La historia política, que es el caso, no se repite a pesar de las coincidencias y semejanzas. Lo que pasa es que nuestro presidencialismo con Peña, se parece a otros de nuestra historia y ha llegado a una alternativa.
Una opción es que Peña renuncie y el Congreso, tras el presidente interino designe al presidente sustituto. La otra opción es que el huevo de la serpiente golpista dé a luz un desastre parecido a un desastre 1963 en Chile o que la descomposición actual permita el ascenso de otro Victoriano Huerta (1913-1914). Peña ya puso a la nación, con su gobierno federal al Estado y a la Sociedad con sus problemas sin solucionar, al borde de una crisis general política, económica y social que demanda un relevo en la conducción presidencial. El país ya está en condiciones de una violencia intrainstitucional, con las corrupciones de la élite en los poderes federales, estatales y municipales, semejante a la experiencia que alumbró al nazismo (Eugenio Xammar, El huevo de la serpiente, crónicas desde Alemania: 1922-1924). Han fracasado las políticas públicas del peñismo. Y tiene encendido al país con protestas, ingobernabilidad y acosado por el desempleo, la sangrienta inseguridad que ya rompió la paz social; la pobreza, los bajísimos salarios. Y claro, la corrupción. El mal gobierno. La deuda pública ya impagable. La quiebra de Petróleos Mexicanos (Pemex). El conflicto de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y el autoritarismo promilitar de Nuño. Mientras, prosperan: el narcotráfico, los secuestros, las desapariciones forzadas, los feminicidios. El alza de los precios y a la recesión con depresión vamos en vías de un drástico decrecimiento. Y para colmo, el garrafal error de Peña en política exterior con la visita provocadora y amenazante de Trump y sus tambores de guerra (los dioses y sobre todos los electores estadunidenses quieren que derroten al belicoso republicano). Esto ha sido la gota que derramó la crisis política. Peña debe irse. La causa grave que pide la Constitución es que ya está totalmente incapacitado (y hasta se dice que tras la extirpación cancerosa de su tiroides, males mentales lo aquejan, como lo apunta el análisis de Ernesto Villanueva, Peña Nieto y la salud del gobernante; en la revista Proceso: 28 de agosto de 2016).
Y a simple vista en los acercamientos audiovisuales se nota síntomas de decadencia física. Como sea, el asunto es que ya el presidencialismo peñista ha generado gravísimas consecuencias por las malas decisiones y la notoria falta de colaboradores capaces. Y asesores que lo han estado llevando a errores tras errores, dañando irreversiblemente a los mexicanos y a la soberanía nacional, por no saber resolver los problemas federales que se amontonan explosivamente por el creciente descontento social, a las puertas de un peñismo incompetente.
La renuncia de Peña, por ese catálogo de apretada síntesis, tipifica muy bien la causa grave, antes de que tengamos algo parecido a lo de Guatemala, Brasil o la misma Venezuela, sin contar lo de Chile con las protestas contra la reforma educativa por las pensiones y de Bolivia por el conflicto minero. Ya Peña y los peñistas no pueden ni han sabido cumplir con sus obligaciones, mientras las ilegalidades multiplican los reclamos de los derechos humanos. El Banco de México acaba de advertir que debe disminuirse el déficit y la deuda pública en un contexto de disminución del crecimiento económico por los excesos del neoliberalismo de Videgaray. La actual descomposición política, económica y social nos ha llevado a lo que puede ser una violencia del pueblo contra las violencias gubernamentales de Atenco a Nochixtlán). Y de las delincuencias que tienen sitiada a la nación. No se necesita una mano dura y caprichosa y por eso la renuncia de Peña debe llevarse constitucionalmente, para restablecer la paz social con transacciones entre la democracia representativa y la democracia directa: el pueblo y sus representantes para conciliar resolviendo problemas y solucionando conflictos. Y es esto o el huevo de la serpiente golpista romperá el cascarón.
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