Un estudio basado en imágenes satelitales muestra que, en 4 años:
– 83% de la iluminación nocturna ha desaparecido en toda Siria;
– 97% de la iluminación ha desaparecido en la ciudad siria de Alepo y sus alrededores;
– 35% de la iluminación ha desaparecido en el distrito de Damasco.
Este estudio ha sido divulgado bajo la firma de 130 organizaciones humanitarias subvencionadas por Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y el Vaticano, y reagrupadas para ello bajo la denominación de #withSyria.
El estudio se limita a mostrar los hechos y sus terribles consecuencias para el pueblo sirio, cuidándose mucho de tratar de interpretarlos.
El ya mencionado estudio acompaña una petición dirigida a los gobiernos, petición que contiene 3 demandas:
– Acelerar la ayuda humanitaria,
– Cese de los ataques contra la población civil,
– Priorizar una solución política compatible con el respeto de los derechos humanos.
Según los adversarios de la República Árabe Siria este estudio sería una demostración de la derrota del gobierno de Bachar al-Assad. Y sería por lo tanto ilusorio creer que existe una opción entre el caos –representado por la oposición armada– y un «dictador-que-masacra-su-propio-pueblo». O sea, afirman que la única opción actual sería entre «el caos y el caos».
La realidad es muy diferente.
Para interpretar correctamente esas imágenes hay que saber, en primer lugar, que la República Árabe Siria está dando servicio eléctrico a todo el país, lo cual incluye las zonas ocupadas por los yihadistas.
Sin embargo, los ataques de los yihadistas así como las acciones militares de la coalición internacional (encabezada por Estados Unidos) que dice luchar contra el Emirato Islámico bombardeando las refinerías de petróleo y, por otro lado, las sanciones financieras que impiden a Siria la compra de petróleo en el extranjero son las causas de una situación en la que el Estado sirio sólo puede garantizar entre 6 y 8 horas de electricidad diarias.
El Estado sirio ha logrado reparar las centrales eléctricas afectadas pero sólo la mitad de esas instalaciones están funcionando, a falta de combustible. Y las que están funcionando sólo lo hacen a media máquina. Los comercios importantes y los servicios fundamentales se han dotado de generadores propios pero tampoco logran aprovisionarse de todo el combustible necesario.
Además de utilizar la electricidad para el alumbrado y para hacer funcionar sus fábricas, los sirios también la necesitan para calentarse en invierno, y este último ha sido corto pero rudo. Durante 2 semanas, el país estuvo recubierto por 40 centímetros de nieve. Por las razones anteriormente citadas, el fuel (combustible doméstico) también escasea y el Estado sólo puede garantizar 200 litros de fuel, 2 veces al año, a cada familia, previa presentación de una Libreta Familiar. Como sucede en toda situación de guerra, existe un mercado negro donde es posible aprovisionarse en fuel, vendido a un precio 3,5 veces superior al precio que practica el Estado.
En las regiones de Alepo y Raqqa, los yihadistas cortaron voluntariamente el servicio eléctrico garantizado por el Estado sirio. Según ellos, el servicio eléctrico estatal es inútil ya que «no había electricidad en la época del Profeta».
Por consiguiente:
– La iluminación se multiplicaría por 3… si las naciones occidentales levantaran sus sanciones financieras contra Siria;
– La iluminación sería idéntica en Alepo y en el resto del país si las naciones occidentales lograran razonar con los «rebeldes moderados» a los actualmente apoyan;
– La iluminación sería idéntica en Raqqa y en el resto del país si las naciones occidentales se aliasen con la República Árabe Siria para expulsar de allí a los yihadistas del Estado Islámico.
Todo lo anterior permite concluir que la población ha huido de las zonas de combate.
Según la ONU, al menos la cuarta parte de la población siria desplazada se ha refugiado en el extranjero, ya sea por ser esa la solución geográficamente más asequible o por huir de la República.
Pero las otras 3 cuartas partes de los desplazados se han refugiado en los distritos de Damasco y de Latakia, bajo la protección que les garantiza la República Árabe Siria.
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