"Nos toca derrotar el terrorismo. Los historiadores, los sociólogos, los políticos se referían al problema colombiano como ‘un conflicto prolongado de baja intensidad’. Conflicto no es. Aquí hay una democracia que todos los días se perfecciona, aquí hay problemas de desempleo, de miseria, de injusticia, pero lo que tenemos es un desafío del terrorismo a la ciudadanía de la Patria y a las instituciones democráticas" (Palabras del presidente Uribe durante la transmisión de mando en el Ejército Nacional, noviembre 11).
"Conflicto no es, aquí hay democracia...". Hay que enfatizar en esta frase porque refleja toda la estructura mental de quien dirige el país. Estas palabras del Presidente lo dibujan en el extremo y el absurdo que vive y quiere extender a todos los colombianos: hacernos creer que aquí no pasa nada; que el desangre nacional es puro y llano terrorismo. Sólo por esa lógica se puede concluir después: "Y es un desafío prolongado, 50 años. ¿Por qué? En ocasiones se ha prolongado por falta de voluntad política para derrotarlos. Ahora no. Ahora hay toda la voluntad política para derrotarlos. Ahora, si se prolonga, no es por falta de voluntad política sino porque no somos suficientemente efectivos en nuestra agresividad militar".
En el convencimiento puro que vive quien dirige el país, se puede llegar a extremos simplistas como este de argumentar que aquí ha faltado voluntad política para guerrear. Cincuenta años no han sido suficientes. No lo fue el Plan Lazo. Ni el gobierno de Turbay. No lo fue el gobierno de Gaviria. Ni el gobierno de Pastrana con el Plan Colombia. Nadie ha hecho nada. Todos han sido mansitos. Como dice el Presidente: "Gobiernos que se han dejado engañar".
Con esa lógica maniquea se puede llegar a la búsqueda del muerto "río arriba" y perder todo el tiempo del que se disponga. Por esa vía, el gobierno de Turbay encarceló a casi todo el M-19 y luego tuvo que encarar su transformación y la libertad de los presos políticos (recuerden que el Presidente dijo con desparpajo que él era el único preso político del país). Con esa misma lógica, el doctor Gaviria hizo el ridículo en Casa Verde y tuvo que enfrentar la transformación de las Farc. Con esa misma lógica, el gobierno Pastrana afrontó un proceso de negociación en el cual nunca aceptó que en el trasfondo de esta guerra que sacude al país hay una demanda de negociar el poder. Y que quienes hoy lo detentan -como desde hace dos siglos- son en gran parte la causa estructural del conflicto que el doctor Uribe desconoce. "Porque aquí hay democracia". Es decir, porque aquí se elige con el voto universal. Gran error. Al reducir la democracia a ese simple evento, se le quita su esencia -fruta insípida que aquí padecemos-, y entonces lo político, lo social, lo cultural, los derechos humanos, son cosas, meras cosas.
Esa es la misma explicación que daba cada domingo el doctor Godofredo a los problemas del país: "Aquí lo que falta es autoridad". "Señores, falta respeto por las tradiciones" -con la luz roja y azul sobre su faz, frunciendo el cejo, empuñando y levantando la mano: ¡Orden, señores!
A esa misma simplicidad ha llegado el doctor Uribe. Pero olvida que azules y rojos son la causa estructural última y definitiva que explica lo que aquí pasa. Es cierto que hay otras, pero la histórica y más importante reposa ahí. Jaime Garzón y su equipo de libretistas supieron entenderlo e interpretarlo. ¡Cómo nos hace falta Jaime con su capacidad de ironizar esa mentalidad fascista!
¡Cómo ironizaría hoy al doctor Uribe, encarnación real del doctor Godofredo Cínico Caspa!
Si hay alguna duda, atención, miren cómo sigue el discurso: "Aquí ha sido más difícil derrotar a los terroristas porque aquí son muy ricos". Ni por un momento se le cruza al Presidente otra explicación. El factor que trae a colación puede ser real, pero aquí tuvimos por décadas insurgencias distintas, y la razón preponderante para que sobreviviera nunca radicó en el dinero. Eran otros los factores, los mismos que llevaron a toda una generación (tal vez dos, tres) a alzarse en armas para contribuir a la construcción de otro tipo de sociedad. Son estos factores, asociados a otros que reinan en la otra Colombia, la rural, los que impiden que el ejército logre penetrar en la profundidad del dispositivo insurgente, motivo por el cual ese mismo ejército no ha podido controlar Peñas Coloradas en el Caquetá -como lo exigió de manera reiterada durante los últimos meses el alto gobierno-, con garantía de seguridad para que el doctor Uribe haga presencia allí siquiera durante el lapso que se tomaría para pronunciar un breve discurso, razón decisiva para descabezar al mayor general Martín Orlando Carreño.
De esa manera y por ese tipo de exigencias tendrán que renunciar otros muchos mandos, aún sin ser los responsables de la incapacidad del ejército para presentar resultados estratégicos en el conflicto que vive el país desde hace varias décadas y que el Presidente se empeña en reducir a simple terrorismo. A quien le compete esa responsabilidad es a la oligarquía, los oficiales lo saben. Es ella la que ha quebrado la legitimidad de su poder, por tanto, correspondería a ella responder por su culpa histórica, no a los mandos del ejército.
La fortaleza de la insurgencia sobreviviente sigue radicando ahí. Pese a todas las críticas que se le puedan hacer, debe reconocer que cuenta con apoyo en los sectores donde está asentada. Eso es real. Al desconocerlo, se llega a la fácil y facilista conclusión del doctor Godo-fredo: ¡Bala, señores! ¡Bala!
¿O no fue eso mismo lo que le ordenó el doctor Uribe al nuevo Comandante del Ejército? "Señor general, mientras más se replieguen, usted más los persiga. Que no encuentren lugar en el mundo para ese repliegue, que para ese repliegue no les sirvan a estos bandidos los 578 mil kilómetros de selva que todavía conserva la Patria, ni el planeta. No vamos a caer en esa trampa de que ahora se replieguen esperando un gobierno al que puedan engañar".
¡Ay, Jaime, cuánta falta haces!
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