Aproximadamente, algo más de tres décadas atrás, comenzó a dibujarse el deterioro ético y doctrinario del Partido Aprista Peruano, mal denominado como APRA, ya que son categorías totalmente distintas.
Este proceso, el profundo abatimiento moral, no tenía más futuro que el desastre del cual todos somos testigos de excepción. Y no había que ser profetas para afirmarlo, ya que la historia está llena de ejemplos que ilustran, aquí y en cualquier lugar del mundo, de cómo se reducen hasta su extinción, los movimientos políticos que traicionaron la ideología que les dio razón de ser.
En Perú ya no existe un sistema de partidos como lo explica la ciencia política, y sólo se pueden apreciar clubes electorales, dirigidos por cúpulas alrededor de un caudillo como en el siglo XIX. Aquella concepción, tan decantada, de actualización y modernización no es más que una expresión demagógica que ha servido para disfrazar la claudicación y la apostasía amén de la terrible corrupción.
En el caso del PAP, que me ocupa, el detalle salta a la vista y observamos cómo Alan García, cuestionado desde su primer gobierno, con procesos abiertos que prescribieron con la ayuda de sus aliados los fujimoristas; su insípido y sospechoso segundo gobierno y las denuncias actuales por el caso Odebrecht, lo descalifican moralmente; sin embargo sus esbirros de ruta o, mejor dicho, sus cómplices le encumbraron y escoltaron cual fieles alfiles, al extremo de hacerlo presidente del Partido, en concordancia con su ego desmedido. Pudo, de esta manera, manejar a su antojo la organización a la que terminó privándola del elan que la hizo fuerte y admirada.
Fue inevitable que la fraternidad y disciplina que tanto costó construir, se deshiciera por la invasión de oportunistas, ambiciosos, negociantes, fenicios, peseteros y corrompidos que evidencian la calidad ínfima, negativa y rastrera de sus protagonistas obsecuentes y serviles.
El colofón de esta realidad ha sido la atomización y desmantelamiento de la obra de Haya de la Torre, y ¿por qué no decirlo?, el desencanto del pueblo que castigó a Alan con su voto ínfimo en abril 2016.
En el aspecto doctrinario, el PAP está actualmente situado como un movimiento de derecha en el espectro político, todo esto gracias al entreguismo, colusión y connivencia con los grandes empresarios cuyo Dios es el dinero; los políticos retrógrados que roban pero hacen obra, en suma con los dueños del Perú.
Triste y penosa evolución desde la izquierda democrática a la derecha conservadora por obra y gracia de una corte de ignorantes e intonsos capitaneados por el Anti-Haya.
La traición, pues, ha sido consumada sin recato y ni escrúpulos.
Los borregos sobrevivientes fueron llevados de las narices, en las últimas elecciones, hacia alianzas con Lourdes Flores Nano representante de la tradicional derecha y con el corrupto Alex Kouri, hoy huésped natural de una prisión, por mencionar algunos hechos vergonzosos siguiendo las huellas del sendero aborrecible del “perro del hortelano”.
Empero, hay candidatos a la secretaria general del PAP que protestan porque han pateado el congreso por cuarta vez, planteando una renovación que está más cerca de un chiste de mal gusto que de una posibilidad auténtica.
Un adolescente diría: ¡Qué tal raza!. Si ellos crearon y consintieron al monstruo, más aún, lo adularon y fueron cómplices de la repartición canibalesca.
Fraguaron padrones y amañaron congresos para elegirse y formar parte de la panda de monigotes que ha desviado al partido, coadyuvando a desnaturalizarlo y sojuzgarlo bajo el mando del Sr. -6%, como lo bautizara certeramente Herbert Mujica Rojas.
Uno de estos pretendientes a mandamás del Comité Ejecutivo Nacional, fue su bigotudo ministro enredado con las adendas de Odebrecht (empresa favorita de su jefe y mentor, así como Graña y Montero), y que ahora se permite decir, sin sonrojarse, que el partido se encuentra “secuestrado” (denuncia que tiene más de 25 años) que “García se opone a su candidatura”, cuando ha sido su mejor discípulo desde 1985 en el ICE, formando parte siempre de la pléyade de amigotes, porque él no militaba en el partido. Los demás candidatos tienen rabo de paja y muchas cuentas por rendir. En resumen, se están disputando las migajas de una organización que ellos mismos se encargaron de destruir.
El lema de Víctor Raúl: “Sólo el Aprismo salvará al Perú”, ya no tiene sentido y resulta irónico por la complicidad de todos los adláteres del Sr. Litio, como lo llama César Vásquez Bazán, en la tarea de hacer añicos lo que se construyó con sangre, prisión y sacrificio.
Ahora, lo más urgente para evitar los funerales, es salvar el movimiento con gente limpia y sin compromisos que recupere y rescate el verdadero aprismo y estén dispuestos a dar la pelea por arrojar a los mercaderes del templo como en la historia bíblica. Para lograrlo, es menester que sean verdaderos militantes, sin ambiciones mezquinas, que conozcan la historia, la doctrina, la filosofía, la moral y la ética y ostenten una trayectoria sin mácula. Es difícil, pero no imposible si hay voluntad y coraje, además.
La labor inmediata, y no hay alternativa, es desobedecer a la dirigencia espuria (mariscales de la derrota) y auto-convocarse en todo el país, como lo están haciendo los apristas en el extranjero, y formar un Comando Nacional de Acción que convoque a congreso, de abajo hacia arriba, que a su vez inicie la reconstrucción del Partido que fue la esperanza de los desposeídos y marginados del Perú.
El resto es silencio (Hamlet de Shakespeare).
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter