Hugo Chávez fue figura central. Se trató del encuentro En Defensa de la Humanidad. Por ahí desfilaron el choque del "marxismo neandertal" y la teoría crítica renovada, las ambigüedades tropicales del discurso bolivariano, los lenguajes dobles (criticar a Lula y Kirchner lo que se perdona al venezolano), las ganas de algunos de centralizar contra las de sumar éste u otras iniciativas.
El autor sostiene que el apoyo de Venezuela a esta iniciativa es fundamental, pero que sería un error convertir un esfuerzo internacional en un "apéndice" de la iniciativa de un Estado. Sería condenarlo al fracaso como sucedió con otras propuestas similares en el pasado
Primero de diciembre de 2004. Vestido con traje y corbata, Hugo Chávez se dispone a inaugurar el Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Acaba de llegar a su país de una gira por España y dos de los países del eje del mal. Rebosa energía y optimismo. Nada más comenzar su discurso traza la orientación central del acto: es hora de ir a la ofensiva.
Durante cinco días, el jefe de Estado sostendrá cuatro largas reuniones con un grupo de 350 hombres y mujeres de la cultura provenientes de 52 naciones. Pasará con ellos, en reuniones públicas -sin contar las privadas-, cuando menos 30 horas. Hablará con ellos y los escuchará. ¿Hay algún mandatario en el mundo que dedique hoy ese tiempo a un grupo de intelectuales de izquierda?
En Venezuela se están produciendo grandes cambios. Sus habitantes aseguran que allí se está produciendo una revolución atípica. Y el gobierno de ese país está dispuesto a auspiciar un movimiento internacional de largo aliento que luche contra el neoliberalismo.
¿Estamos acaso, como hace casi 60 años, en la antesala de un nuevo Bandung, la reunión de la que nacería el movimiento de los países no alineados? ¿O más bien ante una redición de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) promovida por Cuba en los sesenta para impulsar las luchas de liberación nacional en el continente? El poeta nicaragüense Ernesto Cardenal cree que "es importante que este encuentro se realice en Venezuela porque está en juego el destino de América Latina".
En Defensa de la Humanidad es una de las más ambiciosas iniciativas para responder a los cambios que se han producido en el mundo después del 11 de septiembre de 2001. Un proyecto en el que Venezuela y Cuba están firmemente comprometidos. Una apuesta por ganar a la intelectualidad a la causa de la lucha antimperialista y para equilibrar la guerra mediática contra el gobierno bolivariano.
Se trata de una iniciativa ambiciosa porque, a diferencia de los movimientos globales de resistencia contra el neoliberalismo surgidos desde Seattle y los Foros Sociales Mundiales, ésta aspira a tener una estructura permanente e impulsar acuerdos de acción nacionales. Y porque, para lograrlo, tiene tras de sí el apoyo de un Estado petrolero.
El presidente Hugo Chávez inauguró y clausuró el acto, además de pasar casi siete horas en un taller con los asistentes y ofrecerles una cena. Respondió pacientemente a las preguntas de sus invitados y saludó personalmente a muchos de ellos. Muchos intelectuales recibieron del mandatario venezolano un trato que nunca les ha sido dispensado por los gobernantes de sus países de origen. Una revolución sui géneris, que parece decidida a darle a la intelectualidad progresista una interlocución que desde la guerra fría cultural no tenía.
Canas y calvas
"Parece ser que para tener derecho a participar en esta reunión hay que tener cuando menos 40 años cumplidos", dice, con razón, uno de los asistentes al encuentro En Defensa de la Humanidad. Y, efectivamente, la cantidad de canas y calvas de la mayoría de los presentes sobrepasaba, con mucho, la de cabelleras juveniles. El promedio de edad de los invitados superó los 40 años. Un dato relevante en una época en la que la juventud ha tomado las calles en muchos países del planeta. Una llamada de atención para una iniciativa que busca reorientar el pensamiento moderno.
Están allí, sobre todo, intelectuales latinoamericanos de la generación de los sesenta, algunos de ellos sobrevivientes de luchas guerrilleras o antiguos integrantes de partidos comunistas. No escasean los profesores universitarios ni -valga la expresión- miembros de centros de investigación. Un buen contingente de activistas de círculos bolivarianos que actúan fuera de Venezuela interviene en los debates junto a académicos que participan en redes que han trabado una relación estrecha con Cuba.
