Los últimos años han sido de altos precios en los mercados internacionales del café.
No obstante, esto no se ha reflejado en una mejora sustantiva en la producción o productividad del primer producto agrícola de exportación de Perú.
En lo que se refiere a la producción, ésta no se recupera después de más de dos años sucesivos de presencia del hongo de la roya, hemilea vastatrix. Aparecido a todas luces por un calentamiento fuerte en toda la zona productora de la ceja de Selva, lo que los científicos llaman el bosque húmedo tropical, este hongo, que había sido, y somos testigos presenciales, prácticamente desaparecido para 1983, reapareció y paso por un 70 % de las chacras de la Selva central, lo que es conocido como Chanchamayo.
Esta subida de temperaturas, provoca, a la vez que la proliferación del hongo, una súper germinación en la planta, lo que da una excelente cosecha, que se convierte al final, en la peor desgracia: la planta queda cansada de dar tantos y alimentarlos hasta la cosecha, con lo cual, el ataque de la roya, que se da en las hojas que producen la fotosíntesis es mortal.
El año que termina se ha perdido probablemente un tercio de la cosecha nacional, lo que
viene a ser como un millón de quintales exportables.
El problema es que las consecuencias son diversas y nefastas todas ellas, la primera es la reducción de la cuota de exportación de café orgánico, que se otorga en un porcentaje histórico de exportaciones, y que permite al cafetalero, o mejor dicho a la cooperativa, cobrar un 25 % más que el mercado. Al reducirse la cosecha aminoran las ventas y así el próximo año así haya mas café, se cobrará menos premio. Esto es una consecuencia de haberse hecho dependientes de un premio por sello y no por calidad.
La agricultura orgánica tiene, como vemos, sus pros y contras y es menester de sus dirigencias otear el porvenir, mas a la luz de que los ciclos en café son revolventes y a veces lo que se creía olvidado vuelve.
Hay que decir, primero, que esta reducción en la exportación en general, de unos 600 mil quintales como mínimo, pues no hay cifras definitivas aún, son aproximadamente unos 100 millones de dólares, lo que es el capital de varios bancos, o la suma de los intereses que pagan los cafetaleros al año.
Es decir es descapitalización directa al cafetal, menos ingresos que significan mayor costo en la cosecha por venir y una reducción drástica de los ingresos familiares directos. De esta pérdida no forma parte la superestructura, es decir la empresa exportadora o la cooperativa, pues no invierten su tiempo, trabajo y vida en la cosecha del café, sus empresas e inversiones están pagadas hace rato y siguen cobrando sus sueldos, el cafetalero no, es un mal año, así le llaman los que no saben medir el valor de las cosas.
El punto es que la agricultura orgánica, agrícolamente, no es sostenible, por lo menos en el bosque húmedo tropical, los últimos eventos así lo demuestran
No hay que olvidar que se siembran productos orgánicos no por que acá en Perú hayamos descubierto los beneficios de dichos productos para la salud, es una moda europea, los suizos con bananos chiquita y la explotación de los agricultores bananeros, y los alemanes con el café orgánico son los inventores de dichas tendencias, en general, el café es el primer producto orgánico como tendencia de consumo.
Lo que pasa es que los nutrientes orgánicos, no alimentan suficientemente a la planta, que produce menos, cada vez menos y es cada año más débil, y los plaguicidas orgánicos, muchos de ellos no combaten a las plagas con la eficiencia requerida.
Esto desde el punto de vista agrícola, pero hay un problema mayor y es el problema de la supervisión y certificación creadas alrededor de la agricultura orgánica, hay una enorme cantidad de certificadoras, una para cada país de destino o importador, que le ponen el sello necesario para cobrar el premio.
Es tal el negocio, y el problema, que pocos años la cooperación suiza en Perú, hizo un estudio, que determinó que el cafetalero orgánico tenía que llenar más de 10 formularios por año, todos llevaban casi lo mismo, pero cada uno le cobraba por separado. Se determinó que el costo fijo por quintal de café era de 5 dólares. Esto, por supuesto, independiente del precio de venta del café.
Tenemos entonces, que la certificación orgánica, con la supervisión correspondiente son un gasto inevitable. Pero ¿qué pasa?, sabemos que la cosecha del café es aleatoria, que pueden venir plagas, lluvias y sequía, pero hay que pagar, y peor aun los precios del café no son estáticos suben pero también bajan, en enero el café estaba a 100 dólares como 20 ó 30 por abajo del costo, si no fuera por las desgracias en Brasil, hubiera sido el peor desastre desde 1990.
Esto se debe a que el negocio cafetalero tiene, como lo llevan ahora, costos fijos y precio variable, es casi una ruleta.
Además el café orgánico peruano, no es de una excelente calidad, se compra por el sello no por la calidad, cuando debería haber menos y a un excelente precio.
La respuesta de los dirigentes ha sido por supuesto pedir fondos al gobierno, y más peligroso aun proponer la siembra de variedades con resistencia genética, es decir modificadas genéticamente, con lo cual se pone en riesgo el perfil característico del café peruano. Pero, no se abandona la idea del café orgánico ni se promueve la idea de el benchmarking, la taza de excelencia y el control de la calidad del café peruano de exportación.
Esto configura una faceta más del poliedro de la caficultora nacional, que debería y no puede, y que no se desvincula de lo que debe y no entra en la corriente general de los países exitosos, muchos de ellos pobres y pequeños del África.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter