No obstante, buen día.
La forma en que se da la campaña presidencial y, en particular, el resultado del «Martes Grande» deja estupefacto al establishment estadounidense. Entre los demócratas Clinton, la señora del sistema, a duras penas puede aventajar a Sanders, socialista imposible de imaginar en Estados Unidos. Por el otro lado el triunfo de Trump simplemente está rompiendo el cerebro del Beau Monde republicano.
“Nuestros líderes son estúpidos. Nuestros políticos son estúpidos. Tenemos un presidente que no sabe nada. Yo podría decir que es incompetente, pero no lo haré porque estas cosas no se dicen”, expresó Trump.
El filósofo estadounidense Fukuyama, alguna vez de moda, anunció hace un cuarto de siglo el fin de la historia, que la victoria de la democracia liberal en todo el mundo significaba el punto final de la evolución sociocultural de la humanidad. El fin de la historia es, en esencia, también el fin de la política. Los valores liberales son tan absolutos e incuestionables que, propiamente, no hay de qué discutir. Quienes no los comparten son marginales, sujetos a aislamiento o, en lo ideal, a exterminación. Hasta el momento, la ausencia de política la compensaba el problema de los matrimonios homosexuales. Pero, al parecer, incluso en eso se ha alcanzado el consenso.
El proceso electoral se ha convertido en un megashow, en la imitación de la discusión política. La cumbre fue, seguramente, la elección entre McCain y Obama de 2008. «El soldado duro, incapaz de prounciar palabras de amor» y el refinado liberal-estudioso de origen afroamericano. ¿No es esto una elección? ¿Necesitan algo más? Dos roles idealmente distintos que camuflan la ausencia de distinciones políticas.
“Antes teníamos dos partidos. Uno tenía conciencia, pero no tenía cerebro, el otro tenía cerebro, pero no tenía conciencia. Ahora tenemos dos partidos idénticos, sin conciencia ni cerebro, y no entiendo para qué hacen falta”, dice Harlan Ullman, autor de la doctrina «Conmoción y pavor en Irak», miembro de la junta directiva del Consejo del Atlántico.
Pero ahora es distinto. La maquinita electoral estadounidense, de dos partidos, claramente está fallando. El socialista real Sanders y el vándalo-antisistema Trump, hablamos del regreso de la política. ¿Qué es esto: falla o crisis sistémica?
De la película El garaje: “Los que estén a favor de la lista propuesta por la junta directiva por favor alcen la mano.”
Desde luego el sistema se resistirá. Tratará de absorber o integrar a Trump . Evidentemente lo logrará, una de las dos. Sin embargo, la maquinita de todos modos falló. La política se escapó y no podrán encerrarla nuevamente.
F. Fukuyama, octubre de 2014: “El triste resultado es el siguiente: considerando cómo se acentúa la enfermedad política de este país, y cuán poco probables son las perspectivas de una reforma constructiva, el trastorno de la política estadounidense seguramente continúe hasta que no se dé una conmoción externa.”
Harlan Ullman, febrero de 2016 : “El sistema político estadounidense, posiblemente, esté tan dañado que incluso la crisis más formidable no hará que se intente repararlo.”
¿Qué más se puede añadir a esto?
No obstante, hasta la próxima.
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