Aunque lo ve con regocijo, la prensa internacional interpreta el brusco cambio de posición de Turquía, ahora nuevamente en conflicto con Rusia, como una prueba más del temperamento caprichoso del “sultán” Erdogan. Thierry Meyssan estima, por el contrario, que Ankara da muestras de constancia en su larga búsqueda de identidad propia, adaptándose cada vez a la nueva situación, a falta de saber definir su lugar.
La Turquía actual es heredera, al mismo tiempo, de las hordas de Genghis Kan, del Imperio Otomano y del Estado laico fundado por Mustafá Kemal Ataturk. Esta Turquía rechazó la definición de sí misma que se planteaba en el Tratado de Sevres (1920) e impuso por la fuerza las modificaciones que serían recogidas después –en 1923– en el Tratado de Lausana, pero hoy sigue creyéndose incomprendida y despojada de una serie de territorios griegos, chipriotas, sirios e iraquíes que aún sigue reivindicando como suyos. Esta Turquía persiste en la negación de los crímenes que perpetró en el pasado, como el genocidio contra los no musulmanes.
Después de un siglo sin lograr definirse, Turquía aplica una política exterior que se compone de reacciones sucesivas ante las correlaciones de fuerzas regionales y mundiales, con lo cual da la impresión, errónea, de que su voluntad es errática.
El brusco cambio de posición que Turquía acaba de realizar ante Rusia no es resultado de un capricho momentáneo sino, por el contrario, de la continuación de su continua búsqueda de identidad en un entorno inestable.
1- La desaparición de la URSS (1991)
Turquía, que no había pensado en consolidarse como miembro del bando vencedor de la guerra fría, se vio a sí misma carente de una razón de ser ante la disolución de la URSS, el 26 de diciembre de 1991.
El hecho es que Turquía se había planteado modernizarse incorporándose a la comunidad europea, pero los europeos no tenían ninguna intención de aceptarla y se han limitado a prolongar interminablemente las negociaciones, permitiéndole alcanzar sólo el estatus de Estado Asociado a la Comunidad Económica Europea –desde 1963– y convertirse en candidato a la membresía –desde 1987.
Al mismo tiempo, Turquía tenía ante sí una segunda opción: encabezar el mundo musulmán, siguiendo así las huellas del Imperio Otomano. Pero los sauditas, que presiden la Conferencia Islámica, se oponían a ello. Aparecía entonces una tercera opción para Turquía: restablecer sus vínculos con las poblaciones turcoparlantes de cultura mongola, que se habían hecho independientes en Asia Central.
Demasiado indecisa, Turquía dejó pasar el momento oportuno para la tercera variante. Al ponerse a la cabeza de la Operación Tormenta del Desierto para expulsar a Irak de Kuwait, el presidente estadounidense George Bush padre creó un orden regional estable basándose en el triunvirato conformado por Arabia Saudita, Egipto y Siria. Tratando de ganarse un espacio, Turquía estableció entonces una relación privilegiada con el otro huérfano del Medio Oriente, o sea con Israel, que comparte la obsesión turca de reclamar territorios [1].
2- El 11 de septiembre de 2001
Al destruir los dos principales enemigos de Irán –Afganistán e Irak–, el presidente George Bush hijo permitió que ese país volviera a desempeñar un papel en la región. Teherán se puso entonces a la cabeza del “Eje de la Resistencia” (Irán, Irak, Siria, Líbano y Palestina) ante todos los demás países de la región, organizados alrededor de Arabia Saudita e Israel. A pesar de las apariencias y contradiciendo la lectura simplista que prevalece en Occidente, no se trataba de una oposición entre proestadounidenses y antiestadounidenses, ni tampoco entre chiitas y sunnitas, sino de un conflicto regional ficticio, alimentado por el Pentágono, siguiendo el esquema que ya había aplicado durante la década de la inútil guerra entre Irak e Irán. Pero esta vez, el objetivo final no era debilitar a los dos bandos sino lograr que las poblaciones de la región destruyeran las estructuras de sus propios Estados, conforme a la estrategia Rumsfeld/Cebrowski [2].
Siendo el único Estado de la región que entendió a tiempo esa estrategia del Pentágono estadounidense, Turquía optó por protegerse manteniendo buenas relaciones con ambos bandos y predicando el desarrollo económico en vez de la guerra civil regional. Así que se distanció de Israel.
En 2006, cuando el coronel Ralph Peters publicó un mapa sobre los planes del estado mayor de Estados Unidos, pudo verse que Estados Unidos se disponía a desmembrar Turquía mediante la fundación de un “Kurdistán libre” [3] vagamente basado en el Kurdistán cuya creación se había previsto en 1920. Parte de los generales turcos cuestionó entonces el alineamiento de Turquía del lado de Washington y aconsejó establecer otra alianza. Estos generales tantearon el terreno del lado de Pekín –Moscú no había recuperado aún su lugar como potencia militar mundial. Algunos dieron un paso, abriendo un canal de discusión con China y comprando algún armamento a ese país, pero fueron arrestados en 2008, junto a los responsables del Partido de los Trabajadores (İsci Partisi, formación política de corte kemalista y maoísta), en el marco del escandalo Ergenekon. Casi todos los oficiales del estado mayor turco fueron condenados a largas penas de cárcel, supuestamente por espionaje a favor de Estados Unidos, antes de que la verdad acabara por salir a la luz, con lo cual se anularon todos los juicios contra ellos.
