El comunicador de periodismo Raúl Rodríguez Cortés, preciso columnista crítico en El Universal –donde el 3 de marzo pasado publicó “EU destruye a sus niños”– es de lo mejor que tienen los noticieros de Televisa. Y nos ha ofrecido una síntesis sobre el problema. “La procuraduría de la Cuidad de México capturó ayer a José Castrejón, un joven de 28 años al que se le imputa la amenaza a periodistas y artistas a través de twitter. Operaba desde Puebla. Amenazó, entre otros, a Denise Maerker, Héctor de Mauleón, Leo Augusto, al caricaturista Alarcón y al comediante Adrián Uribe, entre otros”. Ciertamente ese personaje lleva tiempo dedicado a repartir intimidaciones. Unas con hasta carácter de ultimátum, a punto de cumplirse. Particularmente pone en su mira a reporteros, columnistas y analistas que no embonan con su criterio extremista, donde hacen contacto los radicalismos de izquierda y derecha, esa zona desde donde los francotiradores, den o no la cara o los pillen tras sus trincheras, enseñan los dientes y cumplen sus bravatas. No es una labor gratuita. Debe recibir una compensación. Incluso un salario. O apegado al triunfo de una causa.
Ese delincuente digital busca un imposible: que los periodistas abandonen su tarea. Lo cual no será posible. Pero debe quitársele la espada con la que el tal Castrejón amenaza. Porque del dicho al hecho hay un trecho que puede él o sus simpatizantes reducir para cumplir sus amenazas. Y es que el periodismo en todas sus modalidades, pero sobre todo el escrito donde los reporteros y columnistas informan y critican los abusos de los funcionarios y los delincuentes, es lo que más desprecian unos y otros, por lo que les interesa, sobremanera, silenciarlo e incluso eliminarlo, empezando por amenazar. Así, asaltan domicilios de la prensa y personalmente ejecutan agresiones y homicidios; y ahora lo hacen digitalmente y en forma anónima (hasta que son descubiertos), como es el caso del tuitero poblano.
Informar, con arreglo al periodismo de investigación y conforme al secreto profesional de las fuentes y filtraciones, así como analizar y criticar, son las raíces de las libertades constitucionales para buscar y dar información contra toda clase de intimidaciones (como las inquisiciones judiciales que sufre Sergio Aguayo por parte del priísta Humberto Moreira). Y lo que ha estado haciendo José Castrejón son pruebas de que está a punto de cumplir sus peligrosas provocaciones. No sólo son bravatas. Dan paso e incitan a otros para cometer agresiones de toda clase. Ya las instancias gubernamentales han sido notificadas de este tuitero poblano, quien ha sido descubierto y detenido para deslindarle responsabilidades penales por sus actos.
Entre otras, este tipo de censura previa convertida en amenazas se despliega por todo el territorio. Por lo que el diario de Ciudad Juárez, Chihuahua ha cancelado su publicación y su portal, ya que funcionarios, delincuentes y empresarios de esa entidad, han ido más allá de las inquisiciones administrativas y judiciales para clausurar los medios de comunicación que ejercen sus derechos y obligaciones para llevar, hasta sus últimas consecuencias, las libertades constitucionales para escribir y publicar con veracidad los abusos de los poderes públicos y privados, y los actos de la delincuencia.
Así como insistir en la defensa de los derechos humanos para hacer prevalecer, contra viento y marea de autoritarismos y criminales, que la opinión pública esté enterada diariamente de lo que investigan los reporteros e impugnan los columnistas y colaboradores de un periódico. Ya en muchas partes del país, los narcotraficantes, la narcopolítica, los desgobernadores y demás pandillas de esos poderes, han ido limitando e impidiendo que los medios de comunicación den a conocer lo que esos grupos llevan a cabo con su corrupción, impunidad y abuso de su poder.
Es el caso del diario Norte de Ciudad Juárez, en la Chihuahua que priístas –de casi todo el período desde 1946–, y panistas han dejado caer en la total ingobernabilidad, porque durante más de 70 años la corrupción de desgobernadores y funcionarios, la criminalidad de los delincuentes y la voracidad de los empresarios atentaron contra la legalidad y la legitimidad democráticas. Hasta llegar a que un periódico, con 27 años de existencia, tenga que cancelar su publicación, porque en la entidad “no existen las garantías ni la seguridad para ejercer el periodismo crítico, de contrapeso”. El encabezado en su primera plana fue: “¡ADIÓS!”, como última palabra a su muerte periodística y al asesinato de su reportera Miroslava Breach.
Por lo anterior, la bandera de las libertades de expresión ondea a media asta. Y la indignación por el cierre de ese diario se suma a la indignación nacional por los malos gobiernos antidemocráticos y antirrepublicanos de Peña, los desgobernadores rateros y fugados, los que se van a jugar golf, como Javier Corral de Chihuahua… etcétera.
Los mexicanos apenas sobrevivimos debido a los funcionarios rateros y que no cumplen con sus obligaciones, en un ambiente de más de 1 millón de homicidios acumulados desde Díaz Ordaz; corriendo el riesgo de que al final del sexenio peñista –y más si el mexiquense a sangre y fuego retiene el Estado de México–, los homicidios alcancen 1 millón 200 mil. Más los feminicidios, los secuestrados y desaparecidos.
En ese contexto es que asistimos al cierre del periódico Norte, porque en Chihuahua no cesan los homicidios de periodistas. No hay gobierno en esa entidad. Ni gobierno federal. Estamos en manos de la total ingobernabilidad.
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