Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo.

Para el gobierno federal es inmejorable el momento de la detención de uno de los líderes más importantes del narcotráfico en México y en el mundo, Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo. Mediáticamente fue el mismo presidente Enrique Peña Nieto quien confirmó su captura a través de twitter.

“El medio es el mensaje”, decía Marshall Mcluhan, y es precisamente en twitter en donde las críticas al sistema han sido constantes y duras desde que Peña asumió el poder, quizás porque aún es el medio de comunicación más libre en donde la sociedad puede manifestarse sin ataduras. Así que el anuncio de la aprehensión del líder del cártel de Sinaloa lleva en sí mismo un mensaje presidencial para los usuarios de esa red social, congraciarse con ese grupo twittero que no cree en nadie ni en nada, que exige justicia y cero impunidad, que lo mismo pide encarcelar a los corruptos que libertad para indígenas presos injustamente, o mejoras en los servicios de salud, educación, vivienda. Es a ellos a quienes se dirigió Peña Nieto, como una petición de tregua para su gobierno.

Fue la Secretaría de Marina, en coordinación con las agencias policiales y de inteligencia de Estados Unidos, la encargada del operativo que llevó a la captura del delincuente más buscado en México y en Estados Unidos, al menos desde hace un año que hubo cambio de poderes, pues es claro que los dos presidentes mexicanos anteriores le dieron protección a Guzmán Loera. Primero Vicente Fox lo dejó escapar del penal de seguridad más fuerte que hay en el país, después Felipe Calderón y su superpolicía Genaro García Luna le dieron impunidad y protección a cambio de beneficios económicos.

Sin embargo mediáticamente sería más relevante para Peña llevar a juicio a Fox y Calderón por liberar y proteger a ese narcotraficante que en los dos últimos sexenios vivió su máximo expansión territorial y económica. Pero de eso ni hablar, porque en México hay una tradición que se ha convertido en ley: no tocar a exmandatarios sin importar los delitos que hayan cometido, así se trate de genocidio, miseria extrema, enriquecimiento ilícito, abuso de poder y hasta traición a la patria.

Pero de vuelta a la captura de Guzmán Loera, lo cual justifica a la revista Time con su portada dedicada a Peña Nieto y la cabeza “Salvando a México”, es claro que habrá un nuevo reacomodo en las estructuras del crimen organizado, lo cual no significa que éste desaparecerá y mucho menos que la industria que genera miles de millones de dólares vaya a entrar en crisis.

Por ello hay que insistir en que mientras las autoridades mexicanas, entiéndase Procuraduría General de la República, Secretaría de Hacienda, Unidad de Inteligencia Financiera, Procuraduría Fiscal y Centro de Investigación y Seguridad Nacional, sigan sin combatir el lavado de dinero producto del tráfico de drogas y otros delitos, esta onerosa industria del crimen organizado seguirá boyante y en expansión.

Por ningún motivo el asesinato o captura de los integrantes de las mafias de las drogas, así sea El Chapo o cualquiera de los otros líderes, detendrá o disminuirá el poder de esos grupos delincuenciales, pues en cuanto alguno de sus líderes es eliminado, de inmediato surgen los sustitutos. Así que prácticamente no hay nada que festejar mientras políticos corruptos, policías sobornables y empresarios lavadores de dinero sigan en las calles, pues son éstos quienes permiten y promueven, y en ocasiones hasta dirigen, a las bandas del crimen organizado.

El poderío del crimen organizado

Las mafias de la droga han dado muchas muestras de su poderío y mediante la violencia ha incrementado su confrontación contra el Estado mexicano. En muchos estados del país siguen los asesinatos, secuestros y extorsiones, mientras que los cárteles se presentan como benefactores de la población, incluidos los cuerpos policiales, la iglesia, las autoridades municipales y gubernamentales, los partidos políticos y los empresarios.

Este problema de la violencia incrementado en los gobiernos de Fox y Calderón, llevó al primero de estos expresidentes a declarar que lo enfrentaría con toda la fuerza del Estado y al segundo a decir que se trataba de una “guerra” con las fuerzas federales. Pero más allá de los desatinos constantes de ambos exmandatarios panistas, lo único que se revela fue su incapacidad para gobernar, su complicidad con esas mafias y la impunidad en la que ahora viven.

El país entonces sigue atrapado en una espiral que durante la última década no encuentra el camino y que ahora se traduce en agudos problemas sociales que dificultan todos los días la vida a su población.

Los líderes del crimen organizado en México ahora son el peligroso narcotraficante que en estos días poco se menciona Vicente Carrillo Fuentes, quien comanda otro grupo posesionado en Ciudad Juárez, Chihuahua, y que también lucha por apoderarse de la zona de Tamaulipas. Uno más, calificado como el “padrino” de la droga, es Juan José Esparragoza Moreno, alias “El Azul”, a quien extrañamente nadie busca y tal vez sea porque en los tiempos en que Fox gobernaba Guanajuato, ese jefe de capos vivía tranquilamente, sin ser molestado, en esa entidad gobernada por el PAN. Seguramente quien sustituirá a Guzmán Loera es Ismael Zambada García, alias El Mayo, otro de los líderes legendarios del Cártel de Sinaloa.

El perfil psicológico de El Chapo

Antes de sufrir aquel accidente que lo llevó a perder la vida cuando viajaba en el avión que cayó por el rumbo de Las Lomas en el Distrito Federal, en donde también falleció Juan Camilo Muriño, el amigo personal de Felipe Calderón, el entonces subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos, principal responsable del combate contra la delincuencia organizada en el sexenio pasado, se refirió a El Chapo Guzmán como un hombre muy inteligente y de extraordinaria capacidad de reacción, lo que le había permitido convertirse en un “héroe” en las comunidades en donde opera y era protegido por el apoyo económico que da a la población.

