La primer ministro británica, Theresa May, anunció a la Cámara de los Comunes, el 5 de septiembre de 2018, que Scotland Yard ha logrado identificar a los autores del envenenamiento de Serguei Skripal y su hija Yulia, en el que también resultó afectado un sargento de la policía [1].
Según las autoridades británicas, los culpables son dos rusos (ver foto), identificados como Alexander Petrov y Ruslán Boshirov –nombres y apellidos muy comunes en Rusia–, que llegaron de Moscú al aeropuerto de Gatwick, el 2 de marzo a las 15 horas, y volvieron a Moscú 2 días después, el 4 de marzo.
El Reino Unido emitió una orden de arresto europea pero no ha presentado pedido de extradición a Rusia, cuya Constitución impide la extradición de sus ciudadanos.
El gobierno de la Federación Rusa respondió de inmediato que no conoce a esas personas y solicitó a Londres que le transmita las huellas dactilares de los sospechosos ya que el procedimiento británico de solicitud de visas para los ciudadanos rusos incluye el registro de las huellas dactilares del solicitante.
El gobierno de Theresa May se negó a satisfacer el pedido de Moscú, con lo cual hace imposible la búsqueda en Rusia de los supuestos culpables e impide la verificación de las acusaciones británicas.
A lo largo de los siglos XIX y XX, Londres ha recurrido en numerosas ocasiones a la utilización de pruebas falsas para lanzar todo tipo de acusaciones contra Moscú. Por ejemplo, en 1924, los conservadores denunciaron un falso intento soviético de influir en las elecciones británicas [2].
[1] “Theresa May statement on the Salisbury investigation”, por Theresa May, Voltaire Network, 5 de septiembre de 2018.
[2] Sobre el falso «Telegrama de Zinoviev», ver: «Caso Skripal, ¿la mentira que colma la copa?», por Michael Jabara Carley, Strategic Culture Foundation (Rusia), Red Voltaire, 28 de abril de 2018.
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