No voy a centrar mis impresiones sobre el Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad de Caracas en lo que allí se dijo, bien relatado por mejores cronistas, ni en las palabras de Chávez, disponibles en internet para quien las quiera leer, ni en la suma maldad de la derecha venezolana -el mayor peligro para la revolución, que a estas alturas de su desnudez ya no necesita críticos, aunque los tiene en abundancia.
Me voy a limitar a lo que me permitió conocer bastante más de la realidad venezolana de lo que había podido entrever en mis lecturas: la visita a las Misiones en barrios pobres de Caracas y en el interior del país, que los organizadores acertadamente nos ofrecieron, junto a la charla con militantes de base.
Estructuras paralelas
Durante esa visita a las Misiones estuvimos en Guarenas, ciudad dormitorio de Caracas con alto índice de pobreza. Pudimos visitar varios centros de salud primaria asistidos por médicos cubanos y ubicados en humildes casa del barrio, pero donde además, a pesar del dinero del petróleo, las medicinas también eran cubanas. El comentario de la gente era que sin esta estructura sanitaria paralela la atención de la salud no existiría para los pobres, ya que los hospitales públicos no funcionan y los privados son inalcanzables.
Además, el rectorado de la Universidad Central de Venezuela está en manos de la derecha, lo que produce, entre otras cosas, jóvenes médicos que hacen su práctica en Isla Margarita para luego aterrizar cómodamente en una clínica privada. Resultado: los únicos médicos venezolanos disponibles para la misión Barrio Adentro son los 2.000 que se están formando en Cuba.
También estuvimos en las misiones educativas, en las que utilizando el método cubano “Yo si puedo” (e inicialmente con instructores cubanos), se enseña a leer y escribir -en cosa de un año a más de un millón de personas-, se puede hacer la educación secundaria y la universitaria básica. Actualmente los instructores son venezolanos, gente que salió del analfabetismo como alumnos del método, y ahora enseña a sus padres o abuelos.
Al mediodía comimos en un comedor popular, del programa Mercal, que se encarga de vender alimentos fuertemente subvencionados a la población de menores recursos, e incluso da de comer gratis a la gente sin ningún ingreso. Nos sirvieron la misma comida que al resto de las personas que comen habitualmente allí, estaba muy buena por cierto.
El comedor, como todos los de este proyecto, está en una casa del barrio, cuyos propietarios se comprometen a trabajar dando el servicio a cambio de la comida para ellos y sus familias. Vimos a varias personas del barrio participando, tal como ocurre en los emprendimientos piqueteros en Argentina. Y escuchamos y leímos quejas de esos colaboradores sobre corrupción en la compra y entrega de alimentos. O sea, lo que está fuera de su alcance directo.
Por último visitamos un centro de tiempo libre, una especie de cancha de baloncesto en un rincón de la ladera de la montaña, entre medio de casas muy pobres. Los instructores eran, cómo no, cubanos. Enseñaban formas básicas de gimnasia y entretenimiento a niños, adultos y ancianos, gente que participaba con sumo agrado en algo con toda seguridad insólito para ellos.
Llama poderosamente la atención la necesidad que vio Chávez (y supongo que algunas personas de su entorno, y desde luego también los cubanos) de crear estas estructuras paralelas. Habiendo en Venezuela un Ministerio de Salud y Desarrollo Social, hubo que inventar sin embargo la Misión Barrio Adentro, “cuyo objetivo es la atención primaria de salud”. Cuál será entonces el objetivo de dicho ministerio, me pregunto. Lo mismo se puede decir del Ministerio de Educación.
De esto se pueden sacar dos primeras conclusiones. Por un lado, que el sistema administrativo (y en consecuencia el político) no está funcionando como debe. Son necesarias estructuras paralelas sanitarias, educativas, de bienestar social, para que la población tenga un mínimo de necesidades cubiertas. A pesar de la gran cantidad de ingresos del petróleo (parte de los cuales van a estas misiones) se puede decir que si no fuera por la ayuda cubana estas estructuras no funcionarían. Las posibles razones de esto las analizaremos más adelante. Y por otro lado, que se está construyendo un esbozo de poder popular. La gente asume como propia esta institucionalidad paralela, la defiende a capa y espada, participa activamente en la gestión y realización de las actividades. Y el hecho de tener y en parte gestionar su “propia” salud, educación y alimentación constituye, a mi entender, una forma de poder popular.