Esa declaración le valió al jefe policiaco fuertes críticas de la prensa, pero lo que sí es cierto, según el perfil criminológico de Guzmán Loera, elaborado por expertos psicólogos en criminología, es que este pequeño hombre de 1.55 metros de estatura acumula un gran odio contra la sociedad, es vengativo, calculador, inteligente y, ojo, cuando él y su familia son agredidos utiliza todos los medios a su alcance para vengarse en el momento más oportuno, es decir su reacción es calculada para hacer el mayor daño posible.

Pero pasemos al expediente que Vasconcelos le entregó a este reportero y que define con claridad la personalidad y el pensamiento del criminal más buscado en estos momentos en el país: tiene 47 años, nació en Culiacán, estudió hasta el 6º grado de primaria, es casado y está acusado de ser autor intelectual y material de los delitos de homicidio, cohecho, asociación delictuosa, evasión de preso y delitos contra la salud como posesión de cocaína y de psicotrópicos (Diazepan).

Por ser el narcotraficante de moda, vale la pena dar a conocer su perfil criminológico de este jefe de la mafia, elaborado por peritos de la PGR: es considerado un individuo de alta peligrosidad, que define claramente sus metas y la forma de alcanzarlas, utilizando sus habilidades de planeación, organización, negociación y proyección al futuro; siendo él mismo responsable directo de la planeación y seguimiento de sus acciones para concretar exitosamente sus objetivos.

Su tenacidad es producto del sentimiento de inferioridad que le produce el factor endógeno concerniente a su baja estatura de 1.55 metros, que refleja mediante una expresión de superioridad intelectual y de ambición desmedida por el poder.

Destaca su alta capacidad de reacción con raciocinio; tiene necesidad de liderazgo, controla de manera adecuada su entorno, es obsesivo pero mesurado durante sus actos vindicativos, que son orientados al fortalecimiento de la estructura. Se considera una persona estable emocionalmente.

En su realidad interna no existe la culpa; se reconoce a sí mismo como un líder con buenos sentimientos; su rol en la organización criminal se perfila como autor intelectual, pero sin necesidad de la operación directa, esto con el objeto de mantenerse a salvo de detenciones y atentados.

El éxito de sus acciones radica en sus habilidades para manipular su entorno y anticiparse a las reacciones de sus antagonistas.

Lo caracteriza su egocentrismo, lo que lo lleva a pretender mantenerse en el centro de atención e importancia al interior de su grupo, para conservar el mando y al exterior para denotar superioridad.

Encuentra fortaleza en la generación natural de sentimientos de dependencia y lealtad hacia su persona, para crear un entorno de complicidad en el que él resulta ser el más beneficiado, a grado tal que el compromiso de sus dominados podría llevarlos a sacrificar su propia integridad física por resguardar la de él o la de su familia.

La traición es un factor detonante de la agresividad que imprime a sus acciones, no le interesa ocultar su autoría, pero es reservado para aceptar su responsabilidad directa o indirecta.

Su carácter afable le reditúa un convencimiento natural de las personas con las que interactúa, especialmente de aquellos con los que mantiene vínculos orientados a su protección.

Cumple sus compromisos, pero también sus acciones de venganza, utilizando cualquier método violento si se siente amenazado.

Es seductor, en apariencia espléndido y protector, genera círculos de confianza, garantiza el éxito de la estructura mediante la identificación y permanencia del grupo.

Sin embargo, no es indulgente con sus detractores y no vacila en romper alianzas; este factor pasa desapercibido entre su círculo principal por las muestras de solidaridad que tiene con ellos; infundiendo al mismo tiempo al resto del grupo temor reverencial.

Una de sus fortalezas es la tolerancia a la frustración, por lo que la venganza no es un hecho que ejecute con la inmediatez de una persona impulsiva, su respuesta es calculada, pero insistente, su visión es dañar a su adversario utilizando sus debilidades para producir el mayor daño posible.

Su capacidad de análisis y de recuperación es elevada, por lo que sus debilidades las transforma en fortalezas que le permiten superar inmediatamente los problemas que enfrenta.

En ese sentido se observa que algunas de sus debilidades son el temor a la pérdida de lo que considera sus logros, en primera instancia su libertad, lo que le produciría un estado depresivo; en segundo lugar la pérdida de algún miembro de su núcleo primario podría desencadenar una venganza planeada pero devastadora y ejemplar para los responsables.

Su necesidad de convivencia social puede llevarlo a la pérdida de su bien más preciado, que es la libertad.

Objetivos de Guzmán Loera

De acuerdo con informes de la PGR, la finalidad de “El Chapo” era debilitar la alianza entre la organización Arellano Félix-Osiel Cárdenas Guillén, a fin de expandir su dominio territorial ejecutando a sus operadores y de defensa legal; esto en respuesta a la ejecución de su hermano Arturo Guzmán Loera alias “El Pollo”, en el penal de máxima seguridad de La Palma, mediante la concreción de mecanismos que le permitan denigrar o destruir a quienes visualiza como culpables de ese hecho.

El propósito de Guzmán Loera es adquirir un status de omnipotencia que le permita consolidar alianzas internacionales; en el mediano plazo delegará las funciones de supervisión para disfrutar de los recursos financieros que ha obtenido, ya que sus actividades delictivas iniciaron a la corta edad de 20 años y con un bajo nivel jerárquico, procediendo de un bajo estrato social.

Fuente
Contralínea (México)