Al analizar la conmemoración del desembarco aliado en Normandía, el aniversario de los sucesos de la plaza Tiananmén y la campaña con vista a la elección del Parlamento Europeo, el autor observa que los occidentales no paran de mentirse a sí mismos sobre la Historia y de autocongratularse por cosas que nada tienen de gloriosas, a pesar de que la Verdad es lo único que puede liberarnos.
La propaganda es una manera de divulgar ideas, sean verdaderas o falsas. Pero mentirse a sí mismo no sólo es negarse a reconocer sus propios errores sino tratar de autoconvencerse de que uno es perfecto y tratar de huir hacia adelante.
Turquía es el ejemplo perfecto de esa actitud llevada a su máxima expresión. Ese país sigue negando que trató de liquidar las minorías turcas no musulmanas, en varios momentos diferentes, a lo largo de toda una generación, desde 1894 hasta 1923.
Los israelíes también se destacan en ese ejercicio: dicen haber creado su Estado para ofrecer una vida digna a los judíos sobrevivientes del exterminio nazi, pero la realidad es que –en 1917– el presidente estadounidense Woodrow Wilson ya se comprometía a favorecer la creación de un Estado israelí, además de que más de 50 000 sobrevivientes de los campos de concentración viven hoy en Israel en condiciones de pobreza.
Sin embargo, los únicos capaces de llegar a consensos sobre sus propias mentiras y de profesarlas como realidades indiscutibles son los occidentales.
El desembarco de Normandía
En estos días se festeja en Occidente el 75º aniversario del desembarco de los Aliados en las playas francesas de Normandía. Según proclaman casi unánimemente los medios de difusión occidentales, con el desembarco de Normandía los aliados iniciaban la liberación de Europa del yugo nazi.
Pero todos sabemos que eso es falso.
– El desembarco en Normandía no fue cosa de “los Aliados” sino casi exclusivamente del Imperio Británico y del cuerpo expedicionario estadounidense.
– El objetivo no era «liberar Europa» sino «correr hacia Berlín» para tratar de apoderarse de la mayor cantidad posible de territorios ocupados por el III Reich antes de que este se derrumbara definitivamente ante el empuje victorioso de los ejércitos soviéticos.
– Los franceses no acogieron el desembarco con entusiasmo sino más bien con horror, tanto que Robert Jospin –padre del ex primer ministro francés Lionel Jospin– llegó a denunciar en la primera plana de su periódico que los anglosajones importaban la guerra a Francia. Por aquellos días, los franceses enterraban sus 20 000 muertos, víctimas de los bombardeos desatados por los anglosajones únicamente para desviar la atención de las playas seleccionadas para el desembarco. En la importante ciudad francesa de Lyon, hubo incluso una enorme manifestación contra la dominación anglosajona alrededor del jefe del «Estado Francés», el mariscal Philippe Petain, quien colaboraba con la ocupación nazi. Otro detalle importante es que el jefe de la Francia Libre, el general Charles de Gaulle, nunca participó en ningún tipo de conmemoración del desembarco en Normandía.
El hecho es que la Historia es más complicada que las películas de Hollywood. La Historia no es una cuestión de «buenos» y «malos» sino de hombres que tratan de salvar o no a otros de manera más o menos humana. Al menos se han evitado este año idioteces como las de Tony Blair, quien, en la conmemoración del 60º aniversarion del desembarco se gano la condena de la prensa británica al afirmar en su discurso que el Reino Unido había entrado en guerra para salvar a los judíos del Holocausto –no a los gitanos, por supuesto. Detalle, la masacre contra los judíos de Europa comenzó sólo después de la conferencia de Wansee, en 1942.
La masacre de Tiananmén
También acaba de conmemorarse el triste aniversario de la masacre de Tiananmén. Constantemente leemos que el cruel régimen chino masacró a miles de sus conciudadanos que se habían reunido pacíficamente en la principal plaza de Pekín, sólo porque pedían un poco de libertad.
Pero todos sabemos que eso también es falso.
– La manifestación de la plaza Tiananmén no fue cosa de chinos comunes y corrientes sino un intento de golpe de Estado fomentado por los partidarios del entonces primer ministro Zhao Ziyang.
– Decenas de soldados fueron víctimas linchamientos o perecieron quemados vivos en aquella plaza por los «pacíficos manifestantes». Estos últimos destruyeron cientos de vehículos militares antes de que los hombres de Deng Xiao intervinieran contra ellos.
– Los especialistas estadounidenses en «revoluciones de colores», como Gene Sharp, estaban en Pekín para organizar a los golpistas de Zhao Ziyang.
La Unión Europea
Los europeos acaban de votar para designar los diputados al Parlamento Europeo. Durante semanas, nos repitieron incansablemente consignas que aseguran que «Europa es la paz y la prosperidad» y que la Unión Europea es la realización del sueño europeo.
Pero, todos sabemos que eso es falso.
– Europa es un continente, que va «desde Brest hasta Vladivostok», como decía Charles de Gaulle, y es además una cultura de apertura y de cooperación, mientras que la Unión Europea es sólo una administración montada contra Rusia, la continuidad de la carrera hacia Berlín iniciada con el desembarco en Normandía.
– La Unión Europea ha sido incapaz de aportar la paz a Chipre, donde sólo representa la cobardía ante la ocupación militar turca. No es prosperidad sino el estancamiento económico en un mundo que se desarrolla a toda velocidad.
– La Unión Europea no tiene absolutamente nada que ver con el sueño nacido entre las dos guerras mundiales. Los antepasados de los europeos ambicionaban la unión entre regímenes políticos que servían el interés general –las Repúblicas, en el sentido etimológico de la palabra– según la cultura europea, situados tanto dentro como fuera del continente. Aristide Briand reclamó, por ejemplo, que Argentina –país latinoamericano de cultura europea– fuese parte de esa unión, pero no el Reino Unido, que siempre ha sido una sociedad clasista.
Habría muchos otros ejemplos con que ilustrar la realidad del verdadero sueño europeo.
Los europeos caminan como ciegos
Los europeos tienen aprender a distinguir lo que es cierto de lo que es falso. Podemos celebrar la caída del hitlerismo sin tratar de convencernos de que los anglosajones fueron nuestros salvadores. Podemos denunciar la brutalidad de Den Xiaoping sin negar que el baño de sangre de Tiananmén salvó a China del regreso al colonialismo. Podemos sentir satisfacción de que Europa no fuese dominada por la Unión Soviética, sin tener por eso que sentirnos orgullosos de ser lacayos de los anglosajones.
En Occidente no paramos de mentirnos a nosotros mismos para esconder nuestros actos de cobardía y nuestros crímenes. Y luego nos sorprendemos de no lograr resolver ningún problema humano.
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