Los participantes son la excepción a la regla elaborada por Ryszard Kapuscinski en Lapidarium I para describir el comportamiento de los hombres de la cultura del hemisferio. Según el cronista polaco, "un rasgo característico de la evolución política del intelectual latinoamericano es que por lo general empieza en la izquierda y acaba en la derecha. Empieza participando en una manifestación de estudiantes contra el gobierno y acaba de ministro. Recorre el camino de joven rebelde a viejo burócrata. En ninguna otra parte del mundo es tan profundo el abismo que se abre entre la juventud y la vejez, entre el comienzo y el fin de una biografía".
Más radicalmente aún, desmienten las afirmaciones de James Petras sobre los pensadores latinoamericanos. De acuerdo con el estadunidense, en la región se ha formado una capa de intelectuales institucionalizados que funcionan como "los perros guardianes ideológicos que han exiliado la política del imperialismo al limbo de los idiomas olvidados". Los presentes constataron la permanencia del pensamiento crítico en el área.
Asistieron así al acto personalidades como Ignacio Ramonet, Pablo González Casanova, Adolfo Pérez Esquivel, Tariq Ali, Gianni Miná, Theotonio dos Santos, Martha Harnecker, Francois Houtart, Ernesto Cardenal y Ramsey Clark. Llegaron, además, figuras políticas como el argelino Ben Bela, Daniel Ortega, Tomás Borge, el ministro cubano de Cultura Abel Prieto, Ricardo Alarcón, Armando Hart y Fidel Castro hijo.
Otros, como José Saramago y Alice Walker, que de acuerdo a los organizadores habían confirmado su asistencia, no llegaron. Y los representantes de la revista Rebeldía, animada por los zapatistas, que originalmente había sido propuesta para asistir, finalmente no fueron invitados.
Polyforum Siqueiros
Entre los antecedentes inmediatos de la reunión de Caracas se encuentra la efectuada en la ciudad de México un año antes. El 24 y 25 de octubre de 2003 se efectuó en el Polyforum Cultural Siqueiros el primer encuentro En Defensa de la Humanidad. Participaron en él unos 150 intelectuales, básicamente latinoamericanos, para crear una red de redes en contra de "la pretensión deshumanizante y uniformadora del imperialismo".
Entre los organizadores se encontraban académicos y periodistas muy cercanos a la revolución cubana. El acto fue una bocanada de aire fresco para La Habana. Sus relaciones con una parte de la izquierda y la intelectualidad del continente se habían deteriorado a raíz de los fusilamientos de tres secuestradores de una embarcación marítima y la detención de 75 opositores en abril de 2003. Tan mal estaban las cosas que Eduardo Galeano escribió: "Las prisiones y los fusilamientos en Cuba son muy buenas noticias para el superpoder universal, que está loco de ganas de sacarse de la garganta esta porfiada espina". Y el premio Nobel José Saramago afirmó: "Hasta aquí he llegado. Desde ahora en adelante Cuba seguirá su camino, yo me quedo...Cuba no ha ganado ninguna heroica batalla fusilando a esos tres hombres, pero sí ha perdido mi confianza, ha dañado mis esperanzas, ha defraudado mis ilusiones".
Como fuente de inspiración histórica, En Defensa de la Humanidad tuvo el Congreso Mundial contra el Fascismo, celebrado en 1937 en España, en plena Guerra Civil. Los organizadores consideraron que la ofensiva imperial para restructurar territorios y capitales desatada por el Imperio a raíz de los sucesos del 11 de septiembre de 2001 tiene grandes semejanzas a los desafíos que el planeta enfrentó con el ascenso del nazismo.
La reunión en México buscó relanzar el pensamiento progresista dentro de la intelectualidad, en un momento en el que los avances de la izquierda política y social en América Latina no tienen -salvo en casos como Uruguay- correspondencia con su influencia en el mundo de la cultura y la academia. Irónicamente, el enorme prestigio e influencia que disfrutó el marxismo en las universidades y entre los artistas latinoamericanos a fines de los sesenta y comienzos de los setenta se desvaneció en un momento de enorme protagonismo popular y conquistas electorales.
