El partido se ha reanudado. Después de recibir un ilegal gol en su portería y de ser condenados al olvido, los zapatistas han puesto el balón en la media cancha y reanudado el juego. Saben que el árbitro y los jueces de línea están en su contra. Que apenas ayer el Ejército los acusó de sembrar estupefacientes en Tapilula, Pueblo Nuevo y Rayón, a ellos que ni la venta de alcohol permiten en sus comunidades. Pero no importa: la pelota se ha puesto otra vez en movimiento.
Hace menos de un mes lo comunicaron. En una carta dirigida a Massimo Moratti, presidente del FC Internazionale de Milán, anunciaron: "Posdata: con tono y volumen de cronista deportivo. -El sup, usando la técnica del uruguayo Obdulio Varela en la final contra Brasil (Mundial de futbol, estadio Maracaná, Río de Janeiro, 16 de julio 1950), con el balón en la mano ha caminado como en cámara lenta (a partir de mayo de 2001) desde la portería zapatista. Luego de reclamar al árbitro la ilegitimidad del gol recibido, pone el esférico en el centro de la cancha. Voltea a ver a sus compañeros e intercambian miradas y silencios. Con el marcador, las apuestas y el sistema entero en contra, nadie tiene esperanzas en los zapatistas. Empieza a llover. En un reloj son casi las seis. Todo parece estar listo para que se reanude el encuentro..."
Los zapatistas, no hay que olvidarlo, dicen lo que hacen y hacen lo que dicen. Informan lo que van a hacer y lo llevan a cabo. La alerta roja decretada en territorio rebelde es la última muestra de este estilo de hacer política. Desde hace meses advirtieron: falta lo que falta. Hoy sabemos nuevamente que aquí están.
"Falta lo que falta" es el subtítulo de la novela Muertos incómodos, que a cuatro manos escribió el subcomandante Marcos con Paco Ignacio Taibo II. Falta lo que falta es el remate de varios comunicados difundidos por los rebeldes a la opinión pública, en los que analizan el comportamiento de la clase política y la coyuntura nacional.
¿Qué falta? Que en un momento de la vida política del país, definida por la agenda de los de arriba, el otro jugador, el de abajo, al que se ignora, al que desde hace mucho tiempo el réferi le sacó la tarjeta roja, se meta a la cancha de juego y diga nuevamente ¡Ya Basta! Aquí estoy, el partido sigue. Que, en una época en la que la sobrevivencia del pensamiento autónomo de izquierda está en peligro, sobreviva. Eso es lo que los zapatistas hacen ahora.
El 14 de agosto de 2001 fue promulgada una caricatura de reforma constitucional sobre derechos y cultura indígena, aprobada por el Congreso de la Unión, que cerró la puerta de la inclusión política al zapatismo y a los pueblos indios. Nada hizo la Suprema Corte de Justicia de la Nación por evitarlo, a pesar de las más de 300 controversias constitucionales planteadas por municipios indígenas. El Estado mexicano en pleno condenó a los de abajo a la ruta de la exclusión.
Desde entonces, el gobierno de Vicente Fox siguió la política del avestruz. Pero aunque en foxilandia no haya guerra en el sureste mexicano, el Ejército sigue patrullando la región y los paramilitares actuando. Su comisionado para la paz, Luis H. Alvarez, se ha dedicado a hacer la guerra. Con maletines repletos de dinero disparó cañonazos de miles de pesos contra las comunidades en resistencia.
En respuesta, en varias ocasiones las poblaciones rebeldes, tan necesitadas de todo, prendieron fuego a los billetes. En Guadalupe Tepeyac el enviado gubernamental tuvo que poner pies en polvorosa, ante la ira de los habitantes. Casi nadie pareció entender entonces el mensaje de los rebeldes.
Pero sería iluso suponer que el problema es sólo con el gobierno federal. La clase política en pleno ha sacado de su agenda el asunto de la paz y el de los derechos plenos para los pueblos indígenas. En las grandes movilizaciones ciudadanas contra el desafuero el tema fue inexistente. Los acuerdos de San Andrés se han convertido, si acaso, en muletilla retórica para los discursos de ocasión de algún político de izquierda.
Los grandes medios electrónicos de comunicación están dispuestos a dar cuenta del posible encuentro entre el seleccionado zapatista de futbol y el Inter de Milán, pero ignoran sistemáticamente la experiencia de las Juntas de Buen Gobierno o la lucha de las comunidades en resistencia. La prensa internacional reportó la aparición de la novela policiaca Muertos incómodos, pero olvidó contar lo que sucede en Chiapas.
Y aun desde las filas de cierta izquierda se ha querido ignorar la importancia del EZLN para las luchas de resistencia contra el neoliberalismo en curso. La incomodidad que provoca su heterodoxia en quienes tienen ya todas las preguntas resueltas ha dado paso a críticas abstractas desde la pureza revolucionaria, a la reivindicación del modelo venezolano como algo enfrentado con la experiencia zapatista y con el silencio.
Sí, falta lo que falta. Sí, se necesita que los invisibles, los de abajo, los excluidos, los sobrantes, los no escuchados, tengan un lugar digno en este país. El zapatismo ha sabido ser paciente, pero la paciencia tiene un límite.
El zapatismo ha sido prudente, pero la prudencia no puede confundirse con inacción. El zapatismo ha sido mesurado, pero la mesura no puede consistir en soportar estoicamente todo tipo de agresiones.
Ya son las seis. El partido se ha reanudado. Sí, falta lo que falta. Esperemos que no sea muy tarde para que la palabra -ésa que desde arriba ha sido deliberadamente ignorada- se escuche.
La Jornada
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