La administración Biden actúa movida por una ideología fanática inspirada en grupúsculos de creyentes de izquierda. Cuenta con el apoyo de dos poderosos grupos de presión: el complejo militaro-industrial y las transnacionales que fabrican sus productos en China. Este artículo está dedicado a presentar este desconocido grupo de presión.
La administración Biden no adoptará una estrategia definitiva hacia China hasta el mes de junio. Una comisión ad hoc creada en el Pentágono presentará entonces una serie de propuestas a la Casa Blanca.
Bajo la dirección del presidente Xi Jinping, China ha iniciado su despliegue fuera de sus fronteras. Ya dispone de 3 000 soldados en las fuerzas de las Naciones Unidas y abrió una base en Yibuti. Con toda lógica, China debe tener intenciones, como en tiempos de la histórica «Ruta de la Seda», de garantizar la seguridad de sus movimientos de mercancías a través de las rutas comerciales que está creando y para ello instalaría puestos militares a lo largo de estas. Finalmente, y esto es muy importante, China está reinstalándose en los islotes que había abandonado durante el siglo XIX en el Mar de China.
China desea, en primer lugar, rescatar su espacio vital, que le fue arrebatado por el colonialismo occidental. Tiene la seguridad de que está en su derecho y considera que ha llegado el momento de recuperar lo que le pertenece.
Sin embargo, conforme a la estrategia que el general Qiao Liang y el coronel Wang Xiangsui expusieron en 1999 [1], China tiene también intenciones de evitar todo enfrentamiento militar con Estados Unidos. Prefiere maniobrar alrededor de su adversario y ha aceptado más bien las guerras no declaradas en los sectores comercial, económico, financiero, psicológico, mediático, etc.
La rebelión china implica sacar de la región a las potencias occidentales que desde hace siglo y medio ocupan el Extremo Oriente. Esa rebelión de China debe ser vista separadamente de su estrategia de desarrollo, que en pocos años ha logrado sacar de la pobreza a millones de sus ciudadanos.
La estrategia económica de la Nueva China comenzó en 1978, bajo la dirección de Deng Xiaoping, pero sus resultados positivos comenzaron a verse sólo a partir de 1994. En aquella época, la Unión Soviética había desaparecido, el ejército de Estados Unidos había emprendido una amplia desmovilización –al desaparecer la URSS, el presidente Bush padre había declarado que ya era hora de empezar a hacer dinero y su sucesor, el presidente Clinton, había recibido “pedidos” de las grandes empresas estadounidenses para que les abriera la posibilidad de explotar la fuerza de trabajo barata existente en China: el salario de un obrero chino –claro, con poca o ninguna formación– era 20 veces inferior al de un obrero estadounidense.
El presidente Clinton intensificó entonces las negociaciones sobre los derechos humanos –en el sentido anglosajón de la cuestión. Y finalmente se las arregló para que China entrara a la Organización Mundial del Comercio (OMC). En pocos años, las grandes empresas de Estados Unidos trasladaron sus fábricas a China, beneficiando así a los consumidores y a sus propios accionistas, pero en detrimento de los trabajadores estadounidenses.
Veinte años después, los estadounidenses consumen masivamente productos fabricados en China mientras que sus grandes empresas, ahora convertidas en transnacionales, han registrado un crecimiento exponencial de sus ganancias. Pero, al mismo tiempo, las fábricas estadounidenses de bienes de consumo cerraron sus puertas o se mudaron a China… mientras que el desempleo crecía en Estados Unidos. La distribución de la riqueza ha sufrido una modificación que prácticamente ha liquidado la clase media, con la aparición de más pobres y de un reducido grupo de hipermultimillonarios.
Ese fenómeno ya comienza a extenderse a Europa en el momento en que los electores estadounidenses ponen a Donald Trump en la Casa Blanca. Inicialmente, Trump trata de resolver por la vía amistosa la cuestión de la balanza de pagos con China (Border-adjustment tax), pero los demócratas y una facción de los republicanos le impiden hacerlo. Al no lograr que el Congreso acepte un cierre relativo de la frontera comercial, Trump recurre a una guerra de tarifas aduanales, sector que está fuera de las prerrogativas del Congreso.
