La reacción de los movimientos sociales frente al no cumplimiento de las promesas de la campaña electoral y a la conducción conservadora de la política económica del gobierno, no es señal de una fractura con un presidente que contribuyeron a elegir. En la lucha por cambios, la esperanza es lo último que muere. "El actual gobierno no tiene un proyecto de país en una perspectiva de largo plazo. Y tampoco tiene un programa de corto plazo. De persistir este escenario, nosotros tendremos, al finalizar los cuatro años, en la mejor de las hipótesis, resultados ridículos y, en la peor de las hipótesis, un desastre", señala el análisis de coyuntura de la Coordinación de los Movimientos Sociales (CMS).
La dureza con que viene siendo evaluado el primer año y medio del gobierno de Lula por parte de los movimientos sociales -como el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), los movimientos por la vivienda, el Grito de los Excluidos, ligados a pastorales sociales de la Iglesia, la Central Única de los Trabajadores (CUT), la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), la Marcha Mundial de Mujeres, el Jubileo Sur y su campaña contra el ALCA, entre otros- es, sobre todo, "un reflejo de la subordinación al capital financiero y a los acuerdos con el FMI, lesivos para los intereses nacionales", apunta la Carta de San Pablo de la CMS.
Pero refleja también la perplejidad ante las alianzas con adversarios históricos, tejidas por el PT en nombre de la gobernabilidad y supuestamente responsables por el no cumplimiento de compromisos contraídos en la campaña electoral, según los movimientos. También critican el aparente abandono de principios fundamentales del partido que contribuyeron a construir.
Especialmente impactantes han sido los debates y las acciones del mes de abril, marcado por las cerca de cien ocupaciones de tierras realizadas por el MST, por las ocupaciones de predios y manifestaciones en 17 estados del país realizadas por los movimientos por la vivienda, por la movilización de los pueblos indígenas en Brasilia, por la preparación de una campaña nacional contra el desempleo, capitaneada por la CMS, por las innumerables movilizaciones y huelgas lideradas por el sector sindical, que culminaron en los actos de la CUT del Primero de Mayo y por la decimotercera plenaria nacional sobre el ALCA. El descontento con el gobierno, sobre todo luego de la afirmación de que no habrá cambios en la política económica, parece haber llevado a algunos sectores a dar un paso más fuerte hacia la oposición.
"Pasamos de un estado de perplejidad, al comienzo del gobierno Lula, a un estado de desilusión. La exclusión social aumentó, la miseria, antes predominante en las zonas rurales, está migrando hacia los centros urbanos, aumenta la violencia, no hay trabajo, la reforma agraria no se concreta, no hay proyectos para vivienda popular, todo en función de la política económica. Queremos una auditoría sobre la deuda externa, aumento del salario mínimo, reducción de la jornada de trabajo sin reducción de salarios, cambios en la política económica, incluyendo la participación popular en los debates sobre el ALCA y la realización de un plebiscito oficial sobre esta cuestión", resume Luis Basségio, coordinador del Grito de los Excluidos, para quien el apoyo al gobierno -asegurando que cree en los compromisos pactados con los movimientos antes y durante la campaña electoral- puede sufrir un revés en el caso de que las presiones no consigan cambiar el rumbo de la política económica.
Presión sin quiebre
Pero un quiebre de los movimientos con el gobierno, pese a todos los conflictos y reclamos, no es tomado en serio ni en los momentos más calientes de los debates internos, afirman los líderes de varios sectores sociales. Tanto que, en los discursos del MST, la CUT o de la propia CMS, que congregan a la mayoría de ellos, las críticas vienen acompañadas de la afirmación de que, oficialmente, se refieren sólo a políticas específicas (o a la falta de ellas) -economía, reforma agraria, vivienda, salario- y no al gobierno como tal ni al presidente Lula.
En ese sentido, Julio Turra, miembro de la dirección ejecutiva de la CUT, sostiene que a diferencia de varios intelectuales que abandonaron el PT o rompieron con el gobierno en función de los rumbos tomados, los movimientos optaron por disputarlo con la derecha por una simple cuestión de supervivencia. "Este es nuestro gobierno, los movimientos se involucraron históricamente en la construcción del PT e hicieron posible la elección de Lula. Si rompemos, ¿en qué lugar nos colocamos? La función de los movimientos es exigir que el gobierno cumpla con lo prometido. Y eso es lo que vamos a hacer."
"La intelectualidad perdió sus esperanzas en el gobierno, pero los movimientos la mantienen. Eso no se rompe. Lula es un ejemplo de la historia brasileña, fue construido por los movimientos, lo que hace de Brasil un caso completamente diferente del de la Argentina de De la Rúa o del Ecuador de Gutiérrez, ambos apoyados y luego rechazados por las organizaciones populares", sostiene el abogado Ricardo Gebrim, articulador del movimiento contra el ALCA y miembro de la comisión operativa de la CMS.
Luego de un largo proceso de construcción de un proyecto político para el PT, pondera Gebrim, los movimientos están vivenciando sus límites y el fin de un ciclo de veinte años, lo que es una experiencia pedagógica imprescindible.
Para él, en tanto, eso no debe llevarlos a la oposición, más aun cuando no han formulado alternativas factibles que rompan con el modelo establecido y ante la inexistencia de una reflexión más elaborada que confiera a los movimientos la tarea de luchar por cambios por medio de movilizaciones o campañas, o, en otras palabras, mediante la presión de las masas. Como dice Basségio, "hace falta sacar 100 mil personas a la calle".
¿Qué sostiene la esperanza de que las presiones conseguirán cambios? Para Gilmar Mauro, coordinador nacional del MST, a pesar de las penurias, por primera vez en la historia del país los movimientos están teniendo la oportunidad de participar activamente en el debate sobre las políticas nacionales. En su opinión, existe una diferencia sensible entre la postura del gobierno de Fernando Henrique Cardoso y el de Lula, principalmente por la sustitución de la criminalización y la represión de los movimientos por un mayor espacio político.
"Hay un cambio cualitativo en la participación pública de los movimientos. En el gobierno de Cardoso los movimientos estaban en el noveno lugar de la lista de prioridades de la Policía Federal, en tanto el narcotráfico estaba en el lugar treinta. Una cosa es el discurso y otra es enfrentar un Estado estructurado históricamente para no atender las demandas sociales. No creo que sea posible romper con la política económica en este momento, pero si no hay dinero para inversiones sociales, ella debe cambiar. Pero tampoco creo en cambios de arriba hacia abajo", afirma Mauro, para quien este último punto justifica la posición actual de los movimientos.
En la lógica de que la movilización social es, por encima de todo, un proceso pedagógico, el coordinador del MST evalúa que "luchar contra Lula no acumula nada" y que el combate debe darse en la disputa por la participación de la sociedad.
"Debemos ir a las escuelas y las universidades con nuestras demandas, tenemos que invertir en educación, en la formación y en la comunicación popular, porque es difícil hacer un debate político con analfabetos. Pero nuestro gran desafío es relanzar el movimiento de masas." No, no hay ruptura con Lula, lo que existen son reivindicaciones históricas", afirma Mauro.
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