El 9 de diciembre de este 2004 se reunirán en Lima (Perú) los presidentes de las 10 naciones de la América del Sur para dar lugar al nacimiento de la tan ansiada y necesaria Unión Suramericana. Será el esperado inicio del gran sueño de Bolívar, San Martín y de tantos otros patriotas continentales.
Es discreto y acertado comenzar sobre la base del Mercosur (Paraguay, Uruguay, Brasil y Argentina) más Chile y la Comunidad Andina (Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela). Poco a poco, con el fortalecimiento de este grupo inicial, podrán unirse todos los países latinoamericanos y del Caribe bajo condiciones de total independencia. De no hacerlo así, solo progresivamente, no llegaremos a nada.
En ese espacio de los DIEZ no cave incorporar por ahora a las tres guayanas. Surinam (163.800 K2 y 424.000 habitantes). es la antigua Guayana holandesa, “independiente” desde 1975, pero política y económicamente dependiente de su vieja metrópoli europea que hasta le emite su moneda: el florín.
Tampoco debe admitirse ya a la República Cooperativa de Guyana (215.000 K2 y 773.000 habitantes). Es la ex Guayana Inglesa en similares condiciones a la anterior, “independiente” desde 1966 pero dentro del Conmonwealth.
Y mucho menos debe permitirse el ingreso de la Guayana Francesa (83.500 K2 y 115.000 habitantes), que después de la Segunda Guerra Mundial pasó a llamarse descaradamente ”Departamento Francés de Ultramar”.
A causa de las explotaciones de oro, bauxita y maderas, más las potenciales riquezas petrolíferas, se han provocado serias usurpaciones territoriales por parte de la Guayana inglesa sobre territorio Venezolano. Estos intereses explican, entre otros, las agresiones al país hermano bolivariano, que trata de defenderse de las ambiciones agresivas imperiales de Estados Unidos y Gran Bretaña, con la complicidad de algunas naciones europeas.
Además, en las tres guayanas, y por las mismas razones de interés de las multinacionales, se estimulan conflictos y avances sobre el territorio fronterizo de Brasil, terca y razonablemente opuesto a las aspiraciones imperiales de llegar a las reservas acuíferas y forestales del Amazonas.
El ejemplo de Europa
A pocos años de concluida la Segunda Guerra Mundial, dos grandes estadistas de la época, Konrad Adenauer y Charles De Gaulle, dejando de lado viejas y recientes feroces rivalidades, dieron un primer paso para la unidad europea. Comenzaron por la Comunidad del Hierro y el carbón. A partir de allí, y superando infinidad de problemas y trabas de los Estados Unidos y su subordinada aliada Gran Bretaña (que aun no adhiere al EURO) han recorrido un importante camino, alcanzando a 25 países. De este hecho histórico debemos sacar algunas experiencias pero no imitaciones sugeridas porque, cuando hay intereses en juego, los consejos de centenarios colonialistas son pescado podrido.
Como era de prever, los medios continentales, en manos o al servicio de las multinacionales, les han dado poca trascendencia al hecho histórico a concretarse en Lima en diez días más. Casi exclusivamente se han reducido a reproducir opiniones pesimistas, irónicas, detractoras. Los conocidos de siempre del cipayismo colonial y sus centenares de analistas y agoreros a sueldo, se han movilizado a pleno. No faltará tampoco la aparición de “encuestas” oponiéndose al proyecto enarbolando motivaciones étnicas y religiosas, Las provocaciones armadas y hasta los magnicidios no deben descartarse.
Washington, Londres, la Unión Europea (con varios integrantes con tradición o actuales colonialistas) el FMI, el BID, el ALCA y tantas otras baterías del sometimiento se lanzarán sin pudor al ataque. También la inútil OEA, cumpliendo su papel de dependencia del Departamento de Estado, jugará todas sus baterías pesadas para sabotear con hechos violentos e intrigas al proyecto.
Centroamérica y el Caribe
Curiosamente ha renacido a la actualidad mediática una vieja institución ampliamente desconocida como la COPPPAL (Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe). El raro ente dice agrupar a 53 partidos políticos de 29 países de la región, creado en 1979 a sugestión del mexicano PRI.
Para colmo de provocación, se le ha ofrecido la presidencia del COPPPAL a un peronista, Antonio Cafiero, que creció y aprendió mucho del General Perón. El compañero Antonio ha declarado que “sería un reconocimiento que me llenaría de satisfacción personal” (La Nación del 7/XI/04). Esperemos que reflexione y renuncie a ese “honor”, que puede ser un palo en la rueda de la historia suramericana.
Hay razones políticas a tener muy en cuenta en Unión Suramericana. Los estados del Sur son 10 y ya tienen un consensuado proyecto de preámbulo. Si apresuradamente agregamos al resto de naciones latinoamericanas, las centroamericanas y las de otros orígenes del Caribe, el cuerpo llegaría a ser de unos 33 miembros. Allí los suramericanos seríamos menos de un tercio y el poder real quedaría en manos de países sin independencia efectiva, plagados de paraísos fiscales y financieros dominados por las grandes potencias colonialistas, todas históricamente expertas en provocar conflictos étnicos y religiosos para dividir y gobernar.
Puede estar próxima la hora en que los suramericanos volvamos a llamarnos entre nosotros como “compatriotas”, palabra inicial del Manifiesto del General San Martín al anunciarle a los peruanos la independencia de su país. También se cumplirá el ideal de Simón Bolívar que convocó y realizó en 1826 el Primer Congreso Suramericano en Panamá, cuando este país era parte de Colombia y lo separó una conjura de los Estados Unidos que, junto a reconocer su “independencia”, hizo firmar la concesión para construir el Canal interoceánico. Esa perversidad, como, entre otras, el robo de la mitad del territorio mexicano, en el mismo siglo XIX, no deben repetirse.
En fin, la Unión Suramericana debe comenzar sobre la base del Mercosur y la Comunidad Andina. Y debemos defenderla con energía y a costa de cualquier sacrificio, sin olvidar recurrir a las movilizaciones masivas en todo el subcontinente. También apelando a los pueblos del mundo con idénticos ideales de independencia y justicia, sin olvidar a “nuestros hermanos los indios” como los llamaba el General San Martín y a las organizaciones obreras y empresariales locales...
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