Mientras el «Emirato Islámico» sigue incorporando a sus filas nuevos oficiales de procedencia china, el geógrafo Manlio Dinucci aporta nuevos elementos a los análisis de los politólogos Alfredo Jalife-Rahme y Thierry Meyssan para demostrar que el objetivo final de la operación no es otro que desestabilizar Rusia y China.
Otra sirena de alarma comienza a sonar en momentos en que el Emirato Islámico [ex EIIL, designado en Estados Unidos con las siglas ISIS] divulga a través de las complacientes redes mediáticas las imágenes de la tercera decapitación de un ciudadano occidental: después de extenderse en Siria e Irak, el llamado «Emirato Islámico» está penetrando en el sudeste asiático.
El anuncio proviene de la firma Muir Analytics, que se dedica a proporcionar a las transnacionales «información de inteligencia contra el terrorismo, la violencia política y la insurreccion». Muir Analytics es una de las «auxiliares» de la CIA en Virginia y la “casa madre” la utiliza a menudo para divulgar las «informaciones» útiles para sus operaciones.
La CIA cuenta con una solida experiencia en ese terreno.
Bajo las administraciones de los presidentes Carter y Reagan, la CIA financió y entrenó –a través de los servicios secretos pakistaníes– unos 100 000 muyahidines utilizados para combatir las fuerzas soviéticas en Afganistán. En esa operación participó un rico saudita, Osama ben Laden, quien llegó a Afganistán en 1980 con miles de combatientes reclutados en su país y con amplios medios de financiamiento.
Al término de la guerra de 1989 –con la retirada de las tropas soviéticas y la entrada de los muyahidines en Kabul, en 1992– nació, en 1994, la organización de los talibanes, adoctrinados, entrenados y armados en Pakistán para conquistar el poder en Afganistán en el marco de una operación que contó con el apoyo tácito de Washington.
En 1998, en una entrevista concedida al semanario francés Le Nouvel Observateur, el ex consejero estadounidense de Seguridad Nacional Zbignew Brzezinski explicó que el presidente Carter había firmado la directiva que autorizaba la creación de los muyahidines. Lo interesante es que la firmó no después sino… antes de la invasión soviética en Afganistán para «atraer a los rusos hacia la trampa afgana». Cuando el entrevistador le preguntó a Brzezinski si deploraba aquello, la respuesta de Brzezinski fue la siguiente:
«¿Qué era lo más importante para la historia del mundo? ¿Los talibanes o el derrumbe del imperio soviético?» [1]
Así que no sería nada sorprendente que en el futuro algún ex consejero de Obama admitiese, después de los hechos, algo de lo que ya tenemos pruebas en este momento: que fue Estados Unidos quien favoreció el nacimiento del «Emirato Islámico» en un clima social «fertilizado» por sus guerras [las guerras estadounidenses en el Medio Oriente] en el marco de una estrategia que busca en primer lugar la destrucción total de Siria, impedida hasta ahora por la mediación rusa a cambio del desarme químico de Damasco, y la reocupación de Irak, que estaba alejándose de Washington y acercándose a Pekín y Moscú. El pacto de no agresión en Siria entre el «Emirato Islámico» y los «rebeldes moderados» es parte de esa estrategia.
En ese contexto, la alarma sobre la penetración del «Emirato Islámico» en Filipinas, Indonesia, Malasia y en otros países geográficamente cercanos de China –alarma lanzada por la CIA a través de una firma que se dedica a esos menesteres– sirve para justificar la estrategia que ya había entrado en aplicación y en cuyo marco Estados Unidos y sus principales aliados están concentrando fuerzas militares en la región Asia-Pacífico. Precisamente allí donde –advertía el Pentágono en 2001– «existe la posibilidad de que surja un rival militar con una formidable base de recursos, con capacidades suficientes como para amenazar la estabilidad de una región fundamental para los intereses estadounidenses».
Así que… se cumplió la «profecía», aunque con una variante. Hoy Washington teme a China, pero no tanto como potencia militar –aunque el poderío militar chino no es nada despreciable– sino sobre todo como potencia económica, a cuyo fortalecimiento contribuyen incluso las transnacionales estadounidenses que fabrican en China muchos de sus propios productos.
China se está haciendo mucho más temible aún para Estados Unidos debido a sus acuerdos económicos con Rusia, que contrarrestan las sanciones de Occidente contra Moscú, y con Irán, otro país que está en el colimador de Washington, importante proveedor de petróleo para Pekín. Existen además indicios de que China e Irán están dispuestos a participar en el proyecto ruso des “desdolarización” de los intercambios comerciales, proyecto que asestaría un golpe mortal a la supremacía estadounidense.
Ello explica la estrategia que anunció el presidente Obama, basada en el principio (explicado por el New York Times) según el cual «la potencia estadounidense deber perseguir sus intereses económicos». Y es en función de los intereses de Estados Unidos que Italia participará en la coalición internacional, encabezada precisamente por Estados Unidos, contra el «Emirato Islámico».
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
[1] «Brzezinski: «Sí, la CIA entró en Afganistán antes que los rusos…», por Zbigniew Brzezinski, Nouvel Observateur (Francia), Red Voltaire, 11 de octubre de 2014.
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