75 años después de la Segunda Guerra Mundial, Alemania pretende convertirse nuevamente en una potencia de primera línea en la escena internacional. Y ha escogido el Gran Medio Oriente como escenario de su regreso. Pero le resultará difícil, y además peligroso, escalar esa posición sin experiencia reciente.
Conforme al plan redactado en 2013 par Volker Perthes, Alemania se prepara para reemplazar a los soldados estadounidenses en el Gran Medio Oriente (o Medio Oriente ampliado). Y resopla impaciente después de haberse visto privada durante 75 años de una plaza internacional a su altura. Se trata, para Alemania, de una cuestión de honor nacional.
Después de haberse visto obligada a soportar el peso de las guerras que perdió el nazismo, Alemania tiene ahora intenciones de utilizar su ejército para imponer la paz en algún lugar.
Primero abrigó la esperanza de entrar victoriosa en Damasco, la capital siria, junto a los bravos «demócratas» de Idlib. Pero… al final resultó que eran yihadistas. Después quiso tomar el lugar que los soldados estadounidenses dejaban en el norte de Siria, cuando Donald Trump anunció –por segunda vez– que retiraba sus tropas. Pero, cediendo ante las presiones del Pentágono, Trump acabó enviando otra vez sus soldados a Siria.
Alemania se abstuvo de intervenir durante la operación militar turca iniciada contra el PKK/YPG en el noreste de Siria –Berlín estimó que era mejor no intervenir allí, para evitar problemas con la importante población inmigrante turca y kurda que reside en suelo alemán. Así que prefirió recurrir al pretexto humanitario para justificar su presencia en Siria y presentó en el Consejo de Seguridad de la ONU un proyecto de resolución que se estrelló contra los vetos indignados de Rusia y China.
En octubre de 2019, Alemania envió discretamente varios expertos a tantear el terreno con el presidente egipcio Abdel Fattah al-Sissi y con el emir de Qatar Tamim ben Hamad Al-Thani. Y acabó concentrándose en el tema de Libia, con la organización de una conferencia en Berlín el 19 de enero de 2020.
Y otra vez, los esfuerzos alemanes acabaron teniendo el mismo efecto que un sablazo en el agua. Los dos principales contendientes libios, el presidente Fayez el-Sarraj y el mariscal Khalifa Haftar, ni siquiera aceptaron dirigirse la palabra. Pero la canciller alemana Angela Merkel al menos recibió en esta ocasión el apoyo unánime de su clase dirigentes a su «compromiso en pro de la paz». El comunicado final del encuentro expone la visión imaginaria de un alto al fuego –que nadie quiere– y de un ejército alemán que supuestamente lo garantiza.
El problema es que no resulta fácil entender el Medio Oriente ampliado para un país que durante 75 años estuvo alejado no sólo de esa región sino de la escena internacional.
Alemania encontrará quizás una nueva oportunidad con su aliado militar de siempre, que es Turquía. Pero no será fácil ya que la Unión Europea ha acumulado un retraso de 2 600 millones de euros en sus pagos a Turquía correspondientes al Pacto sobre las Migraciones, según ha revelado el ministro de Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu. Las disputas entre Berlín y Ankara han sido constantes desde el intento de golpe de Estado de 2016 contra el presidente turco Recep Tayyip Erdogan y el medio millón de arrestos subsiguientes –entre los arrestados se cuentan 59 alemanes que todavía están detenidos. Y ahora ha surgido una nueva disputa germano-turca, relacionada esta vez con la explotación de yacimientos de gas en el Mediterráneo.
A pesar de todo, son numerosos los vínculos históricos entre Alemania y Turquía. Por ejemplo, antes de convertirse en jefe del campo de exterminio de Auschwitz, el futuro criminal de guerra nazi Rudolf Hoss participó en el genocidio perpetrado por los Jóvenes Turcos contra los no musulmanes –acabó condenado a muerte por el Tribunal de Nuremberg. También tienen vínculos humanos ya que la mayor comunidad turca fuera de Turquía es la que reside en Alemania desde la guerra fría. La República Federal de Alemania recibió en su suelo a líderes de la Hermandad Musulmana después del intento de golpe de Estado de la ciudad siria de Hama, en 1982, e incluso les dedicó una oficina especial en el ministerio federal de Relaciones Exteriores al principio de la guerra contra Siria.
Así que ahora la canciller alemana Angela Merkel viajó a Estambul para asistir a la inauguración de un nuevo campus en la universidad germano-turca. Y aprovechó la ocasión para expresar nuevamente la voluntad de Alemania de «ayudar» a la región. Propuso, por ejemplo, construir 10 000 alojamientos para las personas que lleguen de Idlib. Pero, ¿hablaba de civiles o de yihadistas?
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter