El kilo de buche de totoaba alcanza un precio de 60 mil dólares. El pez, endémico de las aguas del Golfo de California, se caza intensamente, pues su vejiga gaseosa es más codiciada que la cocaína en el pujante mercado negro chino. Está al borde de la extinción. Los traficantes no sólo acabarán con este tipo de corvina que alcanza los 2 metros: también extinguirán del planeta, colateral y cínicamente, a otra especie endémica de la región: la vaquita marina, de la cual sólo sobreviven menos de 30 ejemplares. La vaquita no es codiciada en estos mercados, pero la técnica con la que se captura a las totoabas de manera ineludible acaba también con la vida de las vaquitas.
No es el único caso mexicano. Peor. Ni de lejos, es el único del mundo. Miles de especies están al borde de la extinción. Muchas de ellas, a causa de la caza o captura, tráfico y venta que sufren. Lo traficantes de vida silvestre no se detendrán. Están en un negocio que les reditúa anualmente 23 mil millones de dólares, como documenta el más reciente informe del Global Financial Integrity, Transnational Crime and the Developing World.
¿Cuáles son los mercados ilegales mundiales de vida silvestre? Uno de ellos es el de las mascotas exóticas. Las especies más traficadas en este mercado son la boa constrictor, iguana, ranas, loros, halcón, loris perezosos, chimpancé, arañas, escorpiones, caracal. Otro es el de la caza para consumo, por el simple hecho de obtener alimentos “exóticos”. En este caso están los elefantes, varias especies de primates, ciervos manchados, tortugas, esturión, pangolín, tigre, anguila de vidrio y abulón.
Un tercer mercado es el de las propiedades curativas que (falsamente) se le atribuyen a su carne, piel, huesos u otras partes de sus cuerpos: cuerno de rinoceronte, buche o vejiga de totoaba, bilis del oso, hueso del tigre, escamas del pangolín, ginseng y caballitos de mar. Otro mercado ilegal de vida silvestre es el de la moda y decoración: se utilizan partes de algunas especies para fabricar bolsos, carteras, zapatos, abrigos y muebles. Además de varios tipos de maderas preciosas, como el palo de rosa y el ébano, se encuentran en esta lista las pieles de serpientes y caimanes, la concha de tortuga, la piel de tigre.
El sexto mercado es el del estatus. Hay quienes demandan especies porque con ellas adquieren prestigio, poder o reconocimiento. Es el caso del marfil de elefante, el cuerno de rinoceronte, así como pieles, dientes y garras de grandes felinos y osos.
En términos generales, y a nivel mundial, poco se ha hecho para combatir este crimen. Por el contrario, y según el documento de la Global Financial Integrity, este negocio ilícito “ha crecido dramáticamente” durante los últimos 15 años. Ha rebasado el tema de la conservación ambiental para convertirse en un asunto de seguridad nacional e internacional.
“El tráfico de vida silvestre se ve facilitado por la corrupción, la apatía, la ignorancia, la debilidad de la legislación y su cumplimiento.”
Y es que aunque el precio de varias especies o sus derivados es superior al de la cocaína o la heroína, las penas por el tráfico de especies son muy indulgentes comparadas con las determinadas para el narcotráfico.
En 5 años fueron exterminados 4 mil 500 rinocerontes para quitarles sus cuernos. A los elefantes les ha ido peor. Cada año son asesinados 24 mil paquidermos sólo para obtener sus colmillos de marfil. El valor que representa el comercio de partes de los cuerpos de estos animales supera los 3 mil millones de dólares anuales. Pero la especie más cazada, por número de ejemplares, es el pangolín. El número de individuos de esta especie de mamífero con escamas que son traficados supera los 100 mil cada año. Por supuesto, el pangolín se encuentra al borde de la extinción. Cada ejemplar de pangolín que se sirve en un restaurante de Hanoi, la capital de Vietnam, alcanza los 1 mil 750 dólares.
El documento señala los precios al menudeo de otros animales. En el mercado negro cada loro gris africano alcanza los 2 mil dólares; el loris perezoso, 5 mil; una cría de elefante 7 mil, y un gorila 400 mil dólares. Además, por ejemplo, cada gramo de extracto crudo de bilis de oso se paga en 19 dólares.
Como en la mayoría de los negocios criminales, la mayor parte de las ganancias quedan en manos de los intermediarios: cárteles que trafican y venden en el mercado lo que los cazadores furtivos les proveen.
Por un guacamayo, el cazador recibe 2 dólares mientras que el intermediario lo vende hasta en 10 mil dólares. Por un chimpancé, el que lo captura obtiene 50 dólares y quien lo vende al consumidor final se lleva 20 mil dólares. Un halcón representa 500 dólares para quien lo caza y hasta 100 mil dólares para quien lo trafica. Otros ejemplos: por cada kilo de carne de pangolín, el cazador recibe 22 dólares con 50 centavos, pero el monto de lo que termina pagando el consumidor final es de 350 dólares por kilo; la vesícula biliar del oso deja ganancias al cazador por 100 dólares y el traficante la vende en 10 mil dólares; y por la piel de un tigre el que lo caza recibe 1 mil 500 dólares, mientras que en el mercado final se vende en 16 mil dólares.
Un verdadero saqueo. Más claro, cuando vemos que todas estas especies traficadas provienen de regiones con altos niveles de miseria. Las mafias metidas en el negocio son tan violentas y poderosas como las del narcotráfico. Compran funcionarios y partidos “verdes”.
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