La disminución de la influencia de la teoría revolucionaria tradicional elaborada en el hemisferio se retrajo, también, ante el surgimiento del movimiento altermundista, la expansión de otras referencias intelectuales como las sostenidas por Toni Negri y Michael Hardt en Imperio y los libros que han publicado posteriormente, así como del impacto del zapatismo en la juventud y los movimientos sociales de la región.
Las referencias de la intelectualidad revolucionaria latinoamericana (Cuba incluida) se han modificado sustancialmente. No en balde, uno de sus principales impulsores de En Defensa de la Humanidad, el politólogo argentino Atilio Borón, es conocido, en parte, por su crítica ordenada y sistemática a las posiciones de Negri y Hardt.
Cartel del encuentro
Aunque el encuentro de la ciudad de México no tuvo mucha repercusión en los medios, reanimó el debate sobre los cambios operados en el mundo a raíz del 11 de septiembre. Y, en lo que constituyó la construcción de un puente hacia otros procesos, el subcomandante Marcos envió a la reunión una ponencia en programa Power Point en la que los zapatistas explicaron su posición ante el tema.
En Defensa de la Humanidad, nacido en la ciudad de México, tuvo, sin embargo, dificultades para su consolidación. No obstante que una nueva reunión se efectuó en Oviedo, España, y capítulos nacionales de la naciente red se constituyeron en Cuba, Nicaragua, Ecuador y España, la página web no pudo registrarse por falta de recursos económicos. El impulso inicial y el ánimo de sus promotores se toparon con la carencia de infraestructura para darle continuidad. Hasta que la decisión venezolana de animar el proceso le dio un giro a la situación.
Entre Caracas y La Habana
El Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad efectuado entre el 1 y el 5 de diciembre de 2004 en Caracas, reunió a hombres y mujeres de la cultura, la academia, el periodismo y las bellas artes tanto para debatir los temas que se abrieron en México como para construir vínculos con el proceso transformador venezolano.
Francisco Sesto, ministro de Cultura de ese país, insistió en la importancia que para ellos tenía el cónclave.
"Es un apoyo al proceso bolivariano y a todos los procesos del mundo -dijo. Recuerdo que cuando el presidente me nombró viceministro dijo que había una deuda con la cultura porque ésta siempre debe estar en la vanguardia del proceso... Ahora han aparecido nuevas luces y Venezuela es parte de eso, es decir, se están creando nuevas referencias".
La idea del encuentro surgió, de acuerdo con el presidente Chávez, de una reunión celebrada en enero de 2004 entre intelectuales bolivarianos y cubanos. Un encuentro que precipitó una fuerte polémica en la tierra de Simón Bolívar. En una carta abierta dirigida al ministro de Cultura cubano Abel Prieto, varias personalidades de la cultura le reclamaron airadamente su presencia en el país: "Ha llegado usted a Venezuela al frente de una delegación oficial de escritores y policías de Cuba. Vino, como es obvio, a ponerle su hombro a la dictadura de corte castrista que, sin éxito, intenta construir en nuestro país el teniente coronel Hugo Chávez".
El ministro cubano, acostumbrado al calor de la polémica, llamó a sus detractores "mediocres", "resentidos" y "renegados de izquierda", que "en algún momento de la madrugada debían sentir vergüenza de sí mismos". Dijo que los intelectuales de derecha van en retirada en Venezuela y en el mundo entero, y que Cuba y Venezuela trabajan duro para acercar "a lo mejor de la intelectualidad latinoamericana, incluso la estadunidense".
No le faltó razón a Prieto al señalar que muchos de quienes criticaron su presencia en esas latitudes provenían de las filas de la izquierda. Quince años atrás, en febrero de 1989, durante la celebración de la segunda toma de posesión de Carlos Andrés Pérez, mil 500 pensadores publicaron un manifiesto titulado "Bienvenido Fidel", saludando la llegada del jefe de la revolución cubana a su país. Entre quienes signaron la Carta a Abel Prieto de 2004 se encontraban, también, firmantes del pronunciamiento de 1989.
El encuentro binacional de creadores culminó con un llamado en el que se consideró que "intensificar los vínculos culturales entre nuestros países y con los demás intelectuales y pueblos de nuestra América es otra forma de rebeldía". Anunció además la celebración de "un encuentro continental de intelectuales que, reunidos en Caracas, con la inspiración de las doctrinas democráticas que han conducido las luchas emancipadoras de nuestros pueblos, impulse la defensa de nuestras causas, erija una tribuna permanente de ideas y reafirme nuestra convicción de que otro mundo es posible".
