Roger Noriega, subsecretario de Estado para América Latina, amenazó con aplicar la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos (OEA) si Venezuela no reconoce las firmas objetadas durante el proceso de «reparos» que comienza el viernes y concluye el domingo. Ningún país de la región invocó el instrumento cuando se produjo el golpe patrocinado por su antecesor, Otto Reich, el 11 de abril de 2002.
Las amenazas del heredero de Reich causaron indignación en el país, excepto en los sectores opositores que hasta ahora no han cuestionado la intromisión imperial. El alto funcionario estadounidense dijo que «está muy claro para nosotros que el número requerido de personas apoyó la solicitud (de referéndum revocatorio)» en el diario «The Washington Times».
Según las expresiones del «diplomático», el proceso de revisión de firmas que comienza el viernes sería una suerte de ociosidad. «Si a través de algún proceso burocrático forzado, esas firmas no son descartadas, esto podría tener consecuencias muy nefastas para los venezolanos y para quienes apoyan sus derechos constitucionales», dijo.
Las palabras de Noriega dejan muy en claro que para los gobernantes del país más poderoso de la tierra todo el esfuerzo cívico venezolano de este fin de semana no es más que una redundancia. La estrategia de EE.UU. y de sus aliados locales se propone desconocer un eventual resultado adverso a la convocatoria de un referéndum revocatorio en el proceso de verificación de firmas objetadas a realizarse durante los tres días del fin de semana.
El imperio contraataca
Noriega advirtió que «usaremos los mecanismos multilaterales que tenemos», es decir, a la OEA, que los estadounidenses manejan a su antojo desde su fundación. Noriega fue mucho más transparente hablando con la agencia británica Reuters: «Los venezolanos han expresado su punto de vista, sus expectativas y sus esperanzas (...) si el Gobierno o las autoridades niegan la oportunidad a la gente, tal vez habrá un enfrentamiento muy serio», amenazó.
El Presidente Hugo Chávez, quien se encuentra en México aprestándose a participar en la cumbre iberoamericana-europea de Guadalajara, dijo que las amenazas «ya suenan ridículas» y constituyen otra demostración «del viejo y horripilante imperialismo que Latinoamérica padece por siglos». Hablando en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el Distrito Federal, recordó que «en Venezuela hay un pueblo y una nación dispuestos a defender su soberanía cueste lo que cueste... No nos asustan las amenazas del imperio», afirmó.
«¿Quién le ha dado a Estados Unidos el pito para ser el árbitro del mundo?. Hay que quitárselo y desconocerlo», retrucó el mandatario venezolano. El embajador de Venezuela en Washington, Bernardo Alvarez, acusó a Noriega de interferencia antidemocrática en los asuntos internos de su país. «En lugar de amenazar, Estados Unidos debe respetar las instituciones y la constitución de Venezuela y las decisiones de esas instituciones», dijo.
La respuesta de los venezolanos puso énfasis en que el gobierno de Estados Unidos no tiene autoridad moral para «vigilar» los procesos electorales de otros países, así como antes el Vicepresidente José Vicente Rangel cuestionó su capacidad ética para «supervisar» los derechos humanos debido a su comportamiento neo-nazi con los prisioneros de guerra y la población civil de Irak.
Los higos tienen cuesco
Jorge Rodríguez, presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE), afirmó que «es una clara injerencia inmiscuirse en atribuciones del Poder Electoral, uno de los cinco poderes del Estado establecidos por la Constitución, al mismo nivel que los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Ciudadano». El canciller Jesús Arnaldo Pérez también desestimó las amenazas de Noriega desde Guadalajara, México, donde se encuentra preparando la participación de Chávez en la cumbre.
The Washington Post publicó un artículo de Chávez donde éste dice que no le teme al plebiscito, una postura que ha venido expresando localmente y repitió el domingo en su programa «Aló Presidente»: «Para ser sincero, espero que mis oponentes hayan reunido suficientes firmas para activar un referendo, porque deseo tener la oportunidad de que el pueblo me otorgue el mandato una vez más», escribió Chávez.
