Oficiales, suboficiales y oficiales marinos, soldados, marinos, aviadores, en servicio activo o adscritos a la reserva.
Desde hace varias semanas, con la publicación de tribunas en internet o mediante intervenciones en los medios, se ha transgredido ampliamente la obligación de reserva que se impone a todo militar. La adopción de posiciones eminentemente políticas se ha atribuido a militares que tenían la obligación de respetar ese deber de reserva e incluso han sido reivindicadas por esos militares.
Por razones diversas, quizás por ingenuidad, algunos han optado por desconocer esa obligación de reserva. En nombre de la defensa de convicciones personales, han contribuido a arrastrar el ejército a debates políticos en los que [el ejército] no tiene legitimidad ni vocación para intervenir. Ante ello, me parece importante dar prueba de buen sentido y sobre todo de lucidez, en momentos en los que cada uno de nosotros percibe claramente los intentos de instrumentalización de la institución militar así como actos de desestabilización.
Nuestra obligación de reserva es a menudo objeto de una mala comprensión: si bien limita efectivamente la libertad de expresión, también preserva absolutamente la libertad de opinión. Cada militar está en libertad de pensar lo que quiera, pero es su deber distinguir sin ambigüedad lo que es su responsabilidad como ciudadano y lo que es su responsabilidad como militar. La obligación de reserva garantiza la neutralidad política, base de la credibilidad de las fuerzas armadas ante los franceses. Esa neutralidad es lo que permite el compromiso sin reservas y sin segundas intenciones de los militares en beneficio de todos y cada uno de sus compatriotas.
Nuestra misión es una de las más importantes –y de las más nobles: preparar y garantizar, mediante la fuerza de las armas, la defensa de la Patria y de los intereses superiores de la Nación. Por supuesto, esa misión nos impone obligaciones. Debido a ello, tenemos que mostrar, ante cualquier circunstancia, una total eficacia operativa, eficacia que depende en particular de dos virtudes a las que es imposible renunciar: la cohesión y el espíritu de cuerpo. Esas virtudes permiten unir a todos los militares, independientemente de sus orígenes, de sus ideas o de sus creencias. La adhesión colectiva es lo único que puede permitirnos vencer un día a nuestros adversarios o a los enemigos de Francia. Como ejército activo, diariamente comprobamos, en todos los teatros de operaciones, la fuerza de esas virtudes y todos sentimos intuitivamente, incluso visceralmente, que todo lo que viene a fragilizarlas es profundamente nefasto.
Cada uno de nosotros conoce esos principios y sabe cuánto valen. Pero todo individuo está hecho también de sus convicciones. Desde el momento en que esas convicciones conducen a un reclamo político incompatible con el estatuto militar y sus obligaciones, incluso a poner en tela de juicio la estricta subordinación al poder político republicano, democráticamente electo, lo más razonable es ciertamente abandonar la institución para poder exponer públicamente con toda libertad sus ideas y convicciones.
A ustedes todos quiero expresarles nuevamente toda mi confianza. Con vuestro compromiso inquebrantable al servicio de Francia, y en momentos en que miles de ustedes están desplegados en operaciones, demuestran ustedes diariamente su profesionalismo, sus capacidades y su excelencia. Ustedes emanan de la Nación, en toda su diversidad, y es por eso que la Nación se reconoce en ustedes y los admira. Estén orgullosos de ello.
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