Los intelectuales y el poder
El encuentro fue la señal de que algo profundo se estaba moviendo en la república bolivariana de las letras. En Venezuela, los intelectuales se han formado en una tradición proveniente de la IV República, en la que el intelectual tenía especial proclividad a ser funcionario público o a disfrutar de favores, becas, canonjías y puestos diplomáticos. Varios distinguidos hombres de letras, como el escritor Rómulo Gallegos, y el miembro de la Academia Venezolana de la Lengua, Rafael Caldera, llegaron a ser presidentes del país. Las artes o las letras eran un camino más o menos eficaz hacia la burocracia.
No puede extrañar, entonces, que las relaciones entre una parte importante de la intelectualidad venezolana y el gobierno de Hugo Chávez hayan sido ríspidas desde sus comienzos. No fueron pocos lo hombres de la cultura que se ubicaron muy pronto en las filas de la oposición al nuevo gobierno. Influyó en ello que el triunfo del Movimiento V República, a fines de 1998, fuera posible no sólo por el colapso de la clase política tradicional, sino también porque los intelectuales alineados con el viejo gobierno habían perdido rápidamente credibilidad entre la población.
Durante la fracasada intentona por revocar el mandato de Hugo Chávez realizada durante 2004, muchos de estos pensadores y artistas dirigieron a "sus colegas de todo el mundo" un beligerante mensaje contra del mandatario venezolano. Varios de los más reconocidos creadores firmaron el documento.
Pero el rechazo a Chávez no se limita a sus compatriotas. Los intelectuales latinoamericanos que han hecho de la crítica al habitante del Palacio de Miraflores una de sus actividades favoritas son numerosos e influyentes. Mario Vargas Llosa ha dicho que el presidente es un aspirante a dictador y que encarna la figura del caudillo latinoamericano; que se trata de un demagogo que representa un gran peligro. El mandatario venezolano reviró llamándolo "ex peruano" y "analfabeto".
Carlos Fuentes, amigo de Gustavo Cisneros, el magnate de los medios de comunicación electrónicos venezolanos y una de las figuras opositoras más involucradas con los intentos para derrocar al gobierno de su país, ha hecho un retrato del mandatario que está más cerca de la caricatura que del análisis que el escritor mexicano hizo en otras ocasiones.
"Electo como Hitler -dice el autor de La muerte de Artemio Cruz-, histriónico como Mussolini, populista como Perón, Chávez ha desatado (porque no la ha gobernado) una marea de divisiones, regresiones económicas y espejismos sociales que podrían ser contagiosas en una Iberoamérica que se felicita de ser democrática." Sus "desplantes verbales", asegura, "son el SOS de su naufragio como gobernante".
Enrique Krauze no ha escatimado tampoco sus denuestos. Según él, "Chávez adulteró la esencia de la democracia, coartando las libertades y plantando en su pueblo la mala hierba del rencor social. Su única vocación es permanecer en el mando. Ha mostrado suficientes tendencias autoritarias como para hacer temer la instauración de una dictadura".
Sería equivocado, empero, creer que las críticas hacia Hugo Chávez sólo provienen de la derecha. Una parte de la izquierda internacional también ha visto con escepticismo, cuando no con abierta desconfianza, al mandatario venezolano. Su pasado golpista, su origen castrense, su alejamiento de la doctrina socialista, además de la oposición en su contra de una pequeña parte de los partidos venezolanos declarados de izquierda y los vínculos de éstos con la Internacional Socialista, le han restado apoyos en el espectro progresista.
Sin embargo, el referendo revocatorio de 2004 calló muchas de estas críticas. El presidente Chávez fue ratificado con 60% de la votación, en los sufragios más concurridos en la historia del país.
Choque de culturas
En Defensa de la Humanidad fue un espacio de encuentro y debate entre las propuestas y la práctica política venezolana y la visión de una parte de la intelectualidad progresista. El diálogo no fue sencillo y, en momentos, tampoco afortunado.
Así sucedió con la postura venezolana a favor de una "revolución cultural". La asociación que de este concepto se hace con un periodo de la revolución china, que ha sido descalificada por amplios sectores de la izquierda internacional, llevó a que muchos delegados impugnaran el concepto. Aunque según varios asistentes venezolanos su uso remite a la necesidad de transformar prácticas e instituciones culturales, elaborar nuevos valores basados en la cooperación y la solidaridad y modificar conductas, estimular la autoestima y dignidad popular, una parte muy importante de los asistentes objetaron la formulación.
