder mediante el fraude electoral de 2006.

Calderón, quien se apoyó en el Ejército, el clero y los más poderosos medios de comunicación, gobernó con total impunidad, siempre contra el pueblo y en su propio beneficio, por lo que podemos imaginar el cuantioso robo y abuso de poder por parte de él y de los funcionarios de su gobierno.

Pero la historia de la corrupción derechista se remonta a la década de 1990, cuando el PAN comenzó a llegar al poder en municipios y estados de la República y luego en el plano federal.

En los territorios gobernados por la derecha se hicieron patentes, por un lado, las tendencias confesionales de los panistas, su santurronería y su rechazo del Estado laico, y por el otro, su falta de escrúpulos y límites para beneficiarse del poder.

Lo anterior es natural, pues aunque todos los políticos tienden a ser manipuladores y a sacar partido de los demás, los panistas suelen llegar al poder sin compromiso alguno con ideales de justicia social o con sectores populares, sino sólo con el objetivo de enriquecerse (como si el gobierno fuera un negocio privado) y de beneficiar a su amada jerarquía religiosa.

Por eso, en los territorios donde el PAN llegó al poder, se reproducían siempre los mismos esquemas: nepotismo, tráfico de influencias, dispendio de los recursos públicos en beneficio de los propios gobernantes o de sus allegados, abrumadora publicidad oficialista basada en el autoelogio y el alarde de los supuestos logros del gobierno, etcétera.

Ese guión se desarrollaba lo mismo en Baja California, primer estado donde el PAN llegó al poder en 1989, que en Guanajuato, donde en 1991 se designó como mandatario interino al ultracatólico Carlos Medina Plascencia; en Chihuahua, donde arribó el viejo panista Francisco Barrio Terrazas en 1992, o en Jalisco, donde el PAN llegó al gobierno en 1995. Además, el blanquiazul gobernaba alcaldías como Mérida, Monterrey y Aguascalientes.

En todas partes era lo mismo: los panistas persignados y voraces se servían abusivamente del erario, colocaban a sus parientes en los cargos públicos, hacían florecer sus propios negocios al amparo del poder, a la vez que desdeñaban las necesidades de los sectores populares y procuraban minar las bases de la seguridad social.

A la vez, se exhibían en ceremonias religiosas, apoyaban política y materialmente al clero y hasta prohibían espectáculos que les parecían “sacrílegos” o “contrarios a la moral y a las buenas costumbres”.

El gobierno de Calderón fue la culminación de la trayectoria política del PAN, cuyos militantes buscan llegar al poder simplemente para enriquecerse, al a vez que para favorecer al clero y a los empresarios, que son sus principales apoyos.

Fuente
Contralínea (México)