Jordania es el quinto país más pobre del mundo en agua. Durante los últimos años, su consumo de agua ha aumentado en un 40% mientras que el aprovisionamiento sigue reduciéndose.
Mientras tanto, Israel se ve afectado por la disminución del volumen de agua del río Jordán –que se ha reducido a la mitad desde 1950– y a la desecación del Mar Muerto.
Enviada por orden del rey de Jordania, Abdala II (ver foto), una delegación jordana llegó a Israel el 19 de noviembre para presentar las propuestas del reino.
Se trata de un proyecto concebido en 2013 que consiste en absorber agua del Mar Rojo, someterla en Jordania a un proceso de desalinización, repartirla en la región y utilizar un pipeline para enviar al Mar Muerto las sales provenientes del proceso de desalinización. Eso resolvería temporalmente el problema del agua en Jordania, en Israel y en los territorios palestinos. El proyecto es ambicioso, aunque no tanto como el de la creación de un verdadero canal entre los dos mares.
En 2015 se firmó un acuerdo con Israel, la Autoridad Palestina y el Banco Mundial. El presupuesto estaba estimado en 900 millones de dólares. Estados Unidos y Japón prometieron aportar 120 millones de dólares. Francia, Italia, España, la Unión Europea y el Banco Europeo de Inversión están dispuestos a prestar 140 millones de dólares a una tasa ventajosa. Pero nada se ha hecho.
Jordania está proponiendo también mejorar la repartición de los recursos existentes: Israel estaría autorizado a extraer agua de los mantos freáticos comunes en el sur a cambio de agua en el norte del país.
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