Algo parecido sucedió con el concepto de "participación popular" y el de "democracia participativa", partes sustantivas de la nueva Constitución venezolana. Desde la perspectiva de varios militantes de la izquierda radical, esos términos son funcionales al sistema y en lugar de ellos se debe hablar de "poder popular".
De manera inversa, los militantes chavistas desmitificaron, ante la sorpresa de varios asistentes extranjeros, el papel de la organización política en la resistencia al golpe de Estado de febrero de 2002. La explicación de los venezolanos sobre la importancia que tuvo la espontaneidad la respuesta popular en contra de la usurpación fue vista con escepticismo o abierto descreimiento.
Muy importante resultó el traslado de los delegados al interior de Venezuela y los barrios pobres de Caracas para que conocieran de primera mano las misiones y conversaran con las comunidades. El contacto con lo que la gente vive y siente en las orilladas tuvo un gran impacto en muchos de los asistentes. La participación de los pobres en los programas de educación, salud y desarrollo de base es notable. También lo es su participación política y la vigilancia que hacen de sus gobernantes.
El diálogo se dificultó por las ambigüedades propias del discurso bolivariano. Este expresa tanto la exuberancia cultural venezolana como la búsqueda de un lenguaje propio que dé cuenta de la especificidad de un proceso transformador único. Y no sólo en los conceptos que utiliza sino, también, en la forma en la que se enuncian. Cosas del trópico, la maestra de ceremonias de los actos en los que participa el presidente de la República inicia invariablemente los eventos del jefe del Ejecutivo dando un saludo cristiano, patriótico, revolucionario y bolivariano.
En Defensa de la Humanidad fue, además, un terreno de choque entre los restos del marxismo neandertal y la teoría crítica renovada. Un choque que, en no pocas ocasiones, sacó chispas y evidenció dobles lenguajes. Como, por ejemplo, el de quienes critican el pago de la deuda externa por parte de gobiernos como el de Kirchner en Argentina y Lula en Brasil, pero callan ante el hecho de que Hugo Chávez hace lo mismo en su país.
Una tensión adicional surgió entre quienes quieren hacer de esta red una especie de centro ordenador del movimiento popular y quienes, por el contrario, consideran que se trata de una iniciativa más, entre otras existentes.
Como es común que suceda en encuentros de esta naturaleza, la declaración final del acto surgió, sobre todo, de la redacción elaborada por los organizadores del encuentro, consensada con personajes claves, sin necesariamente incluir la riqueza de la discusión en las mesas de trabajo. Sin embargo, la declaración circuló previamente a su aprobación final y fue ampliamente debatida. Una parte sustancial de los considerandos expuestos en la plenaria de trabajo final fueron incorporados al texto, lo que no es frecuente en reuniones así.
Rumbo a lo desconocido
Entre las ganancias que los movimientos emancipadores y de liberación nacional tuvieron a raíz de la caída del Muro de Berlín está la de haber ganado su autonomía con respecto a cualquier Estado-nación o centro mundial de dirección revolucionaria. No es poca cosa. Con frecuencia, la lógica de la política real de esos Estados sacrificó el potencial transformador de los movimientos. Como lo señaló Edward Said: "La batalla por la inteligencia se ha transformado en una batalla por el alma, con implicaciones para la vida intelectual que han sido muy nocivas". Una parte de la intelectualidad vivió ya una descorazonadora experiencia en su relación con la revolución nicaragüense.
En Defensa de la Humanidad ha vuelto a nacer con el apoyo del Estado bolivariano. Ese empujón y la necesaria solidaridad con el proceso de liberación de ese país, no puede, sin embargo, llevarlo a perder su autonomía. Nadie lo ha planteado aún, pero lo peor que podría suceder es que se convirtiera en un apéndice de la revolución venezolana. Depender de él lo condenará, como condenó a otros movimientos en el pasado.
En Defensa de la Humanidad renovó en su documento final, el Llamamiento de Caracas, "la convicción de que otro mundo no es sólo posible sino imprescindible". Tiene, sin embargo, frente a sí el reto de precisar cuál es ese otro mundo.
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