Tras atrincherarse en el “no” ante quienes investigan el financiamiento ilegal del Partido Popular, Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja, Francisco Javier Arenas y Ángel Acebes de ese partido, es el turno del extesorero José Luis Bárcenas que ha dicho dará la callada por respuesta. Ocultar es una respuesta habitual de la derecha, la otra es mentir.
Mentir. Hace unos días el Banco de España reconocía que se perderán los más de 60 mil millones de euros que el gobierno dedicó a rescatar bancos españoles. Mintieron Mariano Rajoy y Luis de Guindos cuando aseguraron que el rescate no costaría ni un euro a los españoles.
Una mentira como decir que el gobierno aumenta las pensiones, cuando la mayoría de pensionados han perdido un 35 por ciento de poder adquisitivo en los últimos años. Una mentira como pretender que la mayor esperanza de vida obliga a recortar las pensiones para que sean sostenibles.
¿Sostenibles? Hablamos de derechos fundamentales de la gente. Si la economía pública funciona con menos corrupción y la privada con menor fraude fiscal habrá dinero. Pero mienten cuando alzan el pendón de la sostenibilidad, porque esa presunta sostenibilidad es excusa para adelgazar las pensiones públicas y que los futuros jubilados suscriban pensiones privadas porque la pública no alcanza.
Mienten cuando al rendimiento variable de aportaciones individuales a fondos de inversión (que especulan en mercados de capitales) le llaman “pensión privada”. Y mienten cuando dicen que hay que recortar las pensiones porque no hay dinero. Pero desde 2009 el Estado ha proporcionado a la banca más de 280 mil millones de ayudas varias, a destacar la inyección de 62 mil millones de euros. Además de la ayuda de comprar activos de empresas privadas por 840 millones de euros. Lo mismo que se recortó en educación en 2012.
Y mienten más cuando pretenden que reformar las pensiones es tarea de expertos, cuando es cuestión de derechos de los trabajadores. ¿Decidirán sobre pensiones los expertos (presuntos) a sueldo de la banca?
Los embustes institucionalizan la desfachatez como acción política habitual de la derecha. Rajoy dijo cuando gobernaba José Luis Rodríguez Zapatero que “subir el IVA [impuesto al valor agregado] en tiempos de crisis es un disparate” al tiempo que clamaba “no más IVA”. Pero tras formar gobierno en 2012 aumentó el IVA al 21 por ciento. Y en noviembre de 2011 anunció: “Voy a meter tijera a todo, salvo a pensiones, sanidad y educación”, pero mintió y recortó 10 mil millones de euros del presupuesto de sanidad y educación.
Más mentiras. Cuando se partió el petrolero Prestige con la consiguiente marea negra, Rajoy declaró como vicepresidente del gobierno que el derramamiento de 63 mil toneladas de fuel sólo era que “del Prestige salen unos pequeños hilitos, como de plastilina”. ¡Plastilina! La peor catástrofe ecológica en años.
Otrosí, Rajoy presume de crear empleo, pero oculta qué empleo crea: precario, temporal, inseguro y de bajo salario. Y aún hay 4 millones 260 mil parados, lo que hace de España el segundo país de la Unión Europea con más desempleo.
Más mentiras. Dice Rajoy que hay 400 mil jóvenes parados menos, pero sólo son 240 mil, porque lo que ha disminuido es la población activa de jóvenes por dejar de buscar empleo, volver a estudiar o emigrar.
Según Rajoy, se ha creado medio millón de empleos anuales, pero los datos muestran que la mayoría de esos contratos son temporales, incluso sólo de días. Según Eurostat, España es uno de los países europeos con más empleo temporal forzoso.
El colmo de mentir es que Rajoy pretenda que pobreza y desigualdad han disminuido. ¿De dónde lo saca cuando la carencia material severa afecta al 6 por ciento de población y trabajadores con empleo pero pobre ya es el 15 por ciento? Además hoy hay más riesgo de exclusión social que cuando Rajoy ganó las elecciones en 2011, como documentan organizaciones no gubernamentales de desarrollo y solidarias.
Como escribe el filósofo Paolo Flores D’Arcais, las libertades públicas y las mentiras políticas son inversamente proporcionales. El volumen tolerado de mentiras de políticos muestra la calidad de una democracia, porque la democracia exige veracidad.
La corrupción de la democracia supone mentiras, además de agredir la justicia, aumentar la desigualdad y violar derechos de la ciudadanía.
Como escribe el periodista Antonio Galeote, “la corrupción mental empieza en las palabras, en el lenguaje. Las palabras son importantes. Son el primer paso para comprender, pues si no se llama a las cosas por su nombre, si se acepta la mentira de los agresores, se acaba justificando lo injustificable”.
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