Muchos opinan que el atentado del once de septiembre fue una fabricación de los servicios secretos estadounidenses para apoderarse del petróleo del Medio Oriente, sin el cual Estados Unidos podría pasar a ser un país de segundo orden en un lapso de un par de decenios. Es evidente que los altos cabecillas que han ocupado la Casa Blanca son unos truhanes representantes de las grandes compañías petroleras. Cheney de la Halliburton, Condoleezza de la Chevron, Rumsfeld de la industria química Searle, Wolfowitz, ligado al complejo industrial militar, Papa Bush conectado con los sauditas, Richard Perle socio del traficante de armas Adnan Kashoggi.
El expediente de Bush no puede ser más aterrador. Se ha opuesto a la descontaminación del aire negándose a suscribir el Protocolo de Kyoto. Ha eliminado los fondos para los programas de educación a pobres y ha suprimido el entrenamiento profesional de veinte mil nuevos maestros. Con el Acta Patriótica ha violado los derechos constitucionales y las libertades civiles ampliando las posibilidades de registros ilegales, supervisión telefónica, arrestos sin habeas corpus, juicios militares por delitos civiles, investigaciones de expedientes bancarios, médicos, siquiátricos y estudiantiles, grabaciones telefónicas, pesquisas por internet y encarcelamiento por sospecha. Un verdadero catálogo de medidas draconianas empleadas por el totalitarismo nazi fascista.
Las elecciones norteamericanas demostraron que no siempre los malvados son castigados. Con Bush triunfaron los Estados Unidos profundos, los masca chicles que cantan baladas country, se emborrachan con cerveza, leen historietas gráficas y pegan imágenes de chicas en trusa en sus roperos, la nación puritana, ofuscada por las supersticiones, los fanfarrones pendencieros, Fueron vencidos los Estados Unidos cultivados, quienes leen a Whitman y Poe, los que ven los espectáculos de Broadway, viajan a Europa, beben whisky, leen los editoriales del New York Times y oyen ópera. Los granjeros rústicos vencieron a los intelectuales, artistas y periodistas. El subdesarrollo gringo triunfó sobre el desarrollo yanqui. La órbita rural derrotó a la industrial. El cowboy le ganó al gentleman.
Tony Blair es un caso lamentable en la política europea. Todos esperaban un gobierno de izquierda, un gobierno de cara a los anhelos populares, un gobierno preocupado por el beneficio social de las grandes mayorías. Sin embargo, ha sido uno de los más reaccionarios, militaristas imperiales con afanes neocolonialistas que ha conocido Gran Bretaña, superando en ello a Margaret Thatcher. Su sumisión ante los Estados Unidos ha sido lastimosa y lo ha degradado haciéndole perder el prestigio que tenía cuando alcanzó el poder.
Blair ha sido el hombre que liquidó el viejo laborismo. El laborismo de nuevo estilo abolió las aproximaciones al socialismo radical, que nunca fueron extremas, y se acercó a la social democracia. El laborismo de Blair pertenece a tecnócratas y empresarios y no tiene nada que ver con la clase obrera. Las llamadas relaciones especiales con Estados Unidos permitieron la sumisión, el entreguismo y la bancarrota de los valores nacionales. El mal de las vacas locas y la epidemia de fiebre aftosa han sido letales para la industria agropecuaria británica, lo cual unido al desplome del otrora ejemplar sistema nacional de salud ha provocado una merma del nivel de vida de los británicos. Tony Blair es un claro ejemplo de un apóstata que ha servido, con la guerra de Irak, las ambiciones energéticas de las corporaciones petroleras.
En el año que termina José María Aznar cayó envuelto en lodo y sangre, mancillado por su servilismo, deshonrado por sus falsedades. Ha tenido el final que merecía. Los once millones de votos recibidos por los socialistas demostraron el intenso rechazo del pueblo español ante el regreso del franquismo. Aznar se empeñó en desconocer la voluntad del 90% de los españoles que desaprobaban su aventura guerrerista y su entrega al acatamiento más indigno, y le han cobrado la cuenta. El terremoto político dejó al PP con la mitad de los escaños de que disponía en el parlamento dejándolo inapto para hacer una oposición efectiva. El descalabro de Aznar tuvo dimensiones colosales.
El gobierno de Zapatero pudo mejorar sus relaciones con Francia y Alemania que habían asumido una tímida autonomía de los dictados del imperio. América Latina efectuó en el año que termina un importante giro a la izquierda. A la victoria de Tabaré Vázquez en Uruguay y el triunfo de Chávez en las elecciones departamentales en Venezuela, se sumaron los éxitos anteriores de Lula en Brasil, y Kirchner en Argentina.