En 2021, el candidato del Partido Demócrata, Joe Biden es proclamado presidente. Biden cuenta con el apoyo de las transnacionales, desmesuradamente enriquecidas gracias a la «globalización económica», y declara de inmediato que quiere normalizar las relaciones entre Estados Unidos y China. Se comunica telefónicamente con el presidente Xi Jinping para hablarle de los uigures y de Hong Kong, pero admite enseguida que el Tíbet y Taiwán son chinos, algo que su predecesor había cuestionado en parte. Lo más importante es que Biden declara en una conferencia de prensa que cada país tiene «normas propias» y que las posiciones políticas de China y de Estados Unidos tienen cada una su lógica. Incluso llega a decir, estando ya en la Casa Blanca, que «entiende» la represión china contra el terrorismo uigur –sólo semanas antes había acusado a China de cometer un «genocidio» contra los uigures bajo la justificación de luchar contra el terrorismo.
Durante los 4 años de mandato que tiene por delante, la administración Biden volverá probablemente al camino trazado por sus predecesores –el demócrata Clinton, el republicano Bush hijo y el también demócrata Obama– en beneficio de los hipermultimillonarios y en detrimento del pueblo trabajador de Estados Unidos. Para ello, esta administración se apoyará en una clase dirigente que saca beneficios personales de ese sistema.
Para facilitar la compresión de ese dispositivo, enumeramos aquí las 8 principales personalidades estadounidenses que apoyan la alianza comercial entre Estados Unidos y China.
– Primeramente, en el plano político, aparecen una de las principales figuras del Partido Demócrata y el jefe de los republicanos en el Senado.
– En el plano económico, tenemos a los dos principales distribuidores de bienes de consumo.
– En el plano gubernamental están los personajes que toman las decisiones fundamentales en el seno de la administración Biden.
Los pilares partidistas
Dianne Feinstein
- Fue alcaldesa de San Francisco (1978-1988) y es actualmente senadora (desde 1992).
- Es miembro del Partido Demócrata.
- En 1978, siendo alcaldesa de San Francisco, se relacionó con el líder chino Jiang Zemin, quien participó después en la represión contra la revolución de color de Tiananmén (en 1989) y se convirtió en sucesor de Deng Xiaoping. Gracias a ese contacto, Dianne Feinstein devino ntermediaria obligada de las transnacionales estadounidenses deseosas de trasladar fábricas a China. Así se amasó la fortuna –entre otras– del tercer esposo de Feinstein, el financiero Richard C. Blum, fundador de Blum Capital Partners, también conocida como Blum Capital.
- La señora Feinstein goza de reconocimiento público por haber obtenido la publicación de información sobre 119 prisioneros de la CIA, incluyendo los que se encontraban en Guantánamo, y sobre las torturas que sufrían. Pero esa información se dio a conocer a cambio del silencio de la propia Feinstein sobre las 80 000 personas ilegalmente detenidas en barcos de la marina de guerra de Estados Unidos (US Navy) utilizados como cárceles secretas en aguas internacionales.
Mitch McConnell
- Senador (desde 1984); actual presidente de la minoría republicana en el Senado.
- Miembro del Partido Republicano
- A cambio de garantizar el apoyo republicano a la política de Trump, Mitch McConnell logró que su esposa, Elaine Chao, fuese nombrada secretaria de Transporte en la administración Trump. Su suegro, el hombre de negocios James S. C. Chao, es un generoso donante de la escuela de comercio de Harvard, lo cual le ha permitido imponer que toda una generación de dirigentes chinos pasara por Harvard.
Apoyo de los grandes distribuidores
Walmart: familia Walton
- Propiedad de la familia Walton.
- Donante del Partido Demócrata. Hillary Clinton fue miembro de su consejo de administración.
- Primer distribuidor de bienes de consumo en Estados Unidos.
- Los Walton fueron clasificados en 2020 como la familia más rica del mundo.
Amazon: Jeff Bezos
- Jeff Bezos, director ejecutivo de Amazon y de Blue Origin y propietario del Washington Post.
- Donante del movimiento transhumanista.
- Primer distribuidor a domicilio de bienes de consumo en Occidente.
- Clasificado en 2020 como el hombre más rico del mundo.
Los pilares de la administración Biden
Ron Klain
- Fue jefe de gabinete del vicepresidente Al Gore y, posteriormente, del vicepresidente Joe Biden (de 1999 a 2011).
