“Esperamos que sea una aerolínea segura y no ligada al narcotráfico la que opere aquí. Queremos que los trabajadores tengan su puesto, que haya una amplia competencia entre las compañías aéreas. La cuestión si de la transferencia de acciones satisfacerá a EEUU está bajo la consideración del Departamento del Tesoro de nuestro país”. ¿Fue el Contralor General de la República quien dijo esto o un juez luego de haber analizado un caso puntual o siquiera un peruano? ¡No! Ha sido James Curtis Strubble, embajador de Estados Unidos que día que pasa, día que se parece más a Spruille Braden aquel diplomático norteamericano a quien Juan D. Perón le hizo bailar muchos tangos rabiosos al dos por cuatro.
No han pasado ni 48 horas de la venta de Aerocontinente a sus trabajadores y la transformación en Nuevo Continente y la reanudación de vuelos. Y ya hay la “voz de alerta” de Braden Curtis Strubble. ¿Quién se cree este señor para meter la nariz y hablar como si de su chacra se tratara el Perú? ¿No hay en Cancillería alguien con cierto tino para decirle a este gringo metiche que debía guardar recato?
Las épocas en que los estadounidenses hablaban con supuesta autoridad parecen haber vuelto ¡y de qué manera! No es tanto el natural, como aberrante, sentido de superioridad de la potencia que bombardea pueblos inocentes para NO capturar a nadie en una lucha que todos reputan ahora como pretexto comercial para la pandilla de amigotes de George Bush, sino la complicidad de funcionarios gubernamentales que permiten este maltrato insolente y también de una diplomacia que empieza a dejar mucho que desear.
Conviene recordar la famosa anécdota en la Casa Rosada. Spruille Braden, después de la segunda guerra embajador norteamericano en Buenos Aires, fue a charlar con Juan Perón. Y luego de una acalorada discusión entrambos, por toda respuesta el general argentino le dijo a Braden: en mi país a los que piden y hacen lo que usted pide se les llama: ¡hijos de puta! El gringo se levantó iracundo, marchó sin despedirse y hasta se olvidó del sombrero. Perón contaba, entre lágrimas de risa, que sus edecanes habían jugado un partido de fútbol con la prenda del malcriado Braden.
¿Es que James Curtis Strubble se cree el nuevo Spruille Braden?
Nuevo Continente representa un momento de dignidad. No sólo los vendepatria ambientes en la DGAC, el ministerio de Transportes y en el de Comercio, no han podido consumar la iniquidad que significaba la pulverización de Aerocontinente para favorecer a Lan Chile, sino que ahora maquillan sus versiones y aluden a supuestos buenos y formales comportamientos. ¿Quién duda que estos individuos no sólo venden a sus madres sino que hasta negocian el precio?
Semanas atrás y en diversos vuelos debí abordar aviones de Aerocontinente y éstos iban llenos. Pregunté a los tripulantes y estaban agradecidos porque los pasajeros habían respondido como sabe hacerlo un pueblo que repudia a sus autoridades inmorales y sigue apoyando a Aerocontinente. Entonces ratifiqué aquello que Bolívar decía hasta la saciedad: ¡el pueblo es más sabio que todos los sabios!
Podrá la antipatria regalar formalmente nuestra riqueza, acometerá contra lo poco que aún tiene el Perú para mejor explotar de manera racional y científica, pero lo que no podrá hacer nunca es enajenar la conciencia nacional mientras que existan hombres libres de limpieza acrisolada en el terreno de la lucha y del combate social. Y para esto no se necesitan de ONGs ni de dólares envilecidos, sino querencia por el Perú, su historia y su pueblo.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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