6-12-2016
Corrían los fragorosos e inciertos meses de los años 1947-48. Decía gobernar, o hacía el intento, entre multitud de yerros propios y concesiones a los grupos conservadores más fieros, José Luis Bustamante y Rivero, quien había nombrado como ministro de Gobierno de su gabinete al general Manuel A. Odría.
El 7 de enero de 1947, ocurrió el crimen del director de La Prensa, Francisco Graña Garland y se atribuyó el hecho de sangre a miembros del Partido Aprista. De hecho, el diputado por La Libertad, Alfredo Tello Salavarría, el de la Revolución de Trujillo, dio con sus huesos en la cárcel, donde permanecería más de un decenio. Lo propio ocurrió con Héctor Pretell Cabosmalón. El suceso nunca fue esclarecido pero estas dos personas sí purgaron condena.
Fue elegido en 1945, Fernando Belaunde Terry, como diputado en la lista del Frente Democrático Nacional, mayoritariamente respaldado por el aprismo, recién vuelto a la vida pública luego de largos años de clandestinidad desde 1934.
Y en tal circunstancia promovió la interpelación Belaunde contra el ministro de Gobierno Odría. No prosperó la censura porque ocurrió lo contrario a lo deseable, es decir, el voto de confianza. Lo que demostró que no siempre las buenas y rectas intenciones dan en el blanco cuando carecen, como se verá por el decurso de la historia, de la suficiente flema y cálculo sereno para evaluar los sucesos.
Divorciado, absolutamente, Bustamante y Rivero, de sus mentores políticos, el aprismo, prefirió caminos –así lo llamó- constituyentes y el 3 de octubre de 1948, día de la sublevación en el Callao, puso fuera de la ley al partido de Haya de la Torre.
Escribió Andrés Townsend Ezcurra en su libro autobiográfico, 50 años de aprismo:
“El proceso de reconversión democrática vino afectado desde sus orígenes, por defectos de nacimiento. Sonó la hora del Apra, pero no se respetó la hora de Haya de la Torre. En una porfiada acción de retaguardia, la oligarquía logró el veto indirecto de Víctor Raúl, al permutar la renuncia de Haya por la de Benavides y al entremezclar en las listas parlamentarias a sus hombres con los elegidos por el pueblo.
A mediados de 1947, la derecha planificó su ofensiva parlamentaria, que empezó con el ausentismo en el Senado. Opositores y antiguos integrantes del FDN dejaron de asistir a sesiones para obtener cambios en la línea política de la mayoría. Pedro Beltrán, con asesoría de Ravines, organizó un movimiento anti-aprista: la Alianza Nacional. Para mayor confusión el presidente Bustamante se entendía con los ausentistas.
En el Congreso, las posibilidades de acción legislativa se vieron limitadas por el desarrollo, desde julio de 1947, de la táctica del ausentismo parlamentario en el Senado. La paralización del Congreso, determinada por la derecha en la Cámara alta, esterilizó sus proyectos y empujó a una crisis institucional de gran envergadura.
La anormal situación del Congreso, el enardecimiento opositor a partir del sospechoso crimen Graña, la impaciencia del Partido Aprista ante el acoso múltiple, fueron deteriorando la recién inaugurada democracia peruana. En 1947, el general Manuel A. Odría había sido designado ministro de Gobierno.”, pp. 82-83, Imp. DESA, S.A, 1989, Lima-Perú.
La interpelación no encontró eco suficiente y generó, como ya se ha dicho y hay que repetirlo, la antípoda democrática: el voto de confianza. Se creía entonces, 1947, que era más importante mantener el orden promovido por Bustamante y Rivero en la persona de su ministro de Gobierno, Manuel A. Odría.
El 27 de octubre de 1948, el mismo general Odría dio el golpe de Estado que terminó con tres años y tres meses de ejercicio democrático. El ochenio, hasta 1956, había comenzado.
Y, al decir de Martín Adán, Perú había vuelto a la normalidad.
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