Estados Unidos está iniciando una nueva guerra fría, ahora contra Rusia y contra China. A pesar de sus graves carencias en la materia, Washington se presenta como campeón de la democracia y no vacila en describir a las dos nuevas superpotencias como regímenes criminales que asesinan a sus pueblos.
El 9 y el 10 diciembre, el presidente estadounidense Joe Biden realiza, por videoconferencia, una «Cumbre por la Democracia» con la participación de «líderes de gobierno, de la sociedad civil y del sector privado».
En la lista de invitados se cuentan 111 países [1], entre ellos 28 de los 30 miembros de la OTAN –Turquía y Hungría no fueron invitadas pero, para compensar, la administración Biden invitó a los gobiernos de Israel y Ucrania– y 26 de los 27 miembros de la Unión Europea –de nuevo con la excepción de Hungría.
Se supone que ese encuentro proporcionará a los invitados «una plataforma para defender la democracia y los derechos humanos internamente y en el exterior, para enfrentar a través de una acción colectiva las más grandes amenazas que las democracias hoy tienen ante ellas». Se prevé así el inicio de «un año de acción para hacer que las democracias sean más reactivas y resilientes», año que culminaría con una segunda cumbre –que ya no sería por videoconferencia– para «construir una comunidad de socios comprometidos con la renovación democrática mundial».
Joe Biden inicia así lo que había anunciado en su programa electoral, una cumbre mundial de las «naciones del mundo libre», ante todo para «contrarrestar la agresión rusa, manteniendo el filo de las capacidades de la alianza e imponiendo a Rusia costos reales por sus violaciones de las normas internacionales». Y también para «construir un frente unido contra las acciones ofensivas y las violaciones de los derechos humanos por parte de China» [2]. De esa manera, Estados Unidos volverá «a desempeñar el papel de guía en la escritura de las reglas». «La defensa de los valores democráticos está inscrita en el ADN de nuestra nación», afirmó el presidente Biden.
Lo que de verdad está inscrito en el ADN de Estados Unidos puede verse en el centenar de guerras de conquista que han caracterizado la historia estadounidense. Un documentado estudio de James Lucas (Il Manifesto, 20 de noviembre de 2018) señala que la serie de guerras y de golpes de Estado que Estados Unidos ha orquestado desde 1945 hasta nuestros días en más de 30 países de Asia, África, Europa y Latinoamérica ha dejado como saldo entre 20 y 30 millones de muertos y cientos de millones de heridos –muchos de los cuales quedaron inválidos– además de un volumen no cuantificado de muertes, probablemente cientos de millones, provocadas por los efectos indirectos de las guerras –hambrunas, epidemias, desplazamientos forzosos de poblaciones, esclavitud y explotación, daños al medioambiente, saqueo de recursos y desvío hacia los gastos militares de medios que deberían haberse destinado a cubrir necesidades vitales de la gente.
En las guerras más sangrientas –en Corea, Vietnam e Irak–, las tropas de Estados Unidos fueron directamente responsables de entre 10 y 15 millones de muertos. El golpe de Estado más sangriento organizado por Estados Unidos fue el que la CIA orquestó en 1965 en Indonesia, donde la CIA puso en manos de los escuadrones de la muerte indonesios la lista de los 5 000 primeros comunistas y otras personas que habría que asesinar. Hoy en día se estima que el número de personas asesinadas entonces en Indonesia se sitúa entre medio millón y 3 millones.
Este mismo Joe Biden que hoy organiza una «Cumbre por la Democracia» tuvo un papel protagónico en una parte de estos hechos.
– En 2001, como presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, el demócrata Joe Biden apoyó la decisión del presidente republicano George W. Bush de atacar e invadir Irak.
– En 2007, Joe Biden hizo adoptar en el Senado un plan para dividir Irak en 3 regiones –kurda, sunnita y chiita– en función de la estrategia estadounidense.
– Desde 2009 hasta 2017, como vicepresidente de la administración Obama, Joe Biden participó en la planificación y la ejecución de las guerras contra Libia y contra Siria y en el putsch orquestado en Ucrania, donde su papel fue directo y determinante.
En cuanto a la democracia interna, basta recordar que –según las estadísticas oficiales– en Estados Unidos la policía mata cada año alrededor de 1 000 civiles desarmados, principalmente negros e hispanos.
Tampoco está de más recordar que Estados Unidos pretende condenar al periodista Julian Assange a 175 años de cárcel por haber revelado crímenes de guerra perpetrados… por Estados Unidos.
Al parecer, la justicia británica debe tomar próximamente una decisión sobre la extradición de Assange a Estados Unidos. Pero entretanto, el Reino Unido albergó un evento preparatorio de la «Cumbre por la Democracia», denominado «Defender las democracias contra la desinformación» y focalizado en las «mejores prácticas para promover un sistema informativo abierto y transparente».
Traducido al español por Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
[1] «Países invitados por la administración Biden a la Cumbre por la Democracia», Red Voltaire, 24 de noviembre de 2021.
[2] «Elección presidencial en Estados Unidos ¿Cuál será la política exterior del próximo presidente?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 8 de septiembre de 2020; «La política exterior de Joe Biden», por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italia), Red Voltaire, 13 de noviembre de 2020.
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