Múltiples fueron las alusiones del primer ministro, Fernando Zavala, al bicentenario, en su exposición al Congreso ayer. Pareciera ser que 2021 es una fecha límite, hito o valla fundamental para la consecución de ofertas de la administración de Pedro Pablo Kuczynski. Que se cumplan 200 años del grito libertario del general José de San Martín, ha encendido no pocos entusiasmos, algunos hilarantes y hasta supersticiosos.
Cuando el Santo de la Espada (título del libro de Ricardo Rojas, 1933), San Martín, proclamó las célebres frases “El Perú desde este momento es libre e independiente, por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende”, una buena parte del país estaba aún ocupado militarmente por las fuerzas españolas. Sin actos insurgentes similares en otras partes del Perú, el asunto hubiera sido imposible.
Desde entonces a la fecha, la formalidad y el maquillaje han orlado la vida republicana. La democracia ha sido de los menos y no de los más. Grupos y pandillas minoritarias se apoderaron del Estado, eliminaron toda participación opinante de mayorías aplastadas en la Conquista y Colonia y monopolizaron todo vestigio de lo que llamaron gobierno. Los españoles-americanos y sus descendientes fueron clave esencial de este prolongado régimen. Elites ociosas y muy cobardes usaron al pueblo en sus guerras y sólo para defender intereses privados y carecieron de un proyecto nacional, integrador, inclusivo, genuinamente democrático, sin discriminaciones ni elusiones.
El reto contemporáneo y que tiene el nuevo gobierno del presidente Kuczynski, es traducir la masiva participación electoral reciente de la ciudadanía, en dinámicas de cultura social y de una revolución que se base en la tecnología aplicada contra la zozobra de poblaciones que aún viven absolutamente marginadas en todo el país y que no son diferentes o menos peruanas o de segunda o tercera categoría. Es más, cuando fueron llamados al sacrificio, siempre estuvieron en primera línea. ¿Podrían decir eso los grupúsculos que inventaron héroes, consagraron símbolos endogámicos y se llamaron señores y decentes a sí mismos?, ¿y que pugnan por imponer su prevalencia en todos los órdenes?
Me atrevería a afirmar que el bicentenario no sólo debiera ser la recordación de esos dos siglos, sino, más bien y con formidable acento: la plataforma de lucha por un Perú libre, justo y culto. Más que mirar el pasado y regodearnos en la celebración epidérmica de un suceso importante que se quedó en la puerta y no traspasó el dintel de los retos que exigían un pueblo completo, sin discriminaciones, de todas las sangres; avistemos el presente y el futuro y construyamos una gran Nación competitiva y respetuosa de todos sus pueblos originarios y mestizos y que celebre la participación democrática de todos.
Bastaría una simple encuesta para saber ¿cuánto, de qué modo y qué tanto sienten los peruanos comunes y peatones el bicentenario? Que la palabra es mágica, en un país de sortilegios y edificios construidos en garrulería barata y abundante, no hay duda. Pero la eficacia que demandan sus habitantes tiene que ver con la acción soberana del Estado y con el ejercicio de una soberanía popular que significa que el ciudadano sea realmente un ser humano bajo la protección de sus leyes, sin discriminadores y, por supuesto, sin discriminados.
En Perú tenemos la deformación, que nos viene de antaño, la costumbre de derramar millones de palabras, concatenar bien y hacerlas poesía para disfrazar la mediocridad y las ganas de no hacer nada, y eso nos hace felices porque hemos perdido el afán del cumplimiento de los deberes y el reclamo de obligaciones a las que nadie se puede sustraer.
Es hora de prescindir del maquillaje y hacer las cosas. Continuar en la atávica retahíla de poesía bien entonada, es decirle a las nuevas juventudes que “no podemos hacer algo diferente”. Y eso es aberrante cuanto que anti-humano.
Fuimos un gran centro geopolítico con los incas que, a su vez, fueron precedidos por las grandes culturas antes que ellos. ¿Por causa de qué no volver a nuestros orígenes con la ayuda de las formidables herramientas modernas?
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