Comunicación bidireccional
Nos contaron unos militantes de base que antes del referéndum del 15 de agosto, se gestó una campaña para hacer una especie de “contrareferéndum”. Se iba a aplicar la revocatoria a una serie de gobernadores y alcaldes de derecha. La movilización popular para conseguir firmas fue increíble, se consiguieron casi un millón más de las necesarias, pero a pesar de que el Consejo Nacional Electoral cuenta con mayoría chavista, vetó ese millón de firmas de más, con lo cual no se alcanzó el número requerido por la ley. Y al revés, muchos comentan que la oposición no alcanzó, esta vez realmente, el número de firmas necesarias para el revocatorio de Chávez. Sin embargo, el CNE dio por válidas las firmas suficientes para realizarlo.
Al hilo de esto, cuando faltaban pocos días para el 15 de agosto, en un acto público Chávez pidió a la multitud un aplauso para el Comando Ayacucho, responsable de la campaña por el No. La gente, en lugar de aplaudirlos, los silbó y abucheó, lo que dio pié al presidente para defenestrarlos diplomáticamente, inventando allí mismo el Comando Maisanta para llevar adelante las tareas políticas previas al referéndum. E insistiendo en que la lucha se haría desde cada casa, desde cada barrio, desde el corazón mismo del pueblo. Cosa que la gente aceptó y puso en práctica con esmero, como se pudo ver después.
Otro aspecto que llama la atención es la forma en que el pueblo asume como propio el proceso bolivariano, y lo defiende en consecuencia. Durante el golpe de estado de abril del 2002, en Guarenas la gente tomó y amenazó con destruir una de las estaciones de bombeo más importantes de PDVSA, cercana a la localidad. Además se tomaron los edificios públicos y se cerró con camiones el único acceso a la ciudad desde la autopista, por lo que el ejército no pudo entrar con sus vehículos y la gente de Carmona no logró hacerse con la municipalidad. Cuentan también que durante la huelga de diciembre, que incluyó el cierre de todo tipo de comercios, asaltantes y gentes de “mal vivir” bajaban de las laderas a Caracas, robaban camiones de comida y los subían para repartirla entre la población.
De esto se pueden sacar también varias conclusiones iniciales: primero, que Chávez sabe que lo que lo rodea no siempre es digno de total confianza, aunque muchas veces no exista con qué reemplazarlo, por la falta de una organización revolucionaria que aporte cuadros al proceso. Luego, que hay una comunicación bidireccional del líder con la masa, que funciona en general bastante bien, aunque a veces, como en la selección de algunos candidatos electorales, Chávez se incline por aceptar las propuestas del chavismo a pesar de la opinión contraria del pueblo. También que el presidente parece confiar más en la organización popular, a la que recurre sin dudarlo en momentos de necesidad imperiosa, que en sus aparatos partidarios. Por último, que los sectores populares están sumamente identificados con el líder, aunque no tanto con la superestructura chavista.
La superestructura chavista
Durante una visita al Estado Anzoátegui, nos enteramos que en esos días el gobernador Tarek Saab dio un plazo de 72 horas a los alcaldes de dos de las ciudades más importantes, la capital Barcelona y Puerto la Cruz, para que retiren su propuesta de cambiar el sistema de selección de candidatos electorales. Ante la propuesta de que sean elegidos por las bases, Saab contestó que las decisiones las tomaba el partido (MVR) centralizadamente, y que la propuesta de estos dos alcaldes significaba salirse de la disciplina partidaria.
En la madrugada de uno de los días de nuestra visita aparecieron en el centro de Caracas panfletos firmados por la “Unidad Táctica de Combate Néstor Zerpa Cartolini”, organización clandestina según nos informan, aunque la mayoría de sus miembros militan en otras organizaciones, y que tiene sus raíces en el combativo barrio marginal 23 de Enero de Caracas. En el texto critican a los alcaldes chavistas de Caracas, “Hasta cuándo esta posición tan blandengue, contra estos mercenarios que lo que han hecho es obstruir el proceso revolucionario que lideriza (sic) el pueblo venezolano y el comandante Hugo Rafael Chávez Frías. Es por ello que nuestra unidad no aceptará que la Policía Metropolitana entre a los barrios de Caracas”.