Hoy es el jefe de gabinete de la Casa Blanca, o sea es el coordinador de toda la actividad de la administración Biden (desde 2021). - Miembro del Partido Demócrata.
- Su esposa, Monica Medina, trabajaba para la Walton Family Foundation, la fundación de la familia propietaria de Walmart.
Antony Blinken
- Fue consejero de seguridad nacional del vicepresidente Joe Biden (2009 a 2013); consejero adjunto de seguridad nacional del presidente Barack Obama (2013 a 2015) y secretario de Estado adjunto (de 2015 a 2017). Es cofundador de WestExec Advisor (de 2017 a 2021).
En 2021, Blinken se convierte en secretario de Estado de la administración Biden. - Es neoconservador.
- Su firma de cabildeo, WestExec Advisor, se compone de ex miembros de la administración Obama y se encarga de conectar a las transnacionales estadounidenses tanto con el Departamento de Defensa de Estados Unidos como con el gobierno chino.
Avril Haines
- Fue directora adjunta de la CIA (de 2013 a 2015) y consejera adjunta de seguridad nacional (2015 a 2017). Trabajó para la firma de cabildeo WestExec Advisors (de 2018 a 2021).
Actual directora de la Inteligencia Nacional (nombrada en 2021 por la administración Biden). - Miembro del Partido Demócrata.
- Durante su actividad en la WestExec Advisors, defendió los intereses de las compañías estadounidenses en el traslado de sus fábricas a China.
- Avril Haines se ganó el sobrenombre de «la reina de los drones» por haber concebido el programa estadounidense de asesinatos selectivos perpetrados en todo el mundo mediante el uso de esos aviones sin piloto. Fue Avril Haines quien negoció con Dianne Feinstein para que esta senadora demócrata no hiciera públicos la campaña estadounidense de secuestros y el programa de torturas implementado en barcos de la US Navy.
Neera Tanden
- Preside el Center for American Progress y el presidente Biden la nombró (en 2021) directora de la Oficina de Administración y Presupuesto (Office of Management and Budget, conocida por las siglas OMB).
- Es neoconservadora y amiga personal de Hillary Clinton.
- Siendo directora del tanque pensante del Partido Demócrata, Neera Tanden era miembro de la China-United States Exchange Foundation (CUSEF), actualmente disuelta. Aquella organización se encargaba, por cuenta del gobierno chino, de neutralizar en Estados Unidos las críticas contra las transnacionales que trasladaban sus fábricas a China.
Es importante recordar también que, durante la reciente campaña electoral estadounidense, se desplegaron los mayores esfuerzos para impedir que los electores conocieran el resultado de la investigación del New York Post sobre las “actividades” de Hunter Biden, el hijo del ahora presidente Joe Biden, entre ellas el robo de 1 000 millones de dólares en Ucrania, con la complicidad de CEFC China Energy, compañía hoy disuelta.
La posición china
La elección de Joe Biden es una buena noticia para China, que todavía no ha salido del subdesarrollo. China espera utilizar el ansia de dinero fácil de los hipermultimillonarios estadounidenses para que estos construyan nuevas fábricas, asumiendo los gastos, en el interior del país.
Pero China está consciente de que eso no durará por siempre ya que, a medida que va desarrollándose, los obreros chinos adquieren mejor formación y cuestan más caro. Ya en este momento, la fuerza de trabajo china que puebla el litoral del Mar de China gana casi lo mismo que los obreros estadounidenses. Por consiguiente, ya no puede trabajar para empresas extranjeras y comienza a volverse hacia las empresas locales y el mercado local, que ya goza de la capacidad financiera necesaria para pagar mejores salarios.
Para proteger la parte desarrollada del país de una fuga de industrias, las autoridades chinas están forzando las empresas occidentales a operar a través de empresas mixtas (joint ventures) donde la mitad de las acciones pertenece a ciudadanos chinos. También han instaurado la presencia de un representante del Partido en los consejos de administración de esas empresas, para evitar que estas adopten estrategias contrarias a los intereses nacionales.
En definitiva, el objetivo final de China es separarse de los inversionistas extranjeros e inundar los mercados con sus productos… pero por cuenta propia.
[1] Unrestricted Warfare: China’s Master Plan to Destroy America, Qiao Liang y Wang Xiangsui, Echo Point Books & Media, 2015.
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