Han transcurrido muchos años desde cuando los próceres de nuestra primera independencia se reunieran en esta sala para iniciar la revolución de agosto. Sin embargo, ahora que la Patria se enfrenta a la amenaza de ser pisoteada por nuevos colonizadores, como un murmullo se escuchan sus voces a las que se suman las palabras y las lecciones dejadas por tantos y tantas que nos enseñaron que la dignidad hace parte sustancial de nuestras vidas como pueblos y nacionalidades que hacemos el Ecuador.
Resuena la voz de Bolívar alertando sobre los males que provendrían desde el Norte de América, donde “son capaces de vender a la Gran Colombia por un real”. Y como dicho hoy por Peralta, repetimos que: “Parece que al Ecuador le toca el turno de la inmolación en aras del Dólar”. Sentires y palabras que, como muchas más, ratifican nuestra vocación de libertad e independencia, raíces que nos hacen grandes como pueblo y que nos remiten a miles de ecuatorianos con proyección histórica para bregar continuamente por una Patria respetada en el ámbito internacional.
Hoy, cuando el pasado reciente nos permite ver al Ecuador en las peores condiciones de sometimiento a los designios extranjeros, especialmente del imperialismo norteamericano, es en esta histórica sala donde nuevamente la voluntad patriótica se reúne para denunciar a los que se arrastran ante el colonizador extranjero y para convocar a la unidad en la senda hacia la soberanía, que no es otra cosa que nuestro derecho a autodeterminarnos, a decidir juntos y sin presión ni intromisión, el destino de nuestra naturaleza y nuestra gente.
Cada firma en el manifiesto, es una voz que rompe la hegemonía de los que llenaron a nuestra historia con manchones de hipocresía y traición. Cada adhesión, es una fuerza que se suma, que nos permite diseñar los ribetes del anhelado proyecto de país, que debe orientar todas las acciones de gobernantes y
gobernados. Cada voluntad que se integra, es necesaria para definir el proceso que se seguirá de manera que este acto tenga continuidad en el tiempo y profundidad en el impacto social.
El reto está planteado. La tarea es de todos y todas, no hay excusa posible. En los distintos espacios en los que llevamos nuestra vida, en los escenarios en los cuales intervenimos, tenemos la responsabilidad de actuar con sentido de Patria, con perspectiva antiimperialista, como amantes de la soberanía. De lo contrario, no tendremos respuesta ante la interrogante que nos planteara hace poco más de un año esa gran mujer revolucionaria que fue Nela Martínez: “¿Cómo saldremos de esta colonización? ¿Cómo justificarnos ante nuestra cobardía? ¿Con qué derecho izamos la bandera de los libres,...el 24 de mayo, aniversario de la Batalla de Pichincha?...¿Cómo es posible cantar el Himno Nacional, ¡Salve, oh Patria!, si asistimos impasibles a la entrega de nuestra independencia?”.
Esta demanda esta llena de pueblo. Es la demanda generalizada de pasar a la organización y la acción. Hacia allá debe dirigirse nuestro andar, cobijados por el tricolor y los puntos que nos unen. Y el reloj de la historia no espera. Permítanme citar, una vez más, a José Peralta: “Si sois sabios, poneos del lado de los pueblos mientras todavía sea tiempo. Pasada la ocasión de hacer concesiones, la multitud no contará con vosotros”. Que lo tomen muy en cuenta aquellos que haciendo de la traición su sinónimo, jodieron y joden al país, pero no podrán ocultarse del
juicio de la Patria.
Viva el Ecuador!
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