Fue en ese momento cuando Ankara aceptó crear un mercado común con la vecina Siria, para protegerse de un eventual desmembramiento de su territorio, que tendría como pretexto el llevado y traído tema del “Kurdistán libre”.
3- Las «primaveras árabes» (2011)
En definitiva, durante la operación anglosajona de las llamadas «primaveras árabes», que tenían como objetivo poner a la Hermandad Musulmana en el poder en todos los países del Medio Oriente ampliado (o Gran Medio Oriente), Turquía creyó poder aprovechar el hecho que el entonces primer ministro y hoy presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, era miembro de esa cofradía para escapar al caos anunciado. Así que Turquía “despertó” en Libia la tribu otomana de los misratas y ayudó la OTAN a derrocar al líder libio Muammar el-Kadhafi, a pesar de ser este último un aliado de Ankara. Después, Turquía entró en guerra contra Siria… que también era su socio comercial. Pero esas dos aventuras dieron al traste con la hasta entonces floreciente economía turca.
Pero cuando Rusia acude en ayuda de Siria y derrota a los yihadistas del Emirato Islámico (Daesh), Turquía decide alejarse de las potencias occidentales. Se acerca a Moscú, compra los sistemas antiaéreos rusos S-400 y la central atómica de Akkuyu, se compromete con el proceso de paz en Siria durante los encuentros de Sochi y de Astaná. La CIA responde manipulando la organización del predicador islamista turco Fetullah Gulen y financiando el HDP (Partido de las Minorías) contra el AKP (el partido islamista del presidente Erdogan. En resumen, van al historial de la CIA contra Turquía el derribo de un avión ruso de combate Sukhoi-24 en la frontera turco-siria, al menos un intento de asesinar a Erdogan, un intento fallido de golpe de Estado y el asesinato del embajador ruso Andrei Karlov, entre otros hechos.
Aturdida, Turquía respondió con una extensa cacería de brujas, llegando incluso a encarcelar medio millón de personas por un intento de asesinato en el que estuvieron implicados cuando más algunos cientos de militares.
Turquía se situó entonces a medio camino entre Washington y Moscú, buscando su independencia pero corriendo el peligro de verse aplastada en cualquier momento por algún tipo de acuerdo entre los Dos Grandes. Al mismo tiempo, Turquía se posicionó de tal manera que apoyaba y a la vez obstaculizaba a sus dos padrinos: o sea participó en la guerra contra Siria y simultáneamente apoyó a Irán e instaló bases militares en Qatar, Kuwait y Sudán.
Además de que no es posible mantener mucho tiempo ese tipo de postura, Turquía se vio dividiendo sus esfuerzos entre 5 frentes al mismo tiempo: la Unión Europea, al firmar con esta un acuerdo sobre los migrantes; el mundo árabe, al cual dice defender ante Israel; Asia Central, que trata de mantener bajo su ala; la OTAN, de la cual sigue siendo miembro; y Rusia, a la que trata de seducir.
4- El asesinato del general iraní Qassem Suleimani
El mundo entero creyó –erróneamente– que, extenuado, Estados Unidos se retiraba del Medio Oriente ampliado, dejando el campo libre a Rusia. En realidad, Washington retiraba sus tropas, pero mantenía su intención de conservar el control de la región a través de sus intermediarios armados, entrenados y numerosos: los yihadistas.
Ante la voluntad estadounidense de proseguir en el norte de África el plan de destrucción ya iniciado en la parte asiática del Medio Oriente ampliado y estimando que fue probablemente el gobierno iraní –no Israel– quien ayudó el Pentágono a concretar el asesinato del general Qassem Suleimani, el gobierno turco volvió a revisar sus planes.
Turquía está de regreso en la órbita de Estados Unidos. Después de haber negociado la paz en Siria, el 13 de enero en Moscú, Turquía desafía ahora bruscamente a Rusia con el asesinato, el 1º de febrero, de 4 oficiales rusos del FSB, en la región siria de Alepo [4].
El ejército turco, la tribu de los misrata (descendientes de otomanos) en Libia y los yihadistas aún atrincherados en la región siria de Idlib –de los cuales al menos 5 000 fueron trasladados en mes y medio por los servicios secretos turcos– ya comenzaron a desangrar Libia, con la colaboración quizás involuntaria del mariscal libio Khalifa Haftar. El objetivo es que todas las partes se desgasten al máximo [5].
[1] The Turkish-Israeli Relationhip. Changing Ties of Middle Eastern Outsiders, Ofra Bengio, Palgrave-Macmillan, 2004.
[2] «El proyecto militar de Estados Unidos para el mundo», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 22 de agosto de 2017.
[3] “Blood borders - How a better Middle East would look”, coronel Ralph Peters, Armed Forces Journal, junio de 2006.
[4] «Grupos armados por Turquía asesinan 4 oficiales rusos del FSB en Siria», Red Voltaire, 4 de febrero de 2020.
[5] «Preparación de una nueva guerra», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 7 de enero de 2020.
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