En la mañana de ese mismo día nos enteramos que el metro había cerrado las 3 estaciones más céntricas debido a los disturbios “provocados por los buhoneros (vendedores ambulantes), que molestan la circulación y afean el centro histórico”. La policía del alcalde chavista Bernal, del distrito centro, reprimió con violencia y los buhoneros, en línea con la actitud mostrada por la población en anteriores enfrentamientos con esa policía, cuando era dirigida por un alcalde de derechas, resistió, montó barricadas y quemó al menos un autobús. Al parecer en las altas esferas hubo temor por una explosión de saqueos. Sin embargo, el alcalde metropolitano Barreto acuarteló la Policía Metropolitana, la Guardia Nacional se replegó y la Policía de Caracas (dependiente de Bernal) hizo en solitario su festín. Provocó a los buhoneros destrozándoles la mercancía. “Nos quemaron frente a nosotros los fuegos pirotécnicos”, murmuró con ira uno de los afectados.
Otro de los proyectos del gobierno es la creación de microempresas y cooperativas como mecanismo para reducir la pobreza y el desempleo. La meta es lograr incorporar al mercado laboral a 1,2 millones de desempleados, que pasarían a ser nuevos “empresarios”. Dado que hasta ahora apenas se han registrado 358.316 solicitudes, se decidió como incentivo adicional a la capacitación otorgar becas de unos 97 dólares mensuales a las 228.065 personas más pobres. Sin embargo, luego de una evaluación del programa se determinó la necesidad de crear un fondo especial para financiar gasto social y de asistencia médica. Para esto, de los 97 dólares se descontará 10% mensualmente, para depositarlos en el Banco Nacional de Desarrollo Social. El problema es que ese dinero, por lo que nos comentan, va mayoritariamente a las aseguradoras médicas privadas.
"Que se borren de la cabeza la idea que este es un ministerio para mantener a los pobres sobreviviendo, vendiendo heladitos o tortas, no. Es para que los pobres se conviertan en emprendedores o emprendedoras del nuevo modelo económico del país", afirmó el ministro. Lo cual se vio con la represión a los vendedores ambulantes. Además es conocida la bronca que hechó Chávez a sus ministros cuando se enteró de que muchos de los dineros presupuestarios que él libera con su firma, duermen en bancos generando intereses (no queda claro para beneficio de quién), en lugar de aplicarse a los proyectos a los que estaban destinados.
Durante la huelga petrolera opositora de fines del 2002 los trabajadores tomaron algunas de las fábricas que habían cerrado en apoyo al paro, incluida PDVSA (Petróleos de Venezuela). Comenzaron a crear condiciones favorables para que pudieran ser intervenidas por parte del gobierno y para transformarlas en empresas auto gestionadas, empresas públicas, etc. Se empezaba a hablar de control obrero de la producción, pero por lo que se sabe en ningún caso llegó a concretarse ni esto ni la intervención estatal. En esos días los trabajadores de PDVSA pidieron tener representantes en la dirección de la empresa. Chávez aceptó la presencia de un trabajador en el directorio, y así se lo ordeno a Alí Rodríguez, designado presidente de la compañía. Sin embargo Rodríguez no cumplió, hasta su salida de PDVSA, la orden recibida.
El chavismo sin Chávez
Discrepo en parte de mi admirado James Petras cuando dice que “Chávez cree en una economía mixta. Piensa que las corporaciones y los ricos deberían pagar impuestos y que él debe proveer servicios sociales.” Es verdad que el gobierno continúa cancelando la deuda externa, lo que no constituye un modelo para ningún proyecto reformista o revolucionario. Y también que “la mayor parte de la población trabaja en el sector informal [más arriba vimos los planes para crear microempresarios] y al cabo de 6 años en el gobierno, no se han realizado las inversiones a gran escala necesarias para generar empleo. El gobierno depende del sector privado para generar puestos de trabajo.”
