La mitad del parque habitacional del país, conformado por 35 millones de casas, requiere de acciones de recuperación o reemplazo, y sólo 18 millones de estos conjuntos habitacionales están habitados. Una vivienda de calidad no corresponde con su objetivo: permitir el desarrollo y bienestar de las personas, lo cual incide en la calidad de vida, explica investigador de la UNAM, “el concepto de intimidad es cuestionable”.
Los modelos actuales de vivienda urbana, si bien tratan de resolver la necesidad básica de ofrecer un lugar en dónde vivir, no necesariamente proveen de vivienda de calidad que permita el desarrollo de las personas, explica el arquitecto e investigador, de la Universidad Nacional Autónoma de México, Guillermo Boils. Las viviendas urbanas de los desarrollos habitacionales tienen un promedio de 40 metros cuadrados de área útil, sin embargo, al considerar los muros internos, muebles y áreas de circulación, los espacios de este modelo se reducen considerablemente.
A decir del investigador del Instituto de Investigaciones Sociales, deben considerarse no sólo los metros cuadrados, sino los metros cúbicos, pues este tipo de vivienda en zonas cálidas disminuye aún más la calidad de vida, explica. Guillermo Boils asegura que además de que los espacios son reducidos, no existen formas naturales de ventilación: las familias, ya de por sí con recursos limitados, se ven en la necesidad de hacer mayores gastos en energía eléctrica para renovar el aire en este tipo de habitaciones.
Los materiales con los que se construyen masivamente las viviendas de los conjuntos habitacionales también son un factor que incide en la calidad de vida, explica el investigador. Además de que los materiales son de poca resistencia, “el concepto de intimidad es cuestionable”, señala; pues los reducidos espacios y los materiales empleados no favorecen la privacidad ni el aislamiento del sonido, elementos necesarios para la calidad de vida y privilegios que debiera ofrecer un hogar.
Al menos el 70 por ciento de la población que abandona su vivienda lo hace motivada por la mala calidad y la mala ubicación, indica Gabriela Ponce, investigadora del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública. A decir de la doctora, quienes abandonan su hogar por estos motivos suelen reubicarse en las ciudades en donde estén más cerca de sus centros de trabajo y de educación. De esta forma reducen sus tiempos de traslado, que oscilan entre 3 y 6 horas diarias aproximadamente. La tendencia, observa la investigadora, es reubicarse en la ciudad para compartir vivienda con familiares, rentar espacios pequeños y baratos en vecindades o vivir en cuartos redondos. Pues, explica, existen casos en los que las familias que habitan en los desarrollos habitacionales pagan más al mes por concepto de transporte que por hipoteca.
Desde la perspectiva de Guillermo Boils, los factores económicos son también determinantes para que las familias mexicanas opten por abandonar sus viviendas. La falta de empleo y el bajo salario mínimo influyen en esta decisión, pues quienes habitan en conjuntos habitacionales, generalmente a los alrededores de la ciudad, suelen tener bajos ingresos y para acceder a servicios básicos necesitan gastar más que aquellos que viven en el centro de la ciudad. “Si tienes que decidir entre comer y pagar la hipoteca, mejor comes”, considera Boils.
Además de los factores económicos, de ubicación y calidad, la percepción de la violencia es un factor que en los últimos años ha contribuido al abandono de la vivienda. Al menos en las ciudades fronterizas del Norte del país, ésta es una situación recurrente.
Infografía:
Parte I: Vivienda mexicana, sin calidad de vida
⇒ Parte II: Vivienda en México: nido de violencia intrafamiliar, rezago y reproducción de la pobreza
Parte III: Necesidades de vivienda digna, aún rezagadas
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