Con una población dispersa por todo el territorio de casi 12 millones en el último censo, los indígenas mexicanos son víctimas del odio racial de jueces y tribunales que les siguen costando represiones, encarcelamiento y procesos abusivos; además de toda clase de marginaciones económicas, sociales y políticas que buscan su exterminio. Salvo el periodo de Lázaro Cárdenas (1934-1940), tras el lapso de la Revolución (1910-1917), a la que contribuyeron con levas y voluntarios en los ejércitos del Manco [Álvaro] Obregón y del Turco [Elías] Calles (quienes les pagaron despojándolos de sus tierras y desterrándolos a Yucatán), los yaquis en Sonora están contra la pared de los malos gobiernos antidemocráticos y la espada federal del presidencialismo hostil, que ha convertido sus comunidades en campos de concentración donde como nuevos judíos son perseguidos. Pues el desgobernador panista, Guillermo Padrés Elías, ha llevado al extremo la política autoritaria de hasta robarles el agua del Río Yaqui que alimenta la presa El Novillo.
«El reagrupamiento de los yaquis a lo largo del Río Yaqui ha continuado con renovado vigor»
Edward H Spicer, Los yaquis: historia de una cultura
El desgobernador, su pandilla depredadora y socios como Germán Larrea, con el apoyo de Enrique Peña Nieto y la complicidad de la Suprema Corte de Justicia de la Nación más el cinismo de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales y la participación de la Secretaría de la Defensa Nacional con la Policía Federal están dañando a todo el municipio de Cajeme, al llevarse el agua de esa presa para la capital del estado. A pesar de que ésta tiene más de 600 pozos que privadamente utilizan los Ricardo Mazón, los Javier Gándara (el candidato del Partido Acción Nacional al gobierno del estado, expriísta convicto y confeso) y el propio Padrés para sus caballerías; además de que el desgobernador se mandó construir una presa para regado de su latifundio, tolerada por el dueño de Conagua, David Korenfeld Federma, y autorizada por Peña…
Como las historias de los mexicanos descendientes de los más antiguos que se enorgullecen de su indigenismo, la de los yaquis es, sobre todo, la lucha por sobrevivir (Fortuna Hernández, Las razas indígenas de Sonora y la guerra del Yaqui, l902; Edward H Spicer, Los yaquis. Historia de una cultura, UNAM, 1994). Desde Manuel Ávila Camacho a Peña (1940-2015), presidentes de la República y desgobernadores de todo el país han resucitado el colonialismo depredador y sangriento de la época virreinal (1519-1821), con miras a continuar el genocidio; mismo que con la complicidad de la Suprema Corte practican Peña-Padrés, pues el desgobernador tiene presos a los dirigentes de la Tribu Yaqui que encabezan la defensa pacífica del agua que les pertenece por decreto presidencial de Lázaro Cárdenas.
Es por esto que la Misión Civil de Observación, integrada por 74 organizaciones en 20 entidades, Amnistía Internacional y la carta de representantes suscrita por 120 luchadores sociales (Contralínea, 424; y en La Jornada, 15 de febrero de 2015) demandan que cesen las represiones y abusos contra los yaquis y exigen la inmediata liberación de Mario Luna y Fernando Jiménez. Y es que el peñista Padrés y el priísta Peña –el priísmo empanizado sonorense– son la pinza que ahorca las libertades constitucionales de los yaquis y los priva del agua, dejándolos en posibilidad de producir únicamente un cultivo anual y padecer severa escasez de agua potable.
Está claro que Peña-Padrés –el nuevo Partido Revolucionario Institucional del cártel de Atlacomulco–, que a nivel nacional y con lo hecho por Acción Nacional-Padrés-Calderón han llevado a todos los mexicanos al desastre económico, son quienes en una complicidad política arremeten contra los yaquis robándose el agua. Es un ataque vil del presidente del montón y del desgobernador ratero para agredir al pueblo cajemense y a la Tribu Yaqui, intentando someterlos a una mayor degradación. Lo que agrega un problema más a todos los problemas que el peñismo no ha querido, no ha podido o no ha sabido resolver.
Y entre los cuales, someramente enumeramos: la barbarie de Ayotzinapa; la lucha de las enfermeras; contra el acueducto en Monterrey; los tarahumaras en Chihuahua; el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas; los feminicidios en Jalisco y el Estado de México; las protestas en Veracruz por el homicidio de periodistas; los maestros en Oaxaca; las rebeliones en Michoacán; la criminalidad en Morelos… Y la inseguridad en todo el territorio, convertidos en un caldo de cultivo que estallará en cuanto se radicalicen los devastadores efectos de la crisis económica por el recorte del gasto público.
Así que las embestidas a los yaquis por la indiferencia de la Corte y el peñismo para atender el conflicto por el robo del agua no tarda en salirse de los parámetros pacíficos. Y es que el peñismo y el padrescismo no quieren entender que la paciencia nacional ha llegado a su límite por el desempleo, la pobreza, la corrupción de los Peña, los Murat, los Videgaray, los gigolós como Velasco en Chiapas, los abusos de Moreno Valle en Puebla, los saqueos de los Duarte en Veracruz y Chihuahua, los Medina en Nuevo León, etcétera. Si los mexicanos indígenas de la Tribu Yaqui se rebelan contra el genocidio de Peña y Padrés, entonces Sonora será, en las vísperas electorales, nuevamente un polvorín contra los que en el poder público suponen que todo se arregla con soldados y marinos en las calles.
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