Las posibilidades de implantación de la industria aeroespacial en Venezuela y su desarrollo deben ser evaluadas cuidadosamente como una fuente de asociación tecnológica, de inversiones conjuntas y crecimiento, con los límites que la preservación del ambiente impone. Nuestro bendito país presenta características geográficas y energéticas que justifican los estudios y la evaluación.
Por otro lado, la desintegración de la Unión Soviética ha dejado huérfano a uno de los complejos industriales más espectaculares del siglo XX, la empresa Aeroespacial Soviética. Al desintegrarse la URSS y al dificultarse las relaciones entre los países que fueron miembros, se imposibilitó la articulación de proyectos que requerían de componentes ucranianos y georgianos, de plataformas uzbecas y de laboratorios moscovitas.
Al igual que en la industria del armamento y otras, funcionarios y científicos que tienen el valioso conocimiento y experiencia aeroespacial, quedaron con sueldos miserables o sin patrones, debido a la conversión económica rusa. Toda una orfandad. Salvo destacadas excepciones, entre ellas la del gran jeque del petróleo ruso y de equipos de fútbol, y la de la mafia que roba carros en Holanda y Alemania y los hace reaparecer en San Petersburgo, los rusos todavía no saben hacer negocios con el capitalismo, tienen desconfianza de los gringos por la guerra fría, tienen la sombra de la guerra nazi y del potencial comercial e industrial alemán, y en general no tienen el control de calidad ni la sutileza de formas que requiere el mercado europeo. A pesar y gracias a los cambios y modernización rusa, Rusia es virgen para el capitalismo. Y allí, en ciertas áreas de interés común, Venezuela tiene oportunidades.
El acercamiento de Venezuela a la industria aeroespacial rusa puede ser sencillo, la manejan funcionarios más bien francos y temerosos de los poderosos, y ven en nuestro país un interlocutor que no amenaza, no somos un gigante del capitalismo. Esta atmósfera se respiró en un par de encuentros binacionales sobre el tema.
Por otro lado, la fortaleza de la industria aeroespacial americana no se sustenta ya más en la competencia con los soviéticos. Al caer la URSS, el interés por la NASA disminuyó y en consecuencia los financiamientos, por lo que la NASA ha tenido que diversificarse, crear empresas y proponer proyectos para generar recursos, los inversionistas hacen propuestas comerciales y se puede conversar.
La India es otro potencial aliado. Los satélites indios no son seguidos mientras transitan el cielo de América del Sur y muchas imágenes que pueden tomar no se aprovechan. En 2001 iniciamos un acuerdo para que Venezuela instalara una pequeña oficina de seguimiento de unos 200 m2, algunos equipos y unas cinco personas, y se obtendría a cambio señales satelitales de manera gratuita.
Venezuela tiene condiciones especiales para la industria aeroespacial, su latitud hace que los lanzamientos consuman al menos un 15% menos de energía que a mayores latitudes, dispone de terrenos espaciosos y combustible. La idea de lanzar una iniciativa de industria aeroespacial no es descabellada, pero los estudios deben ser extensos y bien sustentados. Es una propuesta con factibilidades rentables de negociación y desarrollo tecnológico.
Para poder adelantar estas propuestas, es necesario entrar en conversaciones con varios interlocutores provenientes de: Rusia, USA, Francia, China, India. Un desarrollo de esta naturaleza puede hacerse en el marco de la integración regional y el de la soberanía nacional. Debe sobrepasarse la costosa propuesta del satélite Simón Bolívar que lleva una década gastando dinero.
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