El vuelco en Uruguay era de esperar en un país que cuenta con una cifra oficial de desempleo de un 14%, que en la realidad asciende a cerca de un 40%. Mal gobernado por un menguado descendiente de la estirpe infame de los Batlle, un polichinela acomodaticio dependiente de los gringos, Uruguay no estaba en condiciones de soportar más. Sus tres millones y medio de habitantes padecen una deuda pública que asciende al 110 % del producto interno bruto.
En Venezuela la maniobra de la burguesía fracasó. El pueblo se lanzó masivamente a las urnas para respaldar la constitución. Las elecciones municipales y regionales permitieron una aplastante victoria del chavismo que ganó 20 de las 22 gobernaciones. Las últimas estadísticas del Banco Central revelaron que la economía creció en 13.6% en el segundo trimestre del año 2003, pese a la crisis política, y en los primeros seis meses de 2004 aumentó su volumen en un 23.1%, las cuales son cifras insólitas para cualquier economía.
En el primer trimestre del 2004 el indicador de crecimiento había repuntado en un 34.8%. La demanda agregada interna se ha expandido en 28.4%. Han descendido las tasas de interés para facilitar el crédito y se ha producido una efusión vertiginosa del área de bienes y servicios. Es indiscutible que Venezuela entra en una etapa que permitirá volcar más en su pueblo la política chavista de beneficios sociales, por tanto la oposición burguesa y pequeño-burguesa verá contraída su base de arraigo y disminuirá su capacidad de desestabilización. Chávez ha llegado al ápice de su consolidación tras un tormentoso período de confrontaciones.
Lula ascendió al poder con la promesa de que terminaría con el hambre. Brasil, la décima potencia industrial del mundo y el quinto país en extensión territorial, tiene 32 millones de sus habitantes en condiciones de extrema pobreza y se calcula que unos ocho millones de niños viven en la mayor pobreza, a la intemperie. Pasada casi la mitad del mandato se sigue una política económica neoliberal, controlada por la clase dominante brasileña. Lula no ha propiciado la instauración de un nuevo sistema, ni siquiera ha esbozado la posibilidad de un cambio radical. Una defraudación más va a dejar un grave impacto en la conciencia de los brasileños que depositaron un enorme caudal de expectativas en el actual presidente.
El que otrora fuese uno de los países más ricos del mundo, Argentina, exportador de carne y trigo, se vio desvalido, mísero y arruinado, en espera de la misericordia del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial, conducido a esta infortunada situación por haber seguido las recetas del neoliberalismo aplicadas por el bribón Carlos Menem. Kirchner tiene los pantalones y la energía política suficientes para frenar la labor de zapa de los desvergonzados desfalcadores, los operadores de la gran burguesía, que aún siguen medrando para rematar el derrumbe colosal de la otrora espléndida nación.
Haití, con ocho millones de habitantes, altos niveles de contaminación de sida, pavorosas epidemias de tuberculosis, una desertificación galopante por la deforestación de su tierra, un miserable PIB de 400 euros anuales por habitante, un alto índice de mortalidad infantil, constituye una dolorosa llaga en el cuerpo gimiente de América Latina. Jean Bertrand Aristide, quien fue electo en 1991, tras treinta años de atroz duvalierismo, encarnó la esperanza de un pueblo que vio en el sacerdote al redentor que necesitaba. Un golpe de estado, y la intervención de las bayonetas norteamericanas, lo envió al exilio.
La oposición interna en Cuba sigue descabezada y sin un proyecto alternativo que pueda considerarse con seriedad. Muchos de sus integrantes se han colocado bajo las órdenes de la representación diplomática de Estados Unidos y actúan como peones para lograr una imposible desestabilización social y política.
Los exiliados de Miami no abandonan las posiciones emocionales y vengativas y promueven el terrorismo como arma de combate, si bien algunos de sus sectores han recapacitado y se muestran más razonables y conciliatorios. Finalizando el año se reveló que el turismo había experimentado un auge excepcional con dos millones de turistas y grandes reservas de petróleo fueron descubiertas junto a su costa norte.
El contraste con los demás países latinoamericanos abrumados por la pobreza, las carencias y las crisis financieras es demasiado sobresaliente para que deje de ser advertido por los propios cubanos que saben que disfrutan de una comunidad sin opulencias pero sin penurias, más independiente que nunca, más orgullosa de ser una sociedad sin ataduras ni compromisos que enajenen su libertad.