Pero creo que el problema no es Chávez sino el chavismo. Como resume el también admirado Miguel Urbano Rodrigues, “el rumbo de la historia confirma que es mucho más fácil reformar una constitución anacrónica de lo que es reformar en profundidad a hombres y mujeres que, en la apariencia, se habían embarcado para siempre en la gran nave de la revolución. Muchos no aguantaron las primeras tempestades. Algunos quedaron por el camino; otros cambiaron de barco.”
La impresión que queda después de lo relatado es que hay un enorme colchón entre Chávez y el pueblo, colchón ocupado por la burocracia chavista en sus distintos niveles. Es ese chavismo el que promueve cambios sociales pero aparentemente no desea cambiar las estructuras capitalistas. No tiene intenciones de modificar las relaciones entre el capitalismo y el estado, incluyendo el capital extranjero. Comparten una forma de denunciar a la oligarquía sin trasformar las relaciones de propiedad.
Aparece como necesario transformar la estructura del estado, derrumbar lo que continua en pié de las estructuras contrarrevolucionarias que conservan importantes posiciones, pero también hacer limpieza empezando por casa. La educación, la salud, el poder judicial, la CNE siguen a veces su propio curso. En este cuadro, uno se pregunta si realmente va a ser posible una transformación radical de la sociedad venezolana en un contexto en que áreas básicas del Estado no son controladas totalmente por Chávez, sino más bien por ese chavismo reformista.
De momento, y a la vista de las insuficiencias del accionar ministerial, Chávez ha creado esas estructuras paralelas de las que hablábamos, que sólo pueden funcionar en la forma masiva que lo hacen gracias a la importantísima ayuda cubana. Cuba ha tenido la suficiente visión política de largo plazo como para comprender la necesidad de colaborar activamente con estas formas incipientes de construcción de poder popular.
Pero, y siguiendo con Miguel Urbano, “en un momento que se anuncia una nueva fase, en que el dirigente radicaliza su posición [Chávez presento al socialismo como la única alternativa al neoliberalismo, al sistema de dominación imperial que amenaza a la humanidad, en una de sus discursos durante el Encuentro] y relaciona la supervivencia del proceso con la ruptura del aislamiento admitiendo que la revolución bolivariana asume la dimensión de un desafío continental al imperialismo, la ausencia de una organicidad revolucionaria es inocultable. Ni el Movimiento V República, ni los Círculos Bolivarianos, ni las actuales Patrullas podrán desempeñar el papel movilizador y estructurador de la organización revolucionaria exigida por la situación histórica.”
No existe un partido chavista, ni una organización de masas estructurada. Lo que hay son dos partidos creados exclusivamente con fines electoralistas, en los cuales se pueden encontrar militantes de multitud de otros partidos, pero sin una ideología común. Esto último lo dijo claramente el presidente en otro de sus discursos durante el Encuentro: hay que crear una nueva organización política, que no esté basada en los partidos existentes.
El pueblo venezolano, asumiendo el papel de sujeto de la historia, fue el que derrotó a las fuerzas de la oligarquía local y sus jefes imperialistas. Sin su participación contundente no habría sido posible el triunfo alcanzado en la lucha contra el engranaje golpista que pretendía derrumbar al Presidente Chávez y así destruir a la Revolución Bolivariana. Y ese pueblo tiene una confianza total, ilimitada en el líder. “Pero la dependencia del líder es también una fragilidad de la revolución. Porque toda revolución es un proceso molecular, que se desenvuelve en una atmósfera de lucha de clases, un proceso cuya duración no es previsible, que exige una organización revolucionaria preparada para la lucha prolongada.”
Escuché varias veces en esos días una imagen sumamente gráfica. El proceso bolivariano es una pirámide invertida: arriba están las masas populares, en el medio la burocracia chavista y abajo el propio Chávez soportando sobre sus hombros todo ese peso. Por eso la gente habla de chavismo sin Chávez: quitando al presidente se viene abajo la pirámide, y queda un proceso socialdemócrata, sin los excesos oligárquicos del pasado pero sin la amenaza que supone la comunicación y confianza mutua entre un pueblo que busca una salida revolucionaria y un líder dispuesto a intentarla.
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