El consejo editorial del diario estadounidense sintió la obligación de responderle en la página siguiente del periódico: «Chávez hace la notable afirmación de que espera que sus oponentes logren activar un revocatorio que podría recortar su período. Las encuestas muestran sistemáticamente que perdería el referendo». El matutino no especifica a qué encuestas se refiere, porque la única conocida hoy en Venezuela es Data Análisis, una empresa que apoyó el golpe en 2002 y en su última versión, hace dos meses, le asignó un 40% de popularidad. Otra consulta de dudosa cientificidad, del semanario Quinto Día, le asignó 56%, «la más baja de Latinoamérica», comparándolo con otros «mandatarios populistas» de la región.
El «observador» Jaramillo
Las palabras de Noriega encendieron un ambiente que se percibía más o menos tranquilo para este fin de semana. La resonancia que dieron a sus amenazas los medios locales de diverso signo volvió a subir la temperatura de la jornada cívica a verificarse durante los próximos tres días en todo el país. El ambiente parecía más tranquilo después que los observadores «imparciales» de la OEA y del Centro Carter expresaron en la víspera su satisfacción por la marcha del proceso cívico, tras una reunión formal con el Fiscal General de la República, Isaías Rodríguez.
Los sectores afines al gobierno pidieron la salida inmediata del jefe de la misión OEA, el colombiano Fernando Jaramillo, por emitir opiniones parcializadas, pero César Gaviria, el secretario general de la organización, decidió mantener en el cargo a su amigo y compatriota. Hasta la Coordinadora Democrática (CD) morigeró su comportamiento agresivo, aunque fijó condiciones para admitir el veredicto, «es decir, si se mantiene la normativa vigente, si no se producen alteraciones en las reglas y se adoptan las previsiones de elemental sentido común, las partes involucradas en este proceso, el gobierno del Presidente Chávez y la Coordinadora Democrática, deben reconocer los resultados que anuncie en su oportunidad el CNE», dijo un comunicado. «La coordinadora Democrática siempre ha cumplido con la institucionalidad democrática».
Pero si esto fuera verdad, Noriega cambió el cuadro junto con derribar la mesa de una patada nada «diplomática» y hacer ver que tanto trabajo cívico parece innecesario. Estados Unidos tiene previstas operaciones navales para agosto, coincidiendo con el referéndum y algunas voces, como el historiador Samuel Moncada, advirtieron que Venezuela debe prepararse para una reducción drástica de la demanda petrolera estadounidense, de 1,4 millones de barriles diarios. Y como EE.UU. está empantanado en Irak tampoco está claro dónde obtendrá combustible. Venezuela está activando previsoramente nuevos mecanismos de “defensa integral”, con la llamada a filas de todos los reservistas y un sistema complementario de enrolamiento para quien desee recibir instrucción militar, sin discriminación de sexo ni edad.
Los gringos carecen de autoridad moral
Los venezolanos están recordando el fraude electoral de 500.000 votos -no de firmas, sino de sufragios- que instaló en el poder a George Bush en el año 2.000 sin haber ganado las elecciones, por decisión de la Suprema Corte de Justicia, no de los electores, y después de 35 días de incertidumbre sobre si había o no Presidente. Los trucos que contribuyeron decisivamente a su «victoria»”los hizo su hermano Jeb, gobernador de Florida.
El fraude electoral de Bush también es el tema central del laureado film documental «Fahrenheit 9/11», del documentalista Michael Moore, que Dysney no quiere distribuir en Estados Unidos. La cinta, que fue premiada en el Festival Internacional de Cannes casi medio siglo después de otorgar una distinción semejante a una película estadounidense, será estrenada en las salas de EE.UU. el emblemático 4 de julio, el día de la independencia.
El canal público Venezolana de Televisión difunde también un reportaje con pormenores del fraude, aunque la película de Moore presenta, además, a Bush como el propulsor de la guerra de Irak a costa de mentiras. Otro film de ficción, «El día después de mañana», de Roland Emmerich, presenta al mandatario estadounidense como a un lobbysta irresponsable al servicio de la gran industria, sin antender la los peligros del dióxido de carbono. En el thriller, Nueva York termina bajo el agua por la licuación de los polos por efecto de la contaminación carbónica, una hecatombre del gusto de los estadounidenses mucho peor que el atentado de las Torres.
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