Durante el año que terminó continuó la enérgica resistencia de los patriotas irakíes contra la afrenta que significa la ocupación por bayonetas extranjeras de su territorio nacional. El gobierno de Bush los llama “terroristas” pero el mundo admira a esos fervorosos defensores del honor nacional.
Durante meses el gobierno de Bush ha insistido sobre la soberanía que será concedida a Irak el próximo el 30 de junio. Se trata de una fábula para convencer a la opinión pública estadounidense de que las cosas van mejorando, que todo se normaliza, que el apoderamiento por la fuerza de aquél territorio no fue (como es en realidad) una operación bélica alentada por los consorcios petroleros.
La lección del colonialismo inglés les impele a armar una fuerza nativa que se encargue de la represión y una burocracia mansa, oriunda del país, que obedezca órdenes y administre la colonia. Como nunca faltan traidores, esquiroles y colaboracionistas han logrado armar ese llamado “gobierno” que está encabezado por un conocido y declarado agente de la CIA, Iyad Allawi. En Ramada, Baquba, Mosul y Bagdad se han desatado violentos combates y atentados en este período. La ciudad mártir de Faluya ha sufrido el salvajismo inmisericorde con que el Pentágono está procediendo.
La guerra en Chechenia ha sido obra de Putin, pese a que fue el corrompido Yeltsin quien la inició. En noviembre de 1991, tras la disolución de la Unión Soviética, los chechenios declararon su independencia. En 1994 Yeltsin ordenó al ejército atacar Grozni y mantuvo esa guerra durante tres años hasta 1996, cuando se estableció una frágil armonía que se vio interrumpida en 1999, tras ocurrir una serie de atentados, en edificios de apartamentos urbanos en Moscú, lo cual produjo un saldo de trescientos muertos. Hasta ahora la guerra en Chechenia ha arrojado un cruento saldo de miles de muertos y cientos de miles de refugiados.
El secuestro de la escuela de Beslan, en Osetia del Norte, acción terrorista de los chechenios, concluyó con centenares de víctimas inocentes, la mayor parte de ellos niños. Ese acto, junto al atentado de la estación de Atocha en Madrid, fueron los más sangrientos y reprobables de los cometidos en las luchas nacionalistas en el año que terminó.
Los chechenios llevan más de siglo y medio luchando por su independencia. Su resistencia contra las campañas colonialistas de los zares fue intrépida y tenaz. Durante la Segunda Guerra Mundial cooperaron con la ocupación nazi como una manera de deshacerse del yugo ruso. En represalia Stalin ordenó la deportación de 850 mil chechenios a Siberia. La verdadera razón de la guerra contra Chechenia es el petróleo del Mar Caspio. En esa región se albergan veinticinco mil millones de barriles del hidrocarburo.
Las reservas de Kazajstan, Turkmenistan y Uzbekistán igualan a las de Kuwait y sobrepasan las de Alaska y el Mar del Norte juntas. El control de esos yacimientos es uno de los puntos claves de la Posguerra Fría. Rusia necesita a Chechenia para controlar el oleoducto que va desde Bakú, vía Grozni, hasta la ciudad rusa de Tikhoretsk y termina en el puerto de Novorossiysk, en el Mar Negro.
La muerte de Yasser Arafat privó al pueblo palestino de un querido líder pero no se vislumbra aún el camino de la paz. Israel debe prepararse para pagar un precio muy alto por las atrocidades que está cometiendo Sharon con sus tanques y cañones enviados por Estados Unidos contra un pueblo que solamente cuenta con piedras y su valor personal.
El mundo entero le está volviendo la espalda al gobierno en Tel Aviv porque todos repudian este uso abusivo de la fuerza blindada contra jóvenes palestinos desarmados. Es hora de que se despoje de sus cargos a la camarilla criminal que se ha apoderado del poder y devuelva las riendas de la nación judía a líderes que digan adiós a las armas y abran el camino del diálogo.
China continúa progresando con pasos de gigante. Acumula reservas nacionales en divisas ascendentes a 400 mil millones de dólares. Se incrementan sus exportaciones y su infraestructura industrial. Su economía crece a un ritmo de un 9% anual.
Por último, el año que terminó sufrió la pérdida de grandes figuras del arte y el pensamiento como Norberto Bobbio, Marlon Brando, Jacques Derrida, Edward Said y Susan Sontag.
En 2004 se reafirmó la voluntad de dominio imperial del gobierno ultraderechista de George W. Bush y el mundo se inclinó peligrosamente a estallidos sociales, insurrecciones, guerras de liberación nacional y pobreza incrementada. La polarización de la riqueza aumentó de manera galopante y ese desequilibrio amenaza extenderse peligrosamente a todos los estratos de la actividad social